La inteligencia colectiva de internet se volvió paranoia en las redes sociales. Las bombas de la maratón de Boston y la caza de los sospechosos desataron el rumor, la persecución y los prejuicios en las redes sociales. La distancia entre las multitudes inteligentes y las muchedumbres gritonas es de sólo un clic. El periodismo tampoco escapó a la urgencia, el sensacionalismo y los estereotipos. Ciudadanos y periodistas podemos, y debemos, hacerlo mejor.
Cuando la mayoría de la población está en las redes sociales y cada teléfono móvil es una cámara un centro de publicación, el miedo encuentra la mejor autopista. La pasión por el clic y los mensajes no es buena cuando falta criterio y sobran cotillas.
Las redes sociales no tienen nada que no tengamos en la vida real. Pero su enorme capacidad de difusión y distribución, unida al impacto de las imágenes vividas en tiempo real multiplican las emociones. La policía de Boston y el FBI utilizaron como servicio público las redes para dar información a la ciudadanía y a los medios. Junto a ellos, muchos medios y periodistas individuales aprovecharon la oportunidad para hacer periodismo a la velocidad de las redes con información fiable.
El espectáculo de las falsas acusaciones contra personas inocentes, la difusión descarada de imágenes (en internet y en algunos diarios como el sensacionalista New York Post) y los prejuicios al saberse el origen checheno de los sospechosos, pese a ser residentes legales y estar criados en los Estados Unidos vuelven a mostrar que para que internet no se convierta en el gran sinopticón (el monstruo donde todos vigilan a todos del sociólogo Zygmunt Bauman) hace falta inteligencia y responsabilidad: personal y colectiva.
Cuando la frontera entre lo real y lo virtual se difumina, la responsabilidad es imperiosa o convertiremos el mayor instrumento de libertad ofrecido por la tecnología en una cárcel vigilada por tontos interactivos. La velocidad de la red demanda más y mejor periodismo, más y mejor pensamiento. Al ritmo de la comprensión, no del rumor.
Columna en los diarios de Vocento
Periodismo, medios e ideas | Journalism, media and ideas | Una mirada a los medios, los periodistas y las ideas de la sociedad de la información | A glimpse at the media, journalists and ideas in the information society
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Monday, April 22, 2013
Tuesday, March 19, 2013
Mala regulación para mala prensa
Perro no come perro. El viejo lema
de Fleet Street, la decaída calle de la prensa británica, no impidió que The
Guardian revelara el escándalo de las escuchas del News of the World. Fue
el periodismo, no el gobierno, los reguladores ni la justicia quienes airearon las
miserias del imperio sensacionalista de Rupert Murdoch. El debate sobre la
regulación se cierra con un acuerdo
político para crear un regulador independiente que sustituya a la
fracasada Press Complaint
Commission, la autoridad de autocontrol de la prensa británica. Políticos y
prensa siguen peligrosamente entrelazados con los ciudadanos al margen, pero
cómplices en el consumo de información basura.
El acuerdo -no compartido por muchos diarios- es un fracaso para la prensa y la sociedad. Emerge una pasión regulatoria que empuja la propia Comisión Europea y que se discute hace años en países como España, con el nonato Consejo Audiovisual (CEMA) subsumido en el regulador único propuesto por el gobierno Rajoy.
La nueva regulación británica excluye a las televisiones y sus webs -sometidas a Ofcom, la autoridad de telecomunicaciones y audiovisual- a los blogs y medios digitales que no sean específicamente periodísticos. La opinión y la información digital seguirá limitada sólo por las leyes comunes. Cualquiera podrá tuitear o publicar cualquier injuria o calumnia, pero si lo hace un periodista se someterá a las sanciones del nuevo organismo.
El vigilante de la prensa nace con limitaciones para abarcar el ecosistema digital y atrapado por el pecado capital que tanto los políticos como el informe Leveson, origen de esta regulación, obvian en su acuerdo: el mal de la prensa está en la excesiva proximidad de políticos y medios unida a una ilegítima pasión por airear la privacidad de las personas en lugar de informar sobre lo que realmente afecta al interés público y se desarrolla en un espacio público.
El Gran Hermano de todos vigilando a todos nunca ha sido tan cotilla. No es nuevo, la historia de las dictaduras enseña que las miserias y las debilidades cotidianas son el blanco perfecto de los totalitarios y los censores.
El infinito ciclo de la información 24 horas alimenta al gran monstruo del comentario y la opinión permanente, la lucha por la primicia nimia y la frivolidad de las páginas vistas. La telerrealidad y la privacidad publicada en las redes sociales se enseñorean de la vida que compartimos y baten récords de audiencia.
Ningún organismo de control ha mejorado jamás las noticias, el derecho ciudadano a la información veraz ni a los medios de comunicación. Son la propia sociedad, la profesión periodística y el mercado quienes lo han hecho denunciando excesos, batallando con la propia competencia entre medios, aumentando los criterios de calidad y abandonando a las cabeceras que no representan el sentir y el pensar de su audiencia.
El gran fracaso de los reguladores, de Lehman Brothers a Bankia o Chipre, demuestra que solo funcionan cuando los regulados son transparentes y responsables. Cuando los reguladores no tienen intereses comunes con los vigilados. Cuando la sociedad participa activamente, vigila, reclama y demanda.
La furia por aumentar reguladores hace fruncir el ceño cuando día tras día, de los escándalos financieros a los políticos, los ciudadanos asisten al fracaso de las herramientas de control institucional teóricamente diseñadas para evitar los abusos y proteger a los ciudadanos, consumidores, ahorradores, deudores, etc.
No hay píldora para el déficit ético y democrático. Los organismos de control y regulación son a menudo un placebo para limpiar conciencias. Sin un periodismo crítico, responsable y transparente (escaso), sometido a leyes comunes aplicadas con diligencia (infrecuente), con principios claros (cada día más abandonados) y una separación nítida entre periodismo y política (un sueño), ninguna regulación funciona.
El manto deontológico del nuevo regulador británico esconde las cloacas del poder, compartidas por Murdoch y el resto de barones de la prensa con los políticos. Esa promiscuidad y el desbocado sensacionalismo de algunos medios destruyó al Press Council, antecesor de la Press Complaints Commission, moribunda por las mismas infecciones.
No somos ajenos. Las quejas sobre la credibilidad de la prensa y los medios crecen. La sospecha se extiende a las revelaciones y exclusivas que a menudo pasan de noticia a arma editorial de quienes defienden a unos partidos e intereses contra otros.
Las televisiones públicas languidecen con la amenaza de la privatización y el deterioro de su imagen como propagandistas del poder. Mediaset y Antena 3 han creado un duopolio televisivo sin parangón en los países desarrollados con la aquiesciencia de los gobiernos de Zapatero y Rajoy.
Con un gobierno encerrado en el silencio y la propaganda desbocada y una oposición cuyo partido principal tiene tantos problemas de comunicación internos como externos, el principal mal de la información son las ruedas de prensa sin preguntas y la manipulación burda y descarada de los hechos y el lenguaje.
Ni el nuevo regulador británico es tan malo ni nada hace suponer que mejorará el periodismo y el derecho a la información. Sólo la mayor transparencia de los propios medios a través de su conducta y de herramientas de interactividad con la audiencia previenen de los abusos. Las necesidades del periodismo y las demandas de la audiencia no caben en un órgano de control.
Análisis en ElDiario.es
El acuerdo -no compartido por muchos diarios- es un fracaso para la prensa y la sociedad. Emerge una pasión regulatoria que empuja la propia Comisión Europea y que se discute hace años en países como España, con el nonato Consejo Audiovisual (CEMA) subsumido en el regulador único propuesto por el gobierno Rajoy.
La nueva regulación británica excluye a las televisiones y sus webs -sometidas a Ofcom, la autoridad de telecomunicaciones y audiovisual- a los blogs y medios digitales que no sean específicamente periodísticos. La opinión y la información digital seguirá limitada sólo por las leyes comunes. Cualquiera podrá tuitear o publicar cualquier injuria o calumnia, pero si lo hace un periodista se someterá a las sanciones del nuevo organismo.
El vigilante de la prensa nace con limitaciones para abarcar el ecosistema digital y atrapado por el pecado capital que tanto los políticos como el informe Leveson, origen de esta regulación, obvian en su acuerdo: el mal de la prensa está en la excesiva proximidad de políticos y medios unida a una ilegítima pasión por airear la privacidad de las personas en lugar de informar sobre lo que realmente afecta al interés público y se desarrolla en un espacio público.
El Gran Hermano de todos vigilando a todos nunca ha sido tan cotilla. No es nuevo, la historia de las dictaduras enseña que las miserias y las debilidades cotidianas son el blanco perfecto de los totalitarios y los censores.
El infinito ciclo de la información 24 horas alimenta al gran monstruo del comentario y la opinión permanente, la lucha por la primicia nimia y la frivolidad de las páginas vistas. La telerrealidad y la privacidad publicada en las redes sociales se enseñorean de la vida que compartimos y baten récords de audiencia.
Ningún organismo de control ha mejorado jamás las noticias, el derecho ciudadano a la información veraz ni a los medios de comunicación. Son la propia sociedad, la profesión periodística y el mercado quienes lo han hecho denunciando excesos, batallando con la propia competencia entre medios, aumentando los criterios de calidad y abandonando a las cabeceras que no representan el sentir y el pensar de su audiencia.
El gran fracaso de los reguladores, de Lehman Brothers a Bankia o Chipre, demuestra que solo funcionan cuando los regulados son transparentes y responsables. Cuando los reguladores no tienen intereses comunes con los vigilados. Cuando la sociedad participa activamente, vigila, reclama y demanda.
La furia por aumentar reguladores hace fruncir el ceño cuando día tras día, de los escándalos financieros a los políticos, los ciudadanos asisten al fracaso de las herramientas de control institucional teóricamente diseñadas para evitar los abusos y proteger a los ciudadanos, consumidores, ahorradores, deudores, etc.
No hay píldora para el déficit ético y democrático. Los organismos de control y regulación son a menudo un placebo para limpiar conciencias. Sin un periodismo crítico, responsable y transparente (escaso), sometido a leyes comunes aplicadas con diligencia (infrecuente), con principios claros (cada día más abandonados) y una separación nítida entre periodismo y política (un sueño), ninguna regulación funciona.
El manto deontológico del nuevo regulador británico esconde las cloacas del poder, compartidas por Murdoch y el resto de barones de la prensa con los políticos. Esa promiscuidad y el desbocado sensacionalismo de algunos medios destruyó al Press Council, antecesor de la Press Complaints Commission, moribunda por las mismas infecciones.
No somos ajenos. Las quejas sobre la credibilidad de la prensa y los medios crecen. La sospecha se extiende a las revelaciones y exclusivas que a menudo pasan de noticia a arma editorial de quienes defienden a unos partidos e intereses contra otros.
Las televisiones públicas languidecen con la amenaza de la privatización y el deterioro de su imagen como propagandistas del poder. Mediaset y Antena 3 han creado un duopolio televisivo sin parangón en los países desarrollados con la aquiesciencia de los gobiernos de Zapatero y Rajoy.
Con un gobierno encerrado en el silencio y la propaganda desbocada y una oposición cuyo partido principal tiene tantos problemas de comunicación internos como externos, el principal mal de la información son las ruedas de prensa sin preguntas y la manipulación burda y descarada de los hechos y el lenguaje.
Ni el nuevo regulador británico es tan malo ni nada hace suponer que mejorará el periodismo y el derecho a la información. Sólo la mayor transparencia de los propios medios a través de su conducta y de herramientas de interactividad con la audiencia previenen de los abusos. Las necesidades del periodismo y las demandas de la audiencia no caben en un órgano de control.
