Y Rajoy habló. Seis meses después de llegar a La Moncloa el presidente silente al fin convocó una rueda de prensa. No lo hizo por las protestas de los ciudadanos por los recortes del maltrecho estado de bienestar. Tampoco para explicar las contradicciones entre sus medidas y lo que defendía en la oposición. Ni para explicar su política de futuro o responder a la oposición. Rajoy ha hablado para los mercados. El presidente se levantó con el Financial Times señalando a Bankia como el insaciable monstruo de las galletas y acusando al gobierno de no consultar al Banco Central Europeo sobre el rescate. Antes del hundimiento en bolsa de Bankia y de que la prima de riesgo se disparase hasta los 513 puntos, el influyente diario de los mercados acusaba de nuevo: las necesidades de rescate de la banca podrían superar lo previsto en la última reforma De Guindos con sólo tres entidades solventes, BBVA, Santander y Sabadell.
Rajoy habló. "No va a haber ningún rescate de la banca española", afirmó. Pero los mercados siguieron desconfiando. El autoproclamado gobierno de la confianza se desinfla.
Nadie cree en un presidente que no da la cara en las peores horas del país. Y cuando lo hace habla desde la sede de su partido, repite declaraciones vacías, reconoce no saber cuánto dinero será necesario ni cómo se va a financiar cuando el interés se dispara al 6,50%, muy cerca del 7% que se consideró inasumible y provocó la intervención de Grecia, Portugal e Irlanda.
Cuando el presidente comparece como líder del PP, niega la relación del repunte de la deuda y el crecimiento del diferencial con Alemania con Bankia y las sospechas sobre los bancos españoles, no exige responsabilidades de los malos gestores y anuncia que no se perderá dinero público porque la entidad se recapitalizará mientras los analistas auguran un futuro muy complicado, la confianza se desvanece.
Bankia puede ser sistémica. Pero muchos ciudadanos creen que la sanidad y la educación lo son más. Cuando el gobierno no es capaz de explicar un rescate de 23.500 millones de euros con los que se podrían sufragar muchas políticas sociales y de crecimiento, la desconfianza desaparece.
La confianza se esfuma también de una oposición corresponsable en la mala gestión de las cajas de ahorro y los planes fracasados para sanear la banca.
La política de la desconfianza y el desencanto imperan. No sorprende que la desconfianza en Rajoy y su gobierno crezca en cada encuesta. Tampoco que Alfredo Pérez Rubalcaba y un PSOE heredero de los errores de sus últimos gobiernos no convenzan en los sondeos.
Los mercados son conversaciones e información. Cuando la información oficial no tiene credibilidad y los políticos mantienen su lucha partidista, nadie confía. El viernes despedimos la semana con una reunión opaca y sin acuerdo de Rajoy y Rubalcaba. El lunes el presidente del PP se dirigió a los mercados. La presidencia y el gobierno responsable y transparente prometidos siguen ausentes. Su voz no está ni en los consejos de ministros, ni en las reiteradas andanadas de Cospedal, ni en las extemporáneas manifestaciones de Esperanza Aguirre. La pitada de votantes y mercados se oye cada vez más fuerte.
Columna en Estrella Digital