Clarín.com abre a menudo con varias informaciones sin hora. Otras llevan la etiqueta En vivo. El formato cronológico desarrollado hace ya cuatro años va perdiendo fuerza y presencia.
¿Es el fin del formato blog en los medios informativos? Quizá sí, pero persiste la necesidad de nuevos criterios informativos que además sean programables para ser ejecutados por los propios usuarios. Un desafío cada vez mayor cuando más público accede a la información a través de plataformas, widgets o móviles donde el paquete agrupado bajo la marca es cada vez menos importante.
Como en el caso del diario argentino, pionero en la asunción del formato blog para la información, en otros medios latinoamericanos tampoco se ve ya una apuesta realizada un día para aprovechar al máximo el atractivo de la actualización, como recoge Pablo Mancini en un reciente artículo.
Es la crónica de un estilo efímero, impulsado por momentos en los que la actualización permanente era uno de los atractivos principales de la información en internet. Los periodistas vuelven a reclamar el control de la portada de los medios. Cuando Clarín me llamó hace unos meses para trabajar en el proceso de convergencia de sus redacciones tradicional y web, uno de los elementos que discutimos era la pertinencia y atractivo de su portada digital.
El formato cronológico tiene muchas limitaciones. La mayor de ellas es la imposibilidad de mantener durante mucho tiempo las noticias más importantes en la primera pantalla. Y la home sigue siendo la entrada principal de los lectores a la información digital. Cuando algunos medios comenzaron a utilizar el formato blog, el resto publicaban páginas bastante estáticas. La irrupción de la instantaneidad supuso un cambio enorme en los criterios de la información y en la forma de trabajar de las redacciones digitales. Ahora la mayoría de los digitales tienen interiorizada la necesidad de actualización y se han desarrollado nuevas estructuras más adecuadas, donde los contenidos principales pueden sostenerse durante más tiempo y la actualización se refleja con contundencia pero sin condicionar el mensaje editorial.
Ese es el meollo de la cuestión: ¿cuál debe ser el mensaje editorial de un medio digital?
Sin duda, incluye ya no la actualidad del viejo periodismo, tampoco no sólo la oportunidad, sino también una actualización constante y relevante. Y es aquí donde una mayoría de intentos de mejorar las portadas con la primacía de la instantaneidad ha fracasado.
Sobre todo porque al adoptarlo se renunció al criterio periodístico, el tradicional y el único que una mayor parte de los periodistas están formados y entrenados para desarrollar. Pero también porque nos falta desarrollar un nuevo algoritmo para la información en la era de la abundancia, como ha defendido Guillermo Culell, uno de los pioneros, primero en Clarín.com y luego en otros medios.
El periodismo tradicional ha desarrollado multitud de algoritmos (una secuencia ordenada de operaciones para llegar a una solución final) según criterios editoriales y la personalidad de cada cabecera. Coincido con Culell en que ahora nos falta diseñar programas que permitan ejecutar algoritmos periodísticos no sólo a los periodistas, sino al público, a los receptores del mensaje.
En esa falta de identificación entre los criterios de los periodistas y los criterios del público anidan la mayoría de los problemas fundamentales del periodismo. El formato cronológico ha permitido deconstruir el mensaje para crear una gramática posmoderna de la información, liberada en parte a la secuencia de los acontecimientos y en otra parte a la interacción con el lector (¿un situacionismo a lo Guy Debord?), pero a ese algoritmo le falta todavía el programa adecuado, la secuencia de instrucciones para ser ejecutado por los usuarios y lograr resultados distintos en función de las necesidades y requerimientos del público.
Dos caminos han aparecido para ir mejorando la propuesta.
El primero es el criterio social aplicado a la información. A través de los Digg y los Menéame se ha ido construyendo un sistema de jerarquías propio de grupos de usuarios. Una gramática de crowdsourcing donde los criterios de cada comunidad, en función de sus afinidades y de las reglas de su lugar de encuentro, ha comenzado a crear algoritmos sociales sobre la información digital.
El segundo es la información distribuida y reordenada a través de la sindicación y los widgets. Herramientas que permiten a usuarios y medios construir algoritmos en busca de la personalización de la información, casi siempre a partir de criterios geográficos, temáticos o de origen (marca).
Ninguno de los dos es suficiente. En la era de la abundancia y la información distribuida, cuando cada vez más gente llega a los medios y a la información a través de herramientas tecnológicas que permiten explotar el criterio social y distribuir la información a través de diferentes soportes y plataformas para una selección más directa por el usuario, nos falta desarrollar más los algoritmos y programas que pueden enriquecer el criterio periodístico y mejorar la interacción con el usuario.
Y esa es una necesidad mayor que nunca para el periodismo digital cuando la unidad de información ya no es el artículo, la noticia, como bien dice Jeff Jarvis, sino un desarrollo informativo –tópico, etiqueta o como lo queramos llamar- donde las posibilidades del hipertexto están ya en la esencia de la información.
Pero para manejar adecuadamente los contenidos nos faltan todavía mejores algoritmos que permitan ejecutar nuevos programas.
Seguirán existiendo medios con voz y criterios propios para ordenar la información en virtud de criterios editoriales. La actualización inteligente que supera el tratamiento de la información como commodity también aparece ya en el código de muchos medios, pero todavía nos faltan nuevos medios con programas para mejorar el tratamiento de la información y su selección e interacción con el público. Medios como plataformas.