Análisis en ElDiario.es
El público se queja de medios con menos calidad
La crisis ha dejado a muchos medios con redacciones reducidas y menos recursos para la información. La audiencia lo sabe y se queja. El problema del periodismo es la calidad, no la cantidad. Una batalla en la que muchos llevamos muchos años y que el público más fiel no se cansa de repetir. La crisis no es excusa para sacrificar la calidad.
La cantidad es esencial. Los diarios y revistas gordos siempre han atraído al público y el negocio digital demanda cantidad de información tanto para mantener la errática y esquiva atención de la audiencia como para rentabilizar el bajo CPM de la publicidad. La presión de la cantidad acaba deteriorando el valor de la calidad, un problema en el que anida gran parte de las dificultades para rentabilizar la información y los medios digitales.
La audiencia quiere calidad. Una encuesta del State of the News Media 2013 indica que casi dos tercios (60.7%) de los norteamericanos que han abandonado los medios informativos (diarios y televisión, sobre todo) lo hacen por la pérdida de calidad de la información. Sólo menos de una cuarta parte (23,5%) se quejan de la reducción de noticias y de páginas en los diarios o tiempo de emisión en los telediarios.
Cuando se pregunta a toda la audiencia, la diferencia entre la importancia de la calidad y la cantidad se mantiene: un 48% del público se queja de información poco completa frente a un 31% que se fija más en la reducción de noticias.
Cuatro factores se consolidan entre los más importantes para el público de la información: la calidad, el atractivo, la adecuación a sus intereses e ideas, y la oportunidad, en tiempo y forma de consumo.
La percepción de la calidad depende mucho de cada producto y su orientación al público y el mercado, pero algunas característica sirven para el compromiso informativo: veracidad, rigor, precisión, credibilidad, completitud.
Criterios objetivos a los que se suman los subjetivos: utilidad, cercanía, comodidad, contextualización, selección, personalización, interactividad. Cada vez más importantes por el crecimiento de la adecuación y personalización de la información y la oportunidad o adaptación a el momento, la plataforma y dispositivo de consumo.
Esas dos últimas características crecen extraordinariamente gracias a los móviles y tabletas, donde los contenidos se hacen móviles y más útiles que nunca, por lo que los medios están obligados a ser contextuales: adaptados a la forma, momento y dispositivo de consumo.
Hacer mejor y más oportuno con menos. Es uno de los ejes de la mejor estrategia periodística de siempre, renacida con la crisis y la necesidad de diferenciarse en el inabarcable ciberespacio.
Cualquier medio debe decidir entre el periodismo cuantitativo o el de calidad. Sólo unos pocos grandes medios pueden aspirar a los dos.
El gran problema de la mayoría de los medios convencionales está en ser diferenciales, únicos y de valor para su público. En el mercado digital a esas características se une la escalabilidad de la información y los contenidos, tradicionalmente muy escasa.
Escalabilidad es el término usado en informática y sistemas para responder a un aumento de la demanda sin obligar a otros procesos o a un cambio estructural de los recursos. La capacidad de crecer y responder a las necesidades sin fracasar y adaptándose a las necesidades de la demanda, como la infraestructura de servidores, en la nube o el poder de los algoritmos para responder a nuevas necesidades.
El periodismo es parco en escalabilidad. Tradicionalmente el contenido se ha concebido como único, para un sólo uso y un tipo de consumo determinado, sin capacidad de reutilización ni adaptado a un consumo y demanda diferente en función del soporte, el hábito de consumo o la forma de uso que cada usuario le da.
La escalabilidad se gana con una programación de la información adecuada a la demanda y enfocada a diferentes plataformas con características de formatos diferentes.
Elementos imprescindibles para un modelo de negocio sostenible y de calidad que algunos medios empiezan a desarrollar con su estrategia informativa en redes sociales, alertas, contenido digital y publicación en soportes tradicionales. Una estructura y programación de la información que supera la obsoleta discusión de si es primero el soporte convencional o el digital para aprovechar el consumo, audiencia y negocio de cada uno.
Thursday, March 14, 2013
Periodismo idólatra para el papa Francisco
HABEMUS PAPAM FRANCISCUM
— Pontifex (@Pontifex) March 13, 2013
Una gaviota posada en la chimenea del Vaticano fue el augurio de la sorpresa del papa Paco. El ancestral mensaje del humo blanco precedió a la resurrección de la cuenta de Pontifex en Twitter para anunciar el comienzo de un nuevo papado en la vieja lengua latina de la iglesia. Sorpresa. Más de 130.000 tuiteos por minuto saludaron al pontífice. Sólo un adelanto en el diario argentino La Nación previó la elección del cardenal Jorge Mario Bergoglio. La primera elección de un papa vista por su predecesor por televisión, donde la cobertura de la resolución del cónclave lo inundó todo. El papa emérito Benedicto XVI contempló a su sucesor desde su retiro de Castel Gandolfo. El pionero en apostolar desde las redes sociales quizá se sorprendió al ver los perfiles falsos que se abrían con el nombre del ungido.
Francisco es el primer papa elegido en la era de internet móvil. Cuando gran parte de los católicos usan las redes sociales. Cuando las tertulias y los talk shows imponen en las televisiones del mundo su letanía. Cuando la presión de la información en tiempo real sumerge a medios digitales y convencionales de una cobertura que evidencia las debilidades de un periodismo a menudo vacío, insustancial y alejado del interés real de su público.
Joseph Ratzinger, elegido en 2005, fue el único pontífice cuya elección se sometió al ciclo de la información y el entretenimiento en tiempo real. Juan Pablo II, el papa más mediático, acostumbró a los medios a su presencia y sus palabras, pero cuando el cónclave lo eligió la CNN no había nacido y faltaban muchos años para la hiperrealidad acelerada de las redes sociales.
¿Está justificada la enorme cobertura mediática del cónclave? ¿Ha sido adecuada? ¿Responde al perfil de cada medio?
Muchos conservadores se quejan de la frivolidad de la mayoría de los medios y acusan al periodismo progre con bastante razón. El abuso de la opinión sin suficiente fundamento, la insoportable banalidad de las tertulias y el olvido de la información transmutada en espectáculo han dominado páginas, horas de radio y televisión y el flujo incesante digital.
La elección del papa ha llenado los medios de todo el mundo desde la dimisión de Ratzinger, quizá el mayor acto de humanización y desacralización del poder espiritual de Roma que se recuerda. Bergoglio se presentó ayer ante los fieles pidiendo su bendición antes de otorgar la suya. Saludó con un simple buenas tardes y anunció con su nombre de Francisco una vocación de modestia asentada en su preferencia por el colectivo (autobús) y el subte (metro) de su Buenos Aires natal.
La Iglesia es maestra en señales y gestos. El papa Francisco se revistió de ellos: de su nombre a sus palabras y a la elección de su primer atuendo como vicario de Cristo. Los cardenales han elegido con extremo cálculo a un hombre sencillo, latinoamericano pero con profundas raíces europeas por su doble condición de argentino e italiano. El primer papa jesuita, ortodoxo en lo doctrinal y defensor de los desfavorecidos en la vieja tradición de la doctrina social de la iglesia.
Hasta la dicharachera Cristina Kirchner enmudeció y tardó más de una hora en responder en Twitter a la elección de una figura con la que espera problemas. Y lo hizo con la gran contradicción y la inequívoca señal de un frío papel oficial incrustado en la corriente digital.
A su Santidad Francisco I twitter.com/CFKArgentina/s…Hemos leído páginas y páginas insustanciales en diarios que olvidaron pronto el informe secreto de Benedicto XVI sobre los abusos, encubrimientos y corrupciones de una iglesia con muchos tallos podridos. Las apuestas papales volvieron a equivocarse y el boato vaticano llenó los púlpitos mediáticos en todas sus plataformas con muy poco que decir.
— Cristina Kirchner (@CFKArgentina) March 13, 2013
Sólo un puñado de medios en todo el mundo cubrieron con profundidad el relevo en el trono de Pedro. Los mayores especialistas en catolicismo, algunos habitualmente serios y otros que no olvidaron la piadosa mirada de su público o la visión laicista de los suyos.
Las batallas doctrinales, sociales y religiosas de la iglesia desaparecieron. La ausencia de especialistas se sepultó con cháchara y copia y pega. Una vez más, muchos se sintieron con la facilidad de opinar cuando no saben y el periodismo olvida que su misión es informar, no saber; averiguar, no sancionar.
La democracia moderna nació con la separación de religión y Estado, y la creación de un espacio público donde los medios de comunicación ayudaron a crear un público suficientemente informado para gobernarse a sí mismo. Ahora a menudo muchos medios parecen predemocráticos con su renuncia a la inteligencia y a la modestia del periodismo frente al enorme ego catódico y digital. Un insulto a su audiencia.
Análisis en ElDiario.es
Monday, January 28, 2013
Pluralismo único
Europa está preocupada por el pluralismo en los medios. El dominio de los monstruos de la globalización digital, de Google a Facebook; las dificultades de los medios informativos para mantener su independencia económica; la erosión de la radio y la televisión públicas; la confusión de información, opinión, entretenimiento y rumores en medios, redes sociales y blogs; la presión de los gobiernos y la estrecha relación entre políticos y medios; la concentración y el control en muy pocas manos, y la falta de transparencia editorial o de las plataformas digitales con los usuarios animan a la Comisión Europea a fijar criterios de únicos y controles a través de autoridades y consejos nacionales cuando en muchos países como España sus funciones se desvanecen.
¿Puede Bruselas erigirse en regulador del pluralismo informativo y de los medios? Conociendo el funcionamiento de las instituciones europeas y su voracidad reguladora y burocrática, la iniciativa de la vicepresidenta Neelie Kroes, responsable de la Agenda Digital Europea, eriza el vello de muchos.
Las metas de una futura regulación apuntan en un informe sobre pluralismo y libertad de medios recién publicado por un grupo presidido por la ex presidenta de Letonia Vaira Vīķe-Freiberga. El documento aboga por una sola legislación de prensa y medios en la Unión Europea para hacer efectivo el atrasado mercado único de contenidos, pero también unificar el apoyo al periodismo de calidad y el pluralismo. Exigir códigos de conducta transparentes a los medios, unificar la protección de datos y evitar la concentración del ecosistema digital en unas pocas manos.
Todo vigilado por autoridades de medios, no sólo audiovisuales. Nacionales pero coordinadas por un regulador central europeo. Entre las novedades: permitir a los ciudadanos renunciar a la personalización digital para evitar y garantizar la neutralidad de la red.
La burocracia da miedo, pero las recomendaciones de pluralismo, transparencia y más derechos ciudadanos en una sociedad de la información acelerada son un acicate para pensar una mejor democracia.
Columna en los diarios de Vocento
¿Puede Bruselas erigirse en regulador del pluralismo informativo y de los medios? Conociendo el funcionamiento de las instituciones europeas y su voracidad reguladora y burocrática, la iniciativa de la vicepresidenta Neelie Kroes, responsable de la Agenda Digital Europea, eriza el vello de muchos.
Las metas de una futura regulación apuntan en un informe sobre pluralismo y libertad de medios recién publicado por un grupo presidido por la ex presidenta de Letonia Vaira Vīķe-Freiberga. El documento aboga por una sola legislación de prensa y medios en la Unión Europea para hacer efectivo el atrasado mercado único de contenidos, pero también unificar el apoyo al periodismo de calidad y el pluralismo. Exigir códigos de conducta transparentes a los medios, unificar la protección de datos y evitar la concentración del ecosistema digital en unas pocas manos.
Todo vigilado por autoridades de medios, no sólo audiovisuales. Nacionales pero coordinadas por un regulador central europeo. Entre las novedades: permitir a los ciudadanos renunciar a la personalización digital para evitar y garantizar la neutralidad de la red.
La burocracia da miedo, pero las recomendaciones de pluralismo, transparencia y más derechos ciudadanos en una sociedad de la información acelerada son un acicate para pensar una mejor democracia.
