Timothy Garton Ash en The Guardian y Lluís Bassets en El País siguen la reflexión sobre la I Ciberguerra Global entre estados y empresas globales en la disputa entre Google y China. Libertades e intereses económicos se entrelazan ocultando la anterior censura de los contenidos del Gran Buscador y los intentos del Partido Comunista Chino para impulsar sus industrias digitales mientras protege su régimen totalitario.
Y la diplomacia se pone en marcha en esta guerra fría, como pedía ayer Google.
El supercapitalismo global se mezcla con política, derechos, libertades y oportunidades de los ciberciudadanos, netizens potenciados por la tecnología.
Cabe preguntarse si no estamos añadiendo a los viejos controles políticos otros de nuevo cuño, ese control 2.0 de la actividad, la comunicación y los contenidos de las personas, pero también de sus ideas y modo de vida, por las empresas que tantas oportunidades ofrecen, pero que también controlan el flujo social y de contenidos en internet.
Cuando ciudadanos de todo el mundo utilizan la Red como espacio de libertad es hora de que las empresas que ejercen el posmoderno control 2.0 de la sociedad conectada se comprometan en defensa de los usuarios y sus derechos.
¿Puede confiarse la libertad a los intereses de una multinacional?
¿Pueden los intereses económicos –en China, España o en cualquier lugar- restringir la libertad de los ciudadanos en internet?
Esa idea anima también la protesta contra la comisión Sinde para bloquear las descargas o los intentos de someter los enlaces a un sistema de pago como el que quieren imponer algunos editores.
Periodismo, medios e ideas | Journalism, media and ideas | Una mirada a los medios, los periodistas y las ideas de la sociedad de la información | A glimpse at the media, journalists and ideas in the information society
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Thursday, March 25, 2010
Monday, March 22, 2010
China vs. Google, I Ciberguerra Global
La I Ciberguerra Global ha estallado. Los contendientes son un estado y el gigante de internet. Es el primer gran enfrentamiento de la sociedad de la información y muestra todas las características de la nueva era del ciberespacio.
El poder de las grandes empresas y los ciberciudadanos desafía las fronteras y el control político. Pero nuevos imperios como el chino intentan sostener su potencia con el control de la economía, la información y la tecnología.
China está empeñada en mantener el control totalitario de su sociedad, pero también lucha por extender el poder económico de sus empresas, dentro y fuera de su territorio.
Google batalla por no perder un mercado tan grande como el chino, sin el cual dejará de ser global. Por eso muda sus operaciones a Hong Kong después de la censura y los ataques del Imperio del Sol. Otro símbolo, la antigua colonia británica sirve de enclave desde el que resistir la ofensiva china.
Un escritor de novela histórica no lo hubiera hecho mejor para revivir las guerras del opio. Pero ahora la mercadería disputada es la información y la comunicación entre los ciudadanos chinos, con el resto del mundo y con sus propios disidentes.
Acabó la política de las cañoneras y ya no hay muros donde detener el avance de la democracia. Pero China ensaya una nueva fórmula para tiempos donde la bonanza económica se valora más que los derechos humanos: riqueza a cambio de libertades, panza llena y una plutocracia mafiosa heredera de los aparatchiks más longevos.
China puede haber dejado de ser roja, pero nunca ha abandonado el nacionalismo. Cortando la expansión de Google intenta respaldar a sus grandes empresas para que sigan ganando territorio y mercados más allá de la gran cibermuralla.
Ahí está la evolución de las cotizaciones en el mercado Nasdaq de Google y Baidu, el dragón chino de internet, en los últimos meses, cuando los tambores de ciberguerra han empezado a sonar. Como antaño se seguían las cotizaciones de las compañías de las Indias Orientales en Europa.
El poder de las grandes empresas y los ciberciudadanos desafía las fronteras y el control político. Pero nuevos imperios como el chino intentan sostener su potencia con el control de la economía, la información y la tecnología.
China está empeñada en mantener el control totalitario de su sociedad, pero también lucha por extender el poder económico de sus empresas, dentro y fuera de su territorio.
Google batalla por no perder un mercado tan grande como el chino, sin el cual dejará de ser global. Por eso muda sus operaciones a Hong Kong después de la censura y los ataques del Imperio del Sol. Otro símbolo, la antigua colonia británica sirve de enclave desde el que resistir la ofensiva china.
Un escritor de novela histórica no lo hubiera hecho mejor para revivir las guerras del opio. Pero ahora la mercadería disputada es la información y la comunicación entre los ciudadanos chinos, con el resto del mundo y con sus propios disidentes.
Acabó la política de las cañoneras y ya no hay muros donde detener el avance de la democracia. Pero China ensaya una nueva fórmula para tiempos donde la bonanza económica se valora más que los derechos humanos: riqueza a cambio de libertades, panza llena y una plutocracia mafiosa heredera de los aparatchiks más longevos.
China puede haber dejado de ser roja, pero nunca ha abandonado el nacionalismo. Cortando la expansión de Google intenta respaldar a sus grandes empresas para que sigan ganando territorio y mercados más allá de la gran cibermuralla.
Ahí está la evolución de las cotizaciones en el mercado Nasdaq de Google y Baidu, el dragón chino de internet, en los últimos meses, cuando los tambores de ciberguerra han empezado a sonar. Como antaño se seguían las cotizaciones de las compañías de las Indias Orientales en Europa.

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