Columna en los diarios de Vocento
Friday, January 18, 2013
Bárcenas y El Mundo: ¿Cerrado y de pago o mejor en abierto?
El Mundo despertó a muchos con los sobresueldos del PP pagados por el ex tesorero Bárcenas. Una exclusiva en el diario en papel, con una portada embargada ayer para no alertar a la competencia y publicada en Orbyt, la edición digital de pago del diario.
¿Es una buena estrategia o El Mundo debería haber aprovechado para aumentar su audiencia web y repercusión con la noticia en abierto? Mi opinión es que la estrategia es acertada, pero mejorable con algo más de planificación multimedia y multiproducto.Para Ricardo Galli, de Menéame, el diario se equivoca defendiendo a ultranza su paywall. Antonio Ortiz defiende en Error 500 la coherencia de la defensa del modelo de negocio de pago y Vicente Ruiz, jefe de sección en el periódico llama a esperar para conocer las ventas del diario en papel para saber si ha sido una buena estrategia o no.
Todos tienen algo de razón. En mi opinión la estrategia es adecuada, pero no ha estado fina. No creo que el diario haya perdido visibilidad porque su exclusiva ha sido ampliamente citada tanto en los medios digitales como en radio y televisión, pero sí ha perdido tráfico en la web en abierto elmundo.es y la posibilidad de atraer a lectores ocasionales a una información que puede empujar la suscripción a Orbyt, el objetivo final de la estrategia: recompensar a los lectores que pagan.
Dudo más de la rentabilidad sobre las ventas en papel porque a pesar del doble consumo de información papel y digital, la vinculación entre lectura en digital y compra en papel es ya muy débil, por no decir inexistente. Quienes se pueden acercar al quiosco hoy son compradores y lectores ocasionales de El Mundo, conocedores de la exclusiva por otros medios, digitales o convencionales. No debe olvidarse que el diario ofrece hoy un amplio paquete sobre la corrupción política y las sospechas sobre el PP arropando su noticia.
El Mundo podría haber evitado los perjuicios de que otros medios se adueñen de la exclusiva, aunque citen y enlacen (a veces desgraciadamente poco habitual), si hubiera publicado una versión en abierto de la información antes de lo que lo ha hecho, cuando el primer impacto de la noticia ya había pasado.
También hubiera evitado que durante toda la mañana las búsquedas en Google (orgánicas y News) ofrecieran las versiones de otros medios por encima de la de elmundo.es, titulada además con declaraciones de la secretaria de organización del partido.
El Mundo mantiene con Orbyt una doble estrategia con producto digital de abierto (elmundo.es) y de pago. A diferencia de modelos de pago cerrados como The Times o flexibles como The New York Times, le permite desarrollar un producto orientado a lectores premium de información y animar la migración del producto papel al digital de pago mientras sostiene una web en abierto que le mantiene en la disputa del liderazgo de información digital con El País.
Una estrategia multiproducto similar a la Boston Globe -propiedad de The New York Times- en Estados Unidos.
Bajo esa estrategia, publicar la exclusiva tras el muro de pago es coherente para la promoción del producto digital premium y protege a la edición en papel. Publicar la exclusiva en abierto en elmundo.es hubiera aumentado el tráfico, además de ganar relevancia y enlaces en las redes sociales. Coincido con Galli en sus argumentos.
Pero una estrategia intensiva de seguimiento digital en abierto de la noticia puede conseguir un efecto prácticamente idéntico e incluso aumentar tanto las visitas a elmundo.es a lo largo del día como dar esa relevancia y visibilidad que faltaba a primera hora.
El Mundo podía haber mejorado la estrategia con algunos detalles:
- Una versión en abierto más temprana en elmundo.es pero reducida y editada para mantener el interés por la versión de pago, además de la indexación en buscadores y los enlaces en las redes sociales.
Hubiera acaparado más enlaces y páginas vistas desde primera hora de la mañana (la edición en abierto de la noticia se ofreció tarde) y mantendría la alusión al valor diferencial del producto de pago. - Una versión abierta sólo para seguidores en redes sociales y buscadores. Una estrategia ampliamente utilizada por Pedro J. Ramírez que esta vez no se ha puesto en práctica. Una forma de aumentar la atención y premiar a quienes ya están cerca de la marca, siempre una oportunidad para convertirlos en suscriptores.
Habría mejorado el acceso e indexación desde buscadores, con la atención y tráfico que proporcionan. - Un seguimiento informativo más planificado e intensivo. Una estrategia más integral de publicación multiproducto con diferentes enfoques, información, estilos y formatos para aumentar la atención sobre la noticia, crecer en tráfico sin dañar a los productos de pago.
Con más planificación informativa se podría hacer una cobertura en tiempo real más intensa.
Tener preparados piezas de contexto como vídeos, documentos, listados, etc. para aumentar el consumo sobre la información.
Crear una página temática (tópicos) para agrupar toda la información, etc.
Un minuto a minuto con toda la información del día sobre el tema, etc. - Mejorar la estrategia social y de viralidad. Ninguna de las cuentas de El Mundo en redes sociales ha creado una etiqueta (hashtag) para capitalizar las reacciones en las redes sociales. Tampoco se advierte una programación planificada de noticias ni de post en las redes sociales (Twitter, Facebook, etc.) para mantener la atención, el tráfico y la viralidad.
Ninguna gran noticia ni cobertura informativa puede renunciar hoy a aprovechar el máximo de herramientas sea cual sea la estrategia de negocio y periodística general.
Periodistas y medios debemos meternos más en la cabeza el ecosistema informativo multimedia y multiproducto.
por
Unknown
at
12:34 PM
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Friday, January 11, 2013
Sociedad de la información: contenidos móviles y útiles
Algunas claves que me sugiere el informe La Sociedad de la Información 2012 de Fundación Telefónica para el periodismo y los medios:
Casi dos de cada tres lectores (59,3%) de prensa dispuestos a abandonar el papel. Crece la audiencia y el consumo de información sólo en medios digitales. El móvil y las tabletas son los primeros soportes que realmente sustituyen al papel.
La audiencia digital ya casi iguala a la de papel: 14 millones de lectores en papel frente a 12 millones de audiencia de los diarios digitales. En las revistas la audiencia aún es muy mayoritaria en papel.
El papel no está muerto, pero cambia su función y su rol en el ecosistema y el negocio informativo. Se convierte en un producto más de una marca de contenidos a los que el público accede a través de más medios y soportes.
El móvil es el soporte de la información. La información acompaña al público en todo momento con el móvil. Con un 63% de usuarios de teléfonos inteligentes (smartphones), los móviles son el soporte que permite crear el engagement con el público.
El medio y la marca acompañan al usuario en su vida cotidiana a través del móvil, donde se crea una relación afectiva e íntima mucho mayor que en el resto de soportes y sólo igualada por la tableta.
El móvil demanda de los medios convertirse más que nunca en una guía útil para la vida cotidiana. Esa utilidad la determina cada contenido en función de su naturaleza, pero el periodismo debe aportar el enfoque de mayor utilidad para la sociedad y cada uno de los consumidores.
No basta con informar, es mejor aumentar el conocimiento útil sobre la realidad.
Los contenidos son multipantalla, los medios están obligados a ser contextuales y a crear un ecosistema informativo. Los contenidos y la información deben estar en todos los soportes y pantallas, pero la ley de la redundancia no implica que el desarrollo del contenido y la oferta sea el mismo. El público accede a los contenidos a través de los diferentes soportes en función de su actividad, sus intereses y la evolución de sus hábitos de consumo informativo y de contenidos a lo largo del día.
Satisfacer esa demanda requiere contenidos 24/7 -a todas horas todos los días- pero también ofrecer una oferta con estilos, experiencia de usuario y enfoque de la información o el contenido distinta en función de la situación, actitud y soporte de acceso al contenido por la audiencia. Esa oferta requiere una programación contextual de la información.
Convertirse en medios contextuales para acompañar a la audiencia en sus necesidades informativas y de consumo, pero consiguiendo escalabilidad en la producción y edición de contenidos.
El acento de la mayoría de los medios en el mercado digital ha estado hasta ahora en producir más contenido durante más tiempo: aumentar el volumen y el horario de la oferta. Esa es una programación imposible de sostener para la mayoría y que será progresivamente sustituida por la agregación, la edición semántica y apoyada por la inteligencia artificial.
El problema de los medios y la audiencia es lograr el contenido de mayor interés y calidad para cada tipo de público con la mejor relación (engagement) entre marca y audiencia. Producir más contenidos durante más tiempo no es la única ni la mejor solución. Puede ser adecuada para medios de gran volumen, pero el mayor engagement se consigue con contenidos relevantes adecuados al público al que se dirigen y con la mejor experiencia de usuario a través del soporte de acceso.
Esa mejora en la experiencia de los contenidos es la base del aumento de la eficacia y rentabilidad publicitaria en los medios.
Los contenidos son sociales, los medios también deben serlo. Las redes sociales son el eje de la comunicación y la relación entre los nómadas digitales. La adopción de las redes sociales y de la mensajería instantánea es casi universal. Son el nuevo espacio y herramienta de socialización. Los medios y los periodistas deben estar en las redes no sólo como marcas personales, sino como nodos de las redes. El periodista y los medios debe convertirse en un red social: un guía para el público en la enorme abundancia de las redes. Los medios deben ser espacios y plataformas para la participación de calidad tanto internamente como de forma distribuida en las redes donde los usuarios despliegan la mayoría de su actividad.
La información y los contenidos ocupan un espacio limitado en las redes sociales. La comunicación entre usuarios es la principal razón de uso y pertenencia a una red social. Pero una parte importante de la identidad de dominio público de cada usuario en las redes se construye con información y contenidos de medios.
Para alimentarla no basta con la corriente continua de titulares y noticias de escasa vida. La longevidad de la información, y por tanto su escalabilidad, es mayor cuanto más útil y utilizable es para el usuario, tanto por el enfoque y contenidos como por los formatos y estilos empleados para aumentar su consumo y legibilidad.
Contenidos de acceso continuo y multipantalla. La propiedad ya no importa. Los contenidos dejan de ser una propiedad (un producto) para convertirse en un servicio. La conexión permanente y desde cualquier lugar y dispositivo de la extensión de la banda ancha móvil empuja a albergar los contenidos en la nube y a hacerlos accesibles al público desde cualquier dispositivo y momento sin depender de dónde están.
El aumento del acceso al contenido es la clave del éxito de Amazon, Netflix o Google. La mayoría de medios no han conseguido esa accesibilidad. La propia estructura de los contenidos y la información está pensada desde la escasez, la oferta vinculada a la actualización y lo efímero. Un producto de consumo masivo que se agota en un tiempo de vida breve.
Pero esa no es la realidad del consumo digital en hiperconexión. Cuando todo está accesible en cualquier momento la actualidad manda en la información, pero la vida útil del contenido se desdobla en el tiempo de la información y el tiempo del consumo y la recomendación.
Los contenidos son interesantes y actuales cuando se producen (una noticia, la temporada de una serie, un lanzamiento de un disco, etc.) pero también cuando se comparten y logran relevancia social. Por eso reviven a menudo en las redes sociales viejas noticias o reportajes, vuelven a las listas de éxitos viejas series o revive una canción.
Lo de menos es comprar y ser propietario de los contenidos, como en los viejos mercados. La mejor oferta es disponer de ellos cuando un amigo los recomienda o cuando el usuario dispone del tiempo, el interés y la actitud adecuada para su consumo. De los contenidos como producto -finito, acabado y poco reutilizable- a los contenidos como servicio: amplia accesibilidad en cualquier momento y soporte, archivo y catálogo vigentes, con mejor búsqueda y recomendaciones que aumentan criterio para decidir el consumo.
Casi dos de cada tres lectores (59,3%) de prensa dispuestos a abandonar el papel. Crece la audiencia y el consumo de información sólo en medios digitales. El móvil y las tabletas son los primeros soportes que realmente sustituyen al papel.
La audiencia digital ya casi iguala a la de papel: 14 millones de lectores en papel frente a 12 millones de audiencia de los diarios digitales. En las revistas la audiencia aún es muy mayoritaria en papel.
El papel no está muerto, pero cambia su función y su rol en el ecosistema y el negocio informativo. Se convierte en un producto más de una marca de contenidos a los que el público accede a través de más medios y soportes.
El móvil es el soporte de la información. La información acompaña al público en todo momento con el móvil. Con un 63% de usuarios de teléfonos inteligentes (smartphones), los móviles son el soporte que permite crear el engagement con el público.
El medio y la marca acompañan al usuario en su vida cotidiana a través del móvil, donde se crea una relación afectiva e íntima mucho mayor que en el resto de soportes y sólo igualada por la tableta.
El móvil demanda de los medios convertirse más que nunca en una guía útil para la vida cotidiana. Esa utilidad la determina cada contenido en función de su naturaleza, pero el periodismo debe aportar el enfoque de mayor utilidad para la sociedad y cada uno de los consumidores.
No basta con informar, es mejor aumentar el conocimiento útil sobre la realidad.
Los contenidos son multipantalla, los medios están obligados a ser contextuales y a crear un ecosistema informativo. Los contenidos y la información deben estar en todos los soportes y pantallas, pero la ley de la redundancia no implica que el desarrollo del contenido y la oferta sea el mismo. El público accede a los contenidos a través de los diferentes soportes en función de su actividad, sus intereses y la evolución de sus hábitos de consumo informativo y de contenidos a lo largo del día.
Satisfacer esa demanda requiere contenidos 24/7 -a todas horas todos los días- pero también ofrecer una oferta con estilos, experiencia de usuario y enfoque de la información o el contenido distinta en función de la situación, actitud y soporte de acceso al contenido por la audiencia. Esa oferta requiere una programación contextual de la información.
Convertirse en medios contextuales para acompañar a la audiencia en sus necesidades informativas y de consumo, pero consiguiendo escalabilidad en la producción y edición de contenidos.
El acento de la mayoría de los medios en el mercado digital ha estado hasta ahora en producir más contenido durante más tiempo: aumentar el volumen y el horario de la oferta. Esa es una programación imposible de sostener para la mayoría y que será progresivamente sustituida por la agregación, la edición semántica y apoyada por la inteligencia artificial.
El problema de los medios y la audiencia es lograr el contenido de mayor interés y calidad para cada tipo de público con la mejor relación (engagement) entre marca y audiencia. Producir más contenidos durante más tiempo no es la única ni la mejor solución. Puede ser adecuada para medios de gran volumen, pero el mayor engagement se consigue con contenidos relevantes adecuados al público al que se dirigen y con la mejor experiencia de usuario a través del soporte de acceso.
Esa mejora en la experiencia de los contenidos es la base del aumento de la eficacia y rentabilidad publicitaria en los medios.
Los contenidos son sociales, los medios también deben serlo. Las redes sociales son el eje de la comunicación y la relación entre los nómadas digitales. La adopción de las redes sociales y de la mensajería instantánea es casi universal. Son el nuevo espacio y herramienta de socialización. Los medios y los periodistas deben estar en las redes no sólo como marcas personales, sino como nodos de las redes. El periodista y los medios debe convertirse en un red social: un guía para el público en la enorme abundancia de las redes. Los medios deben ser espacios y plataformas para la participación de calidad tanto internamente como de forma distribuida en las redes donde los usuarios despliegan la mayoría de su actividad.
La información y los contenidos ocupan un espacio limitado en las redes sociales. La comunicación entre usuarios es la principal razón de uso y pertenencia a una red social. Pero una parte importante de la identidad de dominio público de cada usuario en las redes se construye con información y contenidos de medios.
Para alimentarla no basta con la corriente continua de titulares y noticias de escasa vida. La longevidad de la información, y por tanto su escalabilidad, es mayor cuanto más útil y utilizable es para el usuario, tanto por el enfoque y contenidos como por los formatos y estilos empleados para aumentar su consumo y legibilidad.
Contenidos de acceso continuo y multipantalla. La propiedad ya no importa. Los contenidos dejan de ser una propiedad (un producto) para convertirse en un servicio. La conexión permanente y desde cualquier lugar y dispositivo de la extensión de la banda ancha móvil empuja a albergar los contenidos en la nube y a hacerlos accesibles al público desde cualquier dispositivo y momento sin depender de dónde están.
El aumento del acceso al contenido es la clave del éxito de Amazon, Netflix o Google. La mayoría de medios no han conseguido esa accesibilidad. La propia estructura de los contenidos y la información está pensada desde la escasez, la oferta vinculada a la actualización y lo efímero. Un producto de consumo masivo que se agota en un tiempo de vida breve.
Pero esa no es la realidad del consumo digital en hiperconexión. Cuando todo está accesible en cualquier momento la actualidad manda en la información, pero la vida útil del contenido se desdobla en el tiempo de la información y el tiempo del consumo y la recomendación.
Los contenidos son interesantes y actuales cuando se producen (una noticia, la temporada de una serie, un lanzamiento de un disco, etc.) pero también cuando se comparten y logran relevancia social. Por eso reviven a menudo en las redes sociales viejas noticias o reportajes, vuelven a las listas de éxitos viejas series o revive una canción.
Lo de menos es comprar y ser propietario de los contenidos, como en los viejos mercados. La mejor oferta es disponer de ellos cuando un amigo los recomienda o cuando el usuario dispone del tiempo, el interés y la actitud adecuada para su consumo. De los contenidos como producto -finito, acabado y poco reutilizable- a los contenidos como servicio: amplia accesibilidad en cualquier momento y soporte, archivo y catálogo vigentes, con mejor búsqueda y recomendaciones que aumentan criterio para decidir el consumo.
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Monday, December 24, 2012
Enredados en la política en los móviles y las redes sociales
La política importa. Mucho. Y más en tiempos de crisis y cuando la desconfianza en los políticos aumenta y una mayoría de los ciudadanos están poco satisfechos (CIS noviembre 2012) con el funcionamiento de una democracia con peor calidad (42%) que en otros países europeos.
Esa preocupación se traslada a las redes sociales y los medios, donde crece el consumo de información política y también la definición de la audiencia y los propios medios en función de la ideología o la posición política.
La desconfianza en los políticos -un problema para el 30% de los encuestados por el Centro de Investigaciones Sociológicas- y la percepción del empeoramiento de la situación política (43,7% en el último barómetro) no se traduce en abandono de la información política, como ocurría hace unos años, sino todo lo contrario: aumenta el interés por la información política y se traslada a las redes sociales y al consumo de información en móviles, donde la audiencia es mayoritariamente más joven que en los medios tradicionales.
Una reciente encuesta mundial de Pew Research sobre el uso de redes sociales realizada entre marzo y abril de 2012 muestra a España como el principal país occidental en consumo de información política en los móviles y las redes sociales.
El 58% de los usuarios de móviles lo utilizan para informarse de noticias políticas. Quince puntos por encima de la media y sólo superados por Egipto, en plena ebullición democrática, y Japón en año de elecciones.
Ninguno de los países europeos se acerca ni de lejos al consumo de información política en los móviles de España. Sólo Estados Unidos, también un país fuertemente polarizado, se sitúa en un porcentaje semejante con un 57%.
En octubre de 2011, una encuesta del CIS cifraba en más de un tercio de la población los lectores frecuentes de información política en los diarios, un 17% en redes sociales y un 84% en la radio y la televisión.
La política no sólo importa, sino que el análisis y comparación de los datos con otros países indica que este consumo intenso de información refleja una fuerte desconfianza en la política con aumento de la fragmentación social. Ese es el escenario ante la amenaza del precipicio fiscal en Estados Unidos y de la división entre demócratas y republicanos en tantos temas -del control de armas al matrimonio gay- o de España tanto en cómo se está gestionando la crisis como en las tensiones territoriales con la explosión del soberanismo en Cataluña o la fuerte pero pacífica contestación social a los recortes del gobierno y las autonomías en servicios sociales.
Sobre todos esos problemas, el paro, los deshaucios y la falta de soluciones y propuestas frente a la acumulación de dificultades cotidianas y el dudoso rescate de bancos e instituciones en gran parte responsables de la situación de los últimos años.
Resultado: una erosión de la confianza en la política y el gobierno como no se recuerda a un año del cambio de Zapatero por Rajoy en La Moncloa.
Ante ese consumo de información política en los medios conviene plantearse si se está haciendo el periodismo político que los ciudadanos demandan y que puede ayudar más tanto a satisfacer esas expectativas como a resolver los problemas cotidianos, la política de las pequeñas cosas que impacta en la vida diaria de tanta gente.
El periodismo político actual carece de los formatos, narrativas y estilos adecuados para ese consumo de urgencia en móviles y redes sociales. Twitter y la presencia en esta red social de muchos medios y periodistas marca muchos caminos, pero no hay nada parecido en España -ni tampoco en la mayoría de los países de Latinoamérica- a nuevos medios como Quartz (una apuesta por el HTML5 en este caso dirigida a la información económica) o la aplicación Circa, por ejemplo, para intentar adaptar la demanda de información política a ese aumento del consumo en las nuevas pantallas.
Los medios tradicionales concentran su apuesta en la web y en las aplicaciones réplica de las ediciones impresas. Los nuevos medios siguen orientados sobre todo a la web con poca apuesta por las ediciones móviles y para tabletas o las aplicaciones (web apps o nativas).
En los contenidos, la posición editorial de cada medio, la abundancia de periodismo de declaraciones y la confusión entre información y opinión es excesiva.
La demanda de información política reclama otro periodismo, en los contenidos, el estilo y los formatos, adaptado a las nuevas pantallas, pero sobre todo a una demanda informativa exigente en tiempo real y que no puede perderse en el marasmo de la abundancia sin aportar criterio e inteligencia.
Esa preocupación se traslada a las redes sociales y los medios, donde crece el consumo de información política y también la definición de la audiencia y los propios medios en función de la ideología o la posición política.
La desconfianza en los políticos -un problema para el 30% de los encuestados por el Centro de Investigaciones Sociológicas- y la percepción del empeoramiento de la situación política (43,7% en el último barómetro) no se traduce en abandono de la información política, como ocurría hace unos años, sino todo lo contrario: aumenta el interés por la información política y se traslada a las redes sociales y al consumo de información en móviles, donde la audiencia es mayoritariamente más joven que en los medios tradicionales.
Una reciente encuesta mundial de Pew Research sobre el uso de redes sociales realizada entre marzo y abril de 2012 muestra a España como el principal país occidental en consumo de información política en los móviles y las redes sociales.
El 58% de los usuarios de móviles lo utilizan para informarse de noticias políticas. Quince puntos por encima de la media y sólo superados por Egipto, en plena ebullición democrática, y Japón en año de elecciones.
Ninguno de los países europeos se acerca ni de lejos al consumo de información política en los móviles de España. Sólo Estados Unidos, también un país fuertemente polarizado, se sitúa en un porcentaje semejante con un 57%.
En octubre de 2011, una encuesta del CIS cifraba en más de un tercio de la población los lectores frecuentes de información política en los diarios, un 17% en redes sociales y un 84% en la radio y la televisión.
La política no sólo importa, sino que el análisis y comparación de los datos con otros países indica que este consumo intenso de información refleja una fuerte desconfianza en la política con aumento de la fragmentación social. Ese es el escenario ante la amenaza del precipicio fiscal en Estados Unidos y de la división entre demócratas y republicanos en tantos temas -del control de armas al matrimonio gay- o de España tanto en cómo se está gestionando la crisis como en las tensiones territoriales con la explosión del soberanismo en Cataluña o la fuerte pero pacífica contestación social a los recortes del gobierno y las autonomías en servicios sociales.
Sobre todos esos problemas, el paro, los deshaucios y la falta de soluciones y propuestas frente a la acumulación de dificultades cotidianas y el dudoso rescate de bancos e instituciones en gran parte responsables de la situación de los últimos años.
Resultado: una erosión de la confianza en la política y el gobierno como no se recuerda a un año del cambio de Zapatero por Rajoy en La Moncloa.
Ante ese consumo de información política en los medios conviene plantearse si se está haciendo el periodismo político que los ciudadanos demandan y que puede ayudar más tanto a satisfacer esas expectativas como a resolver los problemas cotidianos, la política de las pequeñas cosas que impacta en la vida diaria de tanta gente.
El periodismo político actual carece de los formatos, narrativas y estilos adecuados para ese consumo de urgencia en móviles y redes sociales. Twitter y la presencia en esta red social de muchos medios y periodistas marca muchos caminos, pero no hay nada parecido en España -ni tampoco en la mayoría de los países de Latinoamérica- a nuevos medios como Quartz (una apuesta por el HTML5 en este caso dirigida a la información económica) o la aplicación Circa, por ejemplo, para intentar adaptar la demanda de información política a ese aumento del consumo en las nuevas pantallas.
Los medios tradicionales concentran su apuesta en la web y en las aplicaciones réplica de las ediciones impresas. Los nuevos medios siguen orientados sobre todo a la web con poca apuesta por las ediciones móviles y para tabletas o las aplicaciones (web apps o nativas).
En los contenidos, la posición editorial de cada medio, la abundancia de periodismo de declaraciones y la confusión entre información y opinión es excesiva.
La demanda de información política reclama otro periodismo, en los contenidos, el estilo y los formatos, adaptado a las nuevas pantallas, pero sobre todo a una demanda informativa exigente en tiempo real y que no puede perderse en el marasmo de la abundancia sin aportar criterio e inteligencia.
Monday, December 03, 2012
Los errores de Murdoch y The Daily
The Daily, el diario para iPad que Rupert Murdoch lanzó en febrero de 2011 cierra. Un nuevo fracaso digital del gran magnate de la prensa, como ya ocurrió con MySpace.
Los males se acumulan para el magnate australiano en el tramo final de su vida con el escándalo de las escuchas de News of the World y la división de News Corporation en dos divisiones: una de entretenimiento y otra de diarios.
El fracaso estaba anunciado porque en The Daily se han cometido algunos grandes errores.
Sin contenido de valor. The Daily nació de la fascinación con el iPad. Steve Jobs se entusiasmó con el empuje del mayor magnate de los medios convencionales a su tableta y aprovechó para oir parcialmente las quejas de los editores y lanzar las suscripciones en iPad.
El acento se puso en la tecnología, la multimedia y los formatos, pero The Daily nunca ofreció contenido de calidad para un supuesto mercado global.
Un producto para un mercado inexistente. No existe nada parecido a un mercado global para los medios. Los mercados de la información son geográficos (nacionales, regionales o locales) o temáticos (negocios, tecnología, etc.)
Ese concepto nebuloso llamado información general no existe. Y menos en un mercado globalizado de nichos y alta segmentación.
The Daily no pertenecía a un país, una ciudad ni un tema. Un medio sin raíces.
La ilusión de que el iPad crearía un territorio, un público, un espacio propio, es una ilusión. Sólo es un soporte (magnífico), pero la información necesita fundamentos y esencia: apelar a lo más íntimo del público, no deslizarse en sus dedos.
Imposible crear un negocio sin audiencia y mercado. Un medio necesita público identificado con sus valores y contenidos. Y un mercado donde su propuesta produzca relación y valor añadido con su audiencia.
Cerrar al pago una marca inexistente nada más nacer es el peor de los errores cuando no ofreces nada exclusivo, que nadie más tenga.
El contenido de The Daily está en muchos otros medios y una tienda de aplicaciones no es un canal exclusivo como los kioskos o los voceros. Por mucho que Apple promocionase The Daily en la primera pantalla de su app store, el público necesita una propuesta de más valor para gastar su dinero.
¿Se puede crear una marca en la era digital sin estar en varios canales y dispositivos? ¿Sin estar en los resultados de Google, donde incluso ha vuelto The Times pese a su paywall? ¿Sin dominar un área de contenido o de cobertura?
No.
El iPad es el nuevo kiosco de los medios, pero el canal no basta.
Un medio asocial y de otro tiempo. The Daily apostó por el soporte más innovador, pero se olvidó de la influencia del flujo social, el poder de las recomendaciones frente a los criterios periodísticos y los algoritmos. The Daily no estaba en las redes sociales con una estrategia adecuada para ayudar a implantar la marca y promocionar sus contenidos.
Desdeñó la era del tiempo real, cuando la información se vive, no sólo se cuenta. Su planificación de una edición diaria, al estilo de los periódicos, va contra la naturaleza del ecosistema digital.
Un modelo de negocio equivocado: nadie paga por lo que no aprecia. El esnobismo no es un modelo de negocio. Sólo una herramienta si se utiliza adecuadamente. The Daily se cerró al pago digital sin crear antes ni audiencia ni marca. Y es casi imposible conseguir esas dos condiciones básicas en el ecosistema digital si eres opaco para los buscadores, asocial y cobras antes de que la gente tenga tiempo a desearte.
El fiasco de The Daily es la mejor ilustración del repetido error de crear un medio digital desde los presupuestos del viejo negocio de la prensa. Cuando cambia el soporte y la distribución, cambia el negocio y el periodismo.
Los males se acumulan para el magnate australiano en el tramo final de su vida con el escándalo de las escuchas de News of the World y la división de News Corporation en dos divisiones: una de entretenimiento y otra de diarios.
El fracaso estaba anunciado porque en The Daily se han cometido algunos grandes errores.
Sin contenido de valor. The Daily nació de la fascinación con el iPad. Steve Jobs se entusiasmó con el empuje del mayor magnate de los medios convencionales a su tableta y aprovechó para oir parcialmente las quejas de los editores y lanzar las suscripciones en iPad.
El acento se puso en la tecnología, la multimedia y los formatos, pero The Daily nunca ofreció contenido de calidad para un supuesto mercado global.
Un producto para un mercado inexistente. No existe nada parecido a un mercado global para los medios. Los mercados de la información son geográficos (nacionales, regionales o locales) o temáticos (negocios, tecnología, etc.)
Ese concepto nebuloso llamado información general no existe. Y menos en un mercado globalizado de nichos y alta segmentación.
The Daily no pertenecía a un país, una ciudad ni un tema. Un medio sin raíces.
La ilusión de que el iPad crearía un territorio, un público, un espacio propio, es una ilusión. Sólo es un soporte (magnífico), pero la información necesita fundamentos y esencia: apelar a lo más íntimo del público, no deslizarse en sus dedos.
Imposible crear un negocio sin audiencia y mercado. Un medio necesita público identificado con sus valores y contenidos. Y un mercado donde su propuesta produzca relación y valor añadido con su audiencia.
Cerrar al pago una marca inexistente nada más nacer es el peor de los errores cuando no ofreces nada exclusivo, que nadie más tenga.
El contenido de The Daily está en muchos otros medios y una tienda de aplicaciones no es un canal exclusivo como los kioskos o los voceros. Por mucho que Apple promocionase The Daily en la primera pantalla de su app store, el público necesita una propuesta de más valor para gastar su dinero.
¿Se puede crear una marca en la era digital sin estar en varios canales y dispositivos? ¿Sin estar en los resultados de Google, donde incluso ha vuelto The Times pese a su paywall? ¿Sin dominar un área de contenido o de cobertura?
No.
El iPad es el nuevo kiosco de los medios, pero el canal no basta.
Un medio asocial y de otro tiempo. The Daily apostó por el soporte más innovador, pero se olvidó de la influencia del flujo social, el poder de las recomendaciones frente a los criterios periodísticos y los algoritmos. The Daily no estaba en las redes sociales con una estrategia adecuada para ayudar a implantar la marca y promocionar sus contenidos.
Desdeñó la era del tiempo real, cuando la información se vive, no sólo se cuenta. Su planificación de una edición diaria, al estilo de los periódicos, va contra la naturaleza del ecosistema digital.
Un modelo de negocio equivocado: nadie paga por lo que no aprecia. El esnobismo no es un modelo de negocio. Sólo una herramienta si se utiliza adecuadamente. The Daily se cerró al pago digital sin crear antes ni audiencia ni marca. Y es casi imposible conseguir esas dos condiciones básicas en el ecosistema digital si eres opaco para los buscadores, asocial y cobras antes de que la gente tenga tiempo a desearte.
El fiasco de The Daily es la mejor ilustración del repetido error de crear un medio digital desde los presupuestos del viejo negocio de la prensa. Cuando cambia el soporte y la distribución, cambia el negocio y el periodismo.
El soberanismo gana en los medios catalanes
"El periodismo catalán tiene dificultades para establecer una agenda propia. Hay un efecto pinza entre el poder político mayoritario (CiU) y las redes sociales, en las que los soberanistas están muy movilizados". Las palabras de Juancho Dumall, director adjunto de El Periódico de Catalunya, resumen una campaña electoral donde la cuestión soberanista ha dominado entre los políticos, en los medios y en la red.
El debate catalán ha estado plagado de propaganda y manipulación, pero también de una información muy polarizada por el sesgo plebiscitario de la consulta. Cuando los ciudadanos han votado, la realidad ha vuelto a ser más compleja y diversa que las columnas de la prensa y el flujo de Twitter.
¿Representan los medios y el periodismo catalán a la sociedad o están atrapados en una agenda partidista?
A Vicent Partal, director de Vilaweb, le sorprendió la virulencia de la prensa de Madrid y las reacciones "poco elegantes" de algunos medios catalanes. La Brunete mediática volvió a cargar contra el nacionalismo, esta vez apoyada por medios de otra orientación editorial pero críticos también con el soberanismo. El borrador policial sobre la presunta corrupción de Artur Mas y Jordi Pujol publicado por El Mundo fue el arma de destrucción masiva que, como en las acusaciones de Bush contra Irak, se fue desvaneciendo una vez conseguido el objetivo.
"Los medios españolistas venden un relato maniqueo y reduccionista, que no cala en Catalunya", opina Àlex Gutiérrez, jefe de Medios del diario Ara y presidente de Escacc, una fundación de estudio de la comunicación en Cataluña. Los datos lo confirman: los diarios, la radio y la televisión en catalán ganaron audiencia durante la larga campaña electoral. Las ediciones en castellano de los diarios catalanes y la prensa de Madrid perdieron lectores, con excepción de El País, según los datos de EGM y del Baròmetre de la comunicació i la cultura, el principal estudio de audiencia catalán.
Los analistas repiten la conclusión sobre las elecciones: el soberanismo centra un debate donde la crisis económica y los recortes en el Estado de bienestar son la cuestión de fondo, tanto para quienes están a favor de la independencia como los contrarios. Resultado: CiU ha perdido su órdago por la mayoría absoluta, los soberanistas de siempre ganan escaños y los pequeños partidos crecen tanto a favor como en contra de la independencia. Reflejo de una sociedad compleja y lejos del pensamiento único que a veces proyectan tanto los medios como las redes sociales.
"Aunque diarios como el nuestro intentaron que el debate en la campaña fuera más allá del soberanismo, de hecho, creamos una sección llamada 'La Catalunya recortada', hay que reconocer que el eje soberanismo/independentismo fue el que más interés despertó en los medios", explica Dumall. Para Partal, la cobertura de los medios "en general fue bastante adecuada" y no cree que los resultados electorales tengan impacto en una reflexión o cambio de orientación editorial en los medios. Las columnas y editoriales de estos días le dan la razón.
El director adjunto de El Periódico no concuerda. "El impacto ha sido fuerte entre quienes apostaban claramente por una mayoría excepcional de Convergència. Ahora viviremos unas semanas de resituación, una especialidad de la prensa catalana, con larga tradición. Creo que diarios como el nuestro, más de centroizquierda y no nacionalistas, lo tienen más fácil, pero para otros será complicado".
En audiencia los medios soberanistas ganan. Las públicas TV3 y Catalunya Ràdio, además de RAC1, la radio de La Vanguardia, son los principales beneficiados. Con una caída general en la audiencia de diarios, La Vanguardia –impulsada por su edición en catalán, ya mayoritaria– y Ara crecen según los datos del Baròmetre. El EGM mejora los resultados de El Periódico y no de La Vanguardia.
Entre la prensa de Madrid sólo El País, con larga tradición en Cataluña y el diario estatal con una visión más moderada, aumentó lectores –en EGM y Baròmetre– frente a las pérdidas de El Mundo, ABC o La Razón.
En la caída de la prensa influye su propia crisis y la visión de un exceso de proximidad entre políticos y periodistas, sobre todo columnistas. Desde Ara, Gutiérrez cree que esa contaminación "se deja notar sobre todo en los grandes medios tradicionales". Partal reconoce que "partidos minoritarios como Ciutadans, la CUP o Solidaritat tienen muchos problemas para ser vistos".
La realidad y la gente son más ricas que la visión propuesta desde los medios. Un diagnóstico compartido. "Los medios catalanes tienen que seguir explicando el país desde la complejidad. Los resultados de las elecciones refuerzan esta noción: los catalanes no han optado por el modelo mesías sino que, muy a la catalana, han preferido el todos juntos", afirma Gutiérrez. Para Juancho Dumall, "la sociedad catalana es plural y muy compleja, aunque fuera de Catalunya se siga con los tópicos reduccionistas".
El director adjunto de El Periódico hace una lectura política útil también para los medios: "Bajan los partidos de orden (CiU, PSC) y suben los partidos de protesta (Ciudadanos, CUP, Esquerra), menos implicados en tareas de gobierno y, por tanto, vírgenes en la gestión de la crisis".
Muchos ciudadanos reclaman también medios con otra visión, donde las minorías críticas no sean ahogadas por el pensamiento mayoritario. El resultado de las elecciones en Cataluña, como antes las gallegas, vascas y las últimas generales, repite la demanda de otras voces y visiones. Más pluralismo, más cercanía, más información sobre la vida cotidiana. Un periodismo más apegado al público y más independiente del poder.
Análisis en ElDiario.es
Friday, November 30, 2012
Credibilidad y transparencia: debilidades del informe Leveson
El informe Leveson sobre la prensa británica (resumen) está escrito por un juez y se concentra en la prensa. De eso derivan sus principales debilidades: exceso de legalismo y falta de visión integral de una sociedad de la información abierta, donde todo el mundo comunica y la privacidad se publica.
Las recomendaciones para formar un nuevo organismo regulador independiente de políticos y periodistas dejan a la propia sociedad y a los medios digitales al margen. Un escenario imposible cuando la digitalización multiplica la información y la propia vida se publica. Esos medios aportan también algunas herramientas para la autorregulación ética de todos.
El juez Leveson sufre la misma miopía digital de una gran parte de la prensa. Su declaración de la imposibilidad de regular internet (págs. 164 a 179, volumen 1), la diferencia cualitativa (periodística) y cuantitativa (audiencia) que establecer entre prensa y medios en internet, unida a la afirmación de que la red se mueve en un "vacío ético" son argumentos del siglo XX. Muy lejos del presente y el futuro de una sociedad digital.
El periodismo, sea cual sea su naturaleza y soporte, no necesita más regulación que las leyes comunes: penal, civil, mercantil, protección de datos, etc. La mejor ley es la menos intervencionista y la que más rápido y con eficiencia actúa cuando es necesario.
Ahí es donde está la debilidad de la justicia. A menudo contaminada por los poderes y su influencia y relación con algunos medios. Otras por la falta de adecuación a una sociedad moderna que requiere una justicia más rápida y eficiente. Y a veces por la diferencia de criterios entre jueces sin una jurisprudencia clara.
Ninguna reparación es posible cuando pasan cuatro o cinco años desde la denuncia de los hechos.
La principal responsabilidad del periodismo es social y democrática. Por eso requiere exigentes criterios éticos en la industria, la profesión, la práctica y un consenso directo y transparente con el público.
Nadie queda excluido de esa responsabilidad, papel, audiovisual, digital, etc. La ética no tiene soporte. La responsabilidad no está en un papel ni en una pantalla, sino en la relación entre quienes informan y opinan y quienes reciben, leen o ven sus mensajes.
La pérdida de la credibilidad del periodismo actual es sobre todo responsabilidad de medios y periodistas. Pero la falta de control social es palpable. Internet y los medios digitales actúan en dos direcciones: por una parte mejoran el control, la crítica y la corrección de errores, pero por otro aumentan el sensacionalismo, el rumor y la superficialidad de la información.
Corregirlo es una tarea de todos, social y democrática.
Independencia de los poderes y transparencia. La mayor crítica de Leveson y su investigación es a la excesiva cercanía e influencia entre políticos, polícía y prensa. Cierto. Pero hay muchos olvidos en las 2.000 páginas del informe. Entre otras la influencia de los poderes económicos -sobre todo los financieros y las grandes empresas- en una prensa acechada por la crisis y siempre pendiente de los beneficios económicos.
No es un problema de la prensa. La concentración y esclerotización del poder en ciertos núcleos e instituciones es un déficit democrático histórico. Afecta a todos y el periodismo no se libra. Cuando los medios actúan como poderes -el caso Murdoch- se comportan igual que el resto. Ese es el demonio interno de unos medios que muchas veces son más negocio que periodismo.
La cura es la misma que la de la propia democracia: transparencia, accountability, más pluralismo y una sociedad crítica que defienda la importancia y los valores de la información de calidad.
Todo es periodismo. Al menos nadie debería quedar excluido de comportarse como tal y por tanto con las obligaciones consiguientes. Ese es el terreno común de los medios, los blogs, las redes sociales, los ciudadanos, etc. Cuando se hace periodismo, es decir, se comunican información y opiniones sobre hechos y personas de interés público, todos los que ejerzan esa actividad -sea ocasional o permanente- están obligados por la ética de la información y por tanto sometidos a las mismas reglas y criterios sin división por soportes ni canales.
Sensacionalismo, opinión infundada, rumores, invasión de la privacidad sin interés público, manipulación, propaganda, etc. son iguales para todos los que comunican.
La sistematización de esa actividad a través de una entidad institucional o comercial sólo aumenta la exigencia de transparencia y responsabilidad. Pero no excluye a las personas privadas ni a otras entidades.
Herramientas para la transparencia y la responsabilidad, mejor que leyes y reguladores sectoriales. El juez Leveson repara en algo importante: "Rebuttals and denials of allegations can take place instantly, helping if not to kill a story at least to provide the subject of the story with a voice and make users aware that the veracity of the allegation or story may be in doubt".
Los medios digitales aumentan la interactividad, reaccionan en tiempo real y permiten sistemas de transparencia y control por el público y los propios periodistas más eficientes.
El gran desafío ético del periodismo es incorporar esas herramientas de transparencia y control social de la información en todas sus plataformas y soportes. Sin excluir la televisión, la radio ni el papel.
El control del rigor y los errores, pero también del respeto a la privacidad y el derecho a la réplica y la corrección de datos debe ser incorporado en todos los medios digitales -como muchos hacen ya, al menos en sus más básicas formas- pero también en el resto de medios, donde la incorporación de esas enmiendas y críticas de valor del público son esenciales.
Incluso en los formatos no digitales y donde la gestión del tiempo o el espacio complica estas prácticas se pueden usar direcciones (URL) cortas, códigos QR y otros símbolos y herramientas que marquen la información objetada y lleven a la audiencia fácilmente al soporte más adecuado para sostener esa labor de control social y democrático.
Una parte de los 4,8 millones de euros (3,9 mill. de libras), el tiempo y los expertos que se han empleado en el informe Leveson hubieran sido de mejor provecho si hubieran servido para que un grupo de expertos diseñara y propusiera varias herramientas de control, réplica y contraste de la información con el objetivo de ser consensuadas e implementadas por los medios.
Será más fácil lograr un consenso ético e instrumental de este tipo que cerrar la Press Complaints Commission y crear un nuevo órgano regulatorio.
Como en el propio periodismo, los medios y también en los poderes públicos, la demanda de más exigencia, responsabilidad y transparencia es ineludible. Como en la propia producción y edición de la información, no son necesarios más procesos complejos, órganos y burocracia.
Necesitamos criterios eficientes y herramientas adecuadas para garantizar la calidad y la transparencia.
Existen o tenemos la capacidad de crearlas. No compliquemos la vida, el periodismo y la democracia con más regulación: aumentemos el control y la participación social. Es la mejor forma que conocemos de aumentar los criterios y exigencia para todos y de minimizar los daños.
Menos leyes, más responsabilidad, apertura y participación.
Como decía Walter Lippmann y siempre repito: "La calidad de las noticias en la sociedad es un índice de su organización social".
Esa es una tarea de todos en la que a los periodistas, sea cual sea su medio de llegar al público, profesionales o aficionados, nos corresponde mayor responsabilidad y luchar para aumentar la comprensibilidad, utilidad, rigor y eficiencia de la información.
Apliquemos a los problemas de la sociedad de la información soluciones del siglo XXI.
Las recomendaciones para formar un nuevo organismo regulador independiente de políticos y periodistas dejan a la propia sociedad y a los medios digitales al margen. Un escenario imposible cuando la digitalización multiplica la información y la propia vida se publica. Esos medios aportan también algunas herramientas para la autorregulación ética de todos.
El juez Leveson sufre la misma miopía digital de una gran parte de la prensa. Su declaración de la imposibilidad de regular internet (págs. 164 a 179, volumen 1), la diferencia cualitativa (periodística) y cuantitativa (audiencia) que establecer entre prensa y medios en internet, unida a la afirmación de que la red se mueve en un "vacío ético" son argumentos del siglo XX. Muy lejos del presente y el futuro de una sociedad digital.
El periodismo, sea cual sea su naturaleza y soporte, no necesita más regulación que las leyes comunes: penal, civil, mercantil, protección de datos, etc. La mejor ley es la menos intervencionista y la que más rápido y con eficiencia actúa cuando es necesario.
Ahí es donde está la debilidad de la justicia. A menudo contaminada por los poderes y su influencia y relación con algunos medios. Otras por la falta de adecuación a una sociedad moderna que requiere una justicia más rápida y eficiente. Y a veces por la diferencia de criterios entre jueces sin una jurisprudencia clara.
Ninguna reparación es posible cuando pasan cuatro o cinco años desde la denuncia de los hechos.
La principal responsabilidad del periodismo es social y democrática. Por eso requiere exigentes criterios éticos en la industria, la profesión, la práctica y un consenso directo y transparente con el público.
Nadie queda excluido de esa responsabilidad, papel, audiovisual, digital, etc. La ética no tiene soporte. La responsabilidad no está en un papel ni en una pantalla, sino en la relación entre quienes informan y opinan y quienes reciben, leen o ven sus mensajes.
La pérdida de la credibilidad del periodismo actual es sobre todo responsabilidad de medios y periodistas. Pero la falta de control social es palpable. Internet y los medios digitales actúan en dos direcciones: por una parte mejoran el control, la crítica y la corrección de errores, pero por otro aumentan el sensacionalismo, el rumor y la superficialidad de la información.
Corregirlo es una tarea de todos, social y democrática.
Independencia de los poderes y transparencia. La mayor crítica de Leveson y su investigación es a la excesiva cercanía e influencia entre políticos, polícía y prensa. Cierto. Pero hay muchos olvidos en las 2.000 páginas del informe. Entre otras la influencia de los poderes económicos -sobre todo los financieros y las grandes empresas- en una prensa acechada por la crisis y siempre pendiente de los beneficios económicos.
No es un problema de la prensa. La concentración y esclerotización del poder en ciertos núcleos e instituciones es un déficit democrático histórico. Afecta a todos y el periodismo no se libra. Cuando los medios actúan como poderes -el caso Murdoch- se comportan igual que el resto. Ese es el demonio interno de unos medios que muchas veces son más negocio que periodismo.
La cura es la misma que la de la propia democracia: transparencia, accountability, más pluralismo y una sociedad crítica que defienda la importancia y los valores de la información de calidad.
Todo es periodismo. Al menos nadie debería quedar excluido de comportarse como tal y por tanto con las obligaciones consiguientes. Ese es el terreno común de los medios, los blogs, las redes sociales, los ciudadanos, etc. Cuando se hace periodismo, es decir, se comunican información y opiniones sobre hechos y personas de interés público, todos los que ejerzan esa actividad -sea ocasional o permanente- están obligados por la ética de la información y por tanto sometidos a las mismas reglas y criterios sin división por soportes ni canales.
Sensacionalismo, opinión infundada, rumores, invasión de la privacidad sin interés público, manipulación, propaganda, etc. son iguales para todos los que comunican.
La sistematización de esa actividad a través de una entidad institucional o comercial sólo aumenta la exigencia de transparencia y responsabilidad. Pero no excluye a las personas privadas ni a otras entidades.
Herramientas para la transparencia y la responsabilidad, mejor que leyes y reguladores sectoriales. El juez Leveson repara en algo importante: "Rebuttals and denials of allegations can take place instantly, helping if not to kill a story at least to provide the subject of the story with a voice and make users aware that the veracity of the allegation or story may be in doubt".
Los medios digitales aumentan la interactividad, reaccionan en tiempo real y permiten sistemas de transparencia y control por el público y los propios periodistas más eficientes.
El gran desafío ético del periodismo es incorporar esas herramientas de transparencia y control social de la información en todas sus plataformas y soportes. Sin excluir la televisión, la radio ni el papel.
El control del rigor y los errores, pero también del respeto a la privacidad y el derecho a la réplica y la corrección de datos debe ser incorporado en todos los medios digitales -como muchos hacen ya, al menos en sus más básicas formas- pero también en el resto de medios, donde la incorporación de esas enmiendas y críticas de valor del público son esenciales.
Incluso en los formatos no digitales y donde la gestión del tiempo o el espacio complica estas prácticas se pueden usar direcciones (URL) cortas, códigos QR y otros símbolos y herramientas que marquen la información objetada y lleven a la audiencia fácilmente al soporte más adecuado para sostener esa labor de control social y democrático.
Una parte de los 4,8 millones de euros (3,9 mill. de libras), el tiempo y los expertos que se han empleado en el informe Leveson hubieran sido de mejor provecho si hubieran servido para que un grupo de expertos diseñara y propusiera varias herramientas de control, réplica y contraste de la información con el objetivo de ser consensuadas e implementadas por los medios.
Será más fácil lograr un consenso ético e instrumental de este tipo que cerrar la Press Complaints Commission y crear un nuevo órgano regulatorio.
Como en el propio periodismo, los medios y también en los poderes públicos, la demanda de más exigencia, responsabilidad y transparencia es ineludible. Como en la propia producción y edición de la información, no son necesarios más procesos complejos, órganos y burocracia.
Necesitamos criterios eficientes y herramientas adecuadas para garantizar la calidad y la transparencia.
Existen o tenemos la capacidad de crearlas. No compliquemos la vida, el periodismo y la democracia con más regulación: aumentemos el control y la participación social. Es la mejor forma que conocemos de aumentar los criterios y exigencia para todos y de minimizar los daños.
Menos leyes, más responsabilidad, apertura y participación.
Como decía Walter Lippmann y siempre repito: "La calidad de las noticias en la sociedad es un índice de su organización social".
Esa es una tarea de todos en la que a los periodistas, sea cual sea su medio de llegar al público, profesionales o aficionados, nos corresponde mayor responsabilidad y luchar para aumentar la comprensibilidad, utilidad, rigor y eficiencia de la información.
Apliquemos a los problemas de la sociedad de la información soluciones del siglo XXI.
Tuesday, November 27, 2012
Objetivo: aumentar la legibilidad de la información
El periodismo tiene un grave problema: los temas más importantes para la democracia y la vida pública sufren un déficit de legibilidad y claridad. La dificultad para la comprensión de esta información es un problema de competencia de los periodistas y los medios, no de la naturaleza de las noticias. Superar la brecha de la comprensibilidad es indispensable para no sucumbir a la manipulación, la propaganda o la irrelevancia del propio periodismo.
Un estudio de la Universidad de Bristol analiza el estilo de los medios británicos y estadounidenses para sancionar algunas conclusiones ya sabidas, como la mayor carga emocional y la más fácil lectura de los diarios populares frente a los serios.
Pero el análisis de 2,5 millones de artículos de casi 500 fuentes a través de inteligencia artificial y métodos cuantitativos alerta de la urgencia de aumentar la comprensibilidad de los temas más vinculados con la vida pública (política, economía, negocios, medio ambiente o ciencia) si no queremos sufrir un empobrecimiento de la importancia de la información para la gobernanza y gestión de los asuntos de todos.
La otra conclusión, repetida pero no menos importante, es la enorme brecha de género que los medios continúan proyectando sobre toda la sociedad. El resultado es la perpetuación de la desigualdad entre hombres y mujeres y la proyección de una imagen machista de la actualidad.
Las conclusiones del estudio urgen a trabajar en mejorar el estilo, la claridad y los contenidos de la información en un tiempo de lectura rápida y déficit de atención. La misión de los periodistas es hacer comprensibles y acercar a los diferentes lectores la información sin renunciar a la profundidad, pero aumentando la comprensión y reduciendo el ruido que entorpece la inteligencia y el juicio del público. Claridad y concisión. Si los grandes diarios tienen un déficit de legibilidad están en problemas.
La distorsión y opacidad de la información tiene dos componentes principales: la calidad del reporteo y del estilo. No se explica bien lo que no se entiende, una máxima conocida por todos pero a menudo transgredida, tanto por los déficit del reporterismo -propios del periodista, mala organización de la redacción, escasez de recursos o de criterios periodísticos- como por el dominio de las fuentes sobre el contenido, el mensaje y el lenguaje.
El análisis de los investigadores se centra en dos parámetros muy sencillos: la comprensibilidad lingüística de las noticias y la subjetividad (fundamentalmente emocional) en el lenguaje. Tan sólo con esos dos ejes surge claramente la falta de legibilidad de las áreas informativas tradicionalmente denominadas duras (hard news) frente a las blandas (soft news).
Frente a un tronco central de contenidos con legibilidad y subjetividad media (deportes, tiempo, tragedias naturales) aparecen las áreas de cultura y moda con fuerte subjetividad pero lectura fácil. Al otro lado están la politica, la economía o la ciencia. Áreas de lectura complicada aunque el grado de subjetividad no es muy alto en la media de las fuentes examinadas: centrada en las noticias, no en la opinión y otros géneros más personales.
Como comentaba hace unos días el periodismo necesita repensar la forma de abordar contenidos como los políticos. El problema fundamental es la cada vez menor calidad y cantidad de información (en su sentido periodístico, no cuantitativo) frente a la abundancia de propaganda, declaraciones, rumores y especulaciones que a menudo no tienen un correlato real, fáctico, en la vida real de la sociedad.
Es el control del lenguaje por el poder: los políticos y sus asesores, pero también los poderes económicos e intelectuales. Una gran parte de los medios y los periodistas se dejan contaminar -inconscientemente o como parte de la maquinaria de propaganda- de un discurso que erosiona la confianza de los ciudadanos en la política y en el periodismo. Con su enorme impacto en la calidad democrática y en la utilidad de la información para la vida de las personas.
Algo parecido ocurre cada vez más con la economía y los negocios. Más allá de los tecnicismos y la complejidad de algunos temas, una gran parte de la información económica podría dividirse hoy en dos grandes áreas: la ideológica y la endogámica.
La ideología ha suplantado la racionalidad del lenguaje y la información económica. El fracaso del periodismo económico -como de una gran parte de la economía y los economistas- es patente sobre todo desde el origen de la crisis financiera y su incapacidad para no ya preverla, sino alertar de los peligros de la conductas económicas que acabaron con la explosión de las burbujas financiera e hipotecaria.
La información endogámica se presenta equivocadamente como especializada o segmentada, pero en muchos casos no es más que la conversación onanista de un grupo de interés encerrado en la protección de su espacio e intereses económicos, sociales o políticos. Una tendencia en aumento en parte por la tribalidad de las comunicaciones y redes digitales, un mecanismo de reafirmación y protección frente a la saturación informativa y la fragmentación social y de la propia información.
En España y muchos otros países el fracaso del periodismo político y económico se agrava en estos primeros años de siglo XXI por su irrelevancia e ineficacia frente a la mala gestión y el disparatado uso del dinero público por muchas administraciones y cargos públicos.
O acabamos con esta brecha de información y comprensión o no hay arreglo para el periodismo de calidad. Walter Lippmann se pasó la vida alertándonos sobre la maldición del estereotipo y el prejuicio para la calidad de la información. Otros como John Dewey, Jurgen Habermas y tantos más (entre ellos nuestro Manuel Vázquez Montalbán, ejemplo de claridad) nos recordaron con persistencia de la ocupación de la inteligencia -personal y democrática- por el lenguaje del poder.
Lippmann aseguraba que "la calidad de las noticias en la sociedad es un índice de su organización social". Esa es la enorme responsabilidad del periodismo. La renuncia de la inteligibilidad es uno de sus mayores pecados y un índice del fracaso de la profesión periodística. La rebeldía de la inteligencia y el trabajo periodístico es irrenunciable para filtrar la publicidad y la propaganda, mensajes emocionales e interesados legítimos en otras áreas, pero que nunca deben confundirse con la información periodística.
Coda para reflexionar: No es desdeñable que de nuevo los medios satíricos como The Onion, Revista Mongolia o muchos programas y talk shows de televisión sean más claros para muchos ciudadanos que los grandes medios informativos.
Monday, November 26, 2012
Lecciones de las elecciones catalanas
Foto de Lluis Gene (AFP/EL País)
Jordi Pujol atisba desde el balcón del Hotel Majestic y no lo cree. La realidad ha ganado a la política mesiánica. La gente no cede a la propaganda. Cataluña es una nación y tiene un destino, pero sin dejar a nadie atrás ni aventurarse en una orilla incierta de Europa. El soberanismo no acaba con la crisis y la vida cotidiana es más rica y compleja que las simplificaciones y los arquetipos rígidos de la propaganda. No gana España, como vuelve a equivocarse La Vanguardia y los periodistas más ocupados del poder y la pluma que de la gente.
La gente vota, quiere política y soluciones, no discursos. La visión del paralaje que transmuta la realidad por el desplazamiento voluntario del observador no cuela. Los ciudadanos están en el núcleo de la realidad.
Es mi resumen de lo ocurrido en las elecciones catalanas de ayer. La derrota personal de la victoria de Artur Mas es el fracaso de la política oportunista y mesiánica. Con Cataluña volcada en el voto (69,5%) la sociedad ha mostrado su pluralismo, su división y su falta de confianza en los chamanes.
La sospecha de la corrupción y el borrador policial aireado por El Mundo han vuelto a emponzoñar la política y a indignar a todos sin que nadie aporte pruebas ni responsabilidades. El espectáculo de un presidente del gobierno apegado al silencio, como siempre, mientras su vicepresidenta y varios ministros aireaban sospechas sin acusaciones responsables al tiempo que el responsable de Interior afirmaba desconocer los maledicentes informes son otra lección de cinismo político y de maltrato a una democracia devaluada por los profesionales de la política.
España, mejor dicho el actual statu quo español, ha ganado las elecciones catalanas, para un largo, largo, periodo históricoNo hay vuelta al status quo. La crisis, la reforma de la situación institucional y política de Cataluña en el estado y en Europa está por resolver. Los catalanes votaron contra aventuras inciertas, pero apoyan en su mayoría el cambio de una situación insostenible.
— Enric Juliana Ricart (@EnricJuliana) November 25, 2012
En el principio está el dinero con un sistema de financiación autonómica injusto y desproporcionado. La crisis y la insatisfacción con la gestión de las finanzas públicas exacerba la demanda de cercanía a la gestión. Pero no será el campeón de los recortes al estado de bienestar construido durante 30 años quien patronee con una "mayoría excepcional" ese giro. El capitalismo castizo no se supera con cuentas de botiguer.
Gana la dignidad ciudadana y nacional, a menudo pisoteada, desdeñada y atacada por los filibusteros de la crispación. El choque de nacionalismos daña a todos cuando la democracia debe ser más razón que emoción. Ante tanto fuego cruzado los ciudadanos quieren respeto: unos, para defender su derecho a decidir; otros, para no ser despreciados como ciudadanos de segunda sólo por no coincidir plenamente con la mayoría.
La democracia vuelve a demostrar que su esencia es el respeto a las minorías, el pluralismo y la integración, no el totalitarismo de los discursos mayoritarios que olvidan a quienes no los comparten.
El Parlament de Cataluña está más dividido y cada cual más en su sitio: no hay mayorías ni liderazgos de excepción, los independentistas reales ganan escaños pero dentro de una izquierda que debe atender la crisis y las demandas cotidianas de los ciudadanos con urgencia y sensibilidad social, se hunde el PSC en otro peldaño del desplome de un PSOE inútil, resiste el PP como gran partido del centroderecha español y se multiplica la resistencia antinacionalista de Ciutadans.
La democracia de las pequeñas cosas, de los problemas reales y cotidianos, gana. Sea cual sea el modelo de estado, lo importante es la gente.
Pujol fuerza los ojos y otea incrédulo desde el Majestic. Tanta propaganda, tantos medios públicos y privados, con La Vanguardia y TV3 al frente, con una visión tan sesgada de la sociedad de Cataluña. Tantos envites desde la derecha mediática madrileña. Tanto ruido. En las urnas, más razón democrática de la esperada.
Quién nos iba a decir que en la redacción de EL MUNDO tendríamos la sensación de haber ganado unas elecciones autonómicas en Cataluña!El Mundo no ha ganado las elecciones y ha contribuido un poco más a devaluar cierta política y cierto periodismo. El periodismo debe investigar y denunciar, pero con la veracidad, transparencia y credibilidad tan ausentes en el affaire del borrador, un caso Dreyfus que ante la ausencia de zolas -aunque sobren postulantes- espera reacción ciudadana.
— Pedro J. Ramirez (@pedroj_ramirez) November 25, 2012
Pero la democracia ha ganado. Cinco conclusiones subjetivas:
- La realidad es lo primero. La política de las cosas cotidianas, de la economía real, el trabajo, la salud, la educación y la inclusión social es más importante que las banderías y los inventos políticos que abandonan a muchos.
- Sin líderes. Una elección más se comprueba la falta de líderes en una sociedad necesitada de voces más participativas y abiertas. Una sociedad en red donde la deliberación cotidiana y la participación crean un tejido necesitado de liderazgos transparentes, abiertos y confiables. Ninguno de los grandes líderes políticos cumple esas premisas, como muestran todas las valoraciones.
- Un país dividido. Cataluña es hoy un país más dividido y fragmentado. Una mayoría quiere el derecho a decidir su futuro, pero atendiendo a las necesidades cotidianas y sin arrasar al resto de una sociedad plural con decisiones traumáticas. Frente al ruido político y mediático de la tensión España vs. Cataluña, se imponen debate, acuerdos, inteligencia y respeto.
- Otra izquierda frente a un PP de mayorías. El PSOE acentúa su camino hacia la irrelevancia, aunque se salva de un despeñamiento augurado por unas encuestas que se equivocaron persistentemente. Una nueva izquierda con Bildu, Esquerra+CUP y Alternativa Galega empuja desde las naciones históricas mientras IU e ICV recogen parte de la indignación pero también sufren la presión de los nuevos planteamientos.
El PP, tras las generales, gallegas, vascas y catalanas, se consolida como el único gran partido de gobierno que mantiene mayorías absolutas. La fragmentación de la oposición refuerza su poder y obliga a repensar el escenario político de los próximos años. - Demasiada propaganda, mucha insidia, poco periodismo. El periodismo de los grandes medios de comunicación es otro de los grandes dañados de la batalla electoral. La división entre medios de poder y medios de gente se agudiza. El periodismo debe reflexionar. El fracaso del exceso de opinión sesgada, arrumbada al discurso del poder es patente. La credibilidad no puede estar fundada en borradores y acusaciones sin pruebas ni mayor investigación. La sospecha no debe marginar a la verdad. Ayuda la persistente corrupción de los grandes partidos y la esclerosis estéril de las investigaciones judiciales demoradas durante años.
El periodismo como discurso de poder y como arma partidista tan visto en esta campaña no es el que debiera acompañarnos en una mejor democracia.
La sociedad lo demanda.
Tuesday, October 23, 2012
Rap para noticias: la necesidad de otra información política
El medio de investigación norteamericano Propublica utiliza un vídeo con el rap Money is Speech para llamar la atención de los jóvenes sobre el control del dinero sobre la política americana, tan dependiente de los donantes para las campañas electorales.
Una buena iniciativa más allá de la gamificación de la información para atraer el interés sobre su gran cobertura del poder del dinero en la campaña electoral norteamericana.
Propublica intenta llamar la atención de los jóvenes, cada vez más alejados de los medios informativos tradicionales y más informados a través de las redes sociales, el vídeo y los móviles. La música de la calle, que hace ya mucho tiempo tiene un alto componente político y social, es una buena elección para intentar concienciar a los votantes jóvenes de uno de los grandes problemas de la democracia corporativa.
No es la primera vez que las canciones se usan para la información. De hecho la invención es vieja, tanto que los antiguos romances incluían siempre las historias de lo que no se debía olvidar o que los más desinformados debían conocer.
El rap, y más concretamente su jerga, el slang que lo caracteriza, ya fue utilizado hace diez años por la CNN para intentar acercar sus noticias al público joven.
Pero el uso por Propublica de un vídeo y un rap para acompañar su cobertura electoral tiene mucho que ver con el debate que ayer proponía sobre la necesidad de cambiar la información política.
Hay varios hechos y tendencias que no pueden seguir pasando inadvertidos o ignorados. Un listado impuro, imperfecto e incompleto:
- La información política es cada vez más endogámica y sectaria. La cobertura se ha polarizado para votantes y simpatizantes. El sesgo de la mayoría de los medios responde a la ideología de su público y de la propia cabecera, con un riesgo importante para la credibilidad.
- La información política no existe. Cada vez hay menos información y más propaganda. Los partidos no funcionan como colectivos de ideas. El poder está muy concentrado en las cúpulas de las organizaciones y en muy pocas personas.
La falta de debate interno y de responsabilidad de los diputados y cargos públicos hace que el poder se concentre, con lo que la valía de las fuentes es cada vez menor por la escasa influencia que tienen en los hechos.
La información política se llena de opiniones, rumores y propaganda, pero la verdadera información es muy escasa - Mala política, mala información. Cuando la política es deficiente, como demuestra la desafección de los ciudadanos, el periodismo se empobrece. Y más cuando es tan dependiente de las declaraciones y tan alérgico y despreocupado de los hechos.
La falta de contraste, con la realidad, los documentos oficiales, etc. es tan palmaria que cuando surgen informaciones que desvelan lo que se ha hecho en realidad frente a la letanía de promesas y declaraciones diarias se convierten en éxitos informativos. Falta ese ejercicio diario y más profundo. Algunas iniciativas ciudadanas y en internet tratan de paliar esa carencia. - Acabar con el periodismo de declaraciones, el periodismo figurante de las ruedas de prensa sin preguntas, de las declaraciones propagandísticas, de las comparecencias de políticos pensadas para los totales de la televisión, no para responder e informar a la ciudadanía.
Algunas propuestas que hicimos desde la Asociación de la Prensa de Madrid y otras personales de ya hace algún tiempo atrás.
La información declarativa es tan mala y perniciosa que todavía me indigno cuando un periodista, director o editor pregunta por qué triunfan publicaciones como The Economist, Propublica y otras que hacen su trabajo: ¡Es la información, estúpidos! - Acabar con la confusión de opinión, análisis e información. La contaminación de la opinión en la información, especialmente en la política, es un viejo mal denunciado una y mil veces. Es la renuncia a la información por el periodismo de bajo coste y de peor calidad intelectual y moral.
Un mal que se ha radicalizado con la invasión de las tertulias, ese pseudogénero santificado por la televisión de bajo coste que está llevando a un empobrecimiento terrible de la democracia y el periodismo.
Acabar con la ronda de políticos y periodistas -siempre los mismos- repitiendo los mismos argumentarios que los partidos les preparan, con los mismos razonamientos que les comunican sus fuentes en las cúpulas orgánicas de la política, y con afirmaciones inapelables sobre acontecimientos que sólo conocen a golpe de titular y ojeo de medios es una necesidad para la regeneración democrática y periodística.
Caben las tertulias, pero cuando están enfocadas y reúnen a participantes expertos y con conocimiento directo de los asuntos que se tratan, sean periodistas o expertos en cada materia. Basta ya de bla, bla, bla. - Denunciar el lenguaje del poder. El discurso político no está interesado en la verdad, tampoco en la reflexión ni en el gobierno, ni siquiera en la ciudadanía. Está concentrado en el poder y la miseria intelectual de una gran parte de la clase política y periodística lo amplifica para convertir en axiomas los tópicos, intereses, ideología y propaganda de unos y otros.
La denuncia y la crítica de ese lenguaje orwelliano es imprescindible para restablecer una democracia inteligible para todos.
Creo que ese empeño, el de la inteligencia sin soberbia ni prejuicios es la base del éxito de Jordi Évole y su Salvados. - La información política está en las redes sociales. Cada vez más ciudadanos se informan y debaten en las redes sociales. Las redes son el nuevo espacio público de la democracia y la globalización. Crecen los titulares, las opiniones, las reacciones. Pero muchas sin llegar a leer la información que enlazan los tuits, sin acceder a información de calidad sobre lo que se dice.
En otros casos se aportan datos y argumentos útiles. A veces contextualizados, otras veces, no.
La dispersión de la atención, la redundancia natural de las redes, la falta de profundidad en la mayoría de la información y la reacción y opinión inmediata sobre lo que no se conoce adecuadamente es un desafío para el periodismo y para la democracia. - Solucionar el problema de los filtros y la mediación. El gran desafío de la abundancia y la rapidez es crear los filtros necesarios para ayudar a las personas a manejar mejor la información. El problema no es sólo la mediación o el acceso directo a los datos y fuentes, sino que se sitúa en dos planos:
el operativo: cómo mejorar la gestión personal de la abundancia de información;
el intelectual: cómo mejorar la inteligibilidad de la información y la inteligencia, la reflexión y la crítica, tanto individual como social.
Oscilamos entre los algoritmos y el criterio social, pero ninguno soluciona por ahora el problema. Crecen los agregadores y aplicaciones, pero la tecnología de las pantallas avanza más que la tecnología crítica del intelecto. Los códigos y los circuitos van más rápido que la adaptación y la plasticidad de nuestros cerebros al impacto de la information overload.
Y el periodismo va todavía más lento en esa adaptación. Necesitamos pensar y desarrollar nuevas narrativas, géneros y estilos para un público completamente diferente.
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