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Tuesday, March 19, 2013

Mala regulación para mala prensa

Perro no come perro. El viejo lema de Fleet Street, la decaída calle de la prensa británica, no impidió que The Guardian revelara el escándalo de las escuchas del News of the World. Fue el periodismo, no el gobierno, los reguladores ni la justicia quienes airearon las miserias del imperio sensacionalista de Rupert Murdoch. El debate sobre la regulación se cierra con un acuerdo político para crear un regulador independiente que sustituya a la fracasada Press Complaint Commission, la autoridad de autocontrol de la prensa británica. Políticos y prensa siguen peligrosamente entrelazados con los ciudadanos al margen, pero cómplices en el consumo de información basura.

El acuerdo -no compartido por muchos diarios- es un fracaso para la prensa y la sociedad. Emerge una pasión regulatoria que empuja la propia Comisión Europea y que se discute hace años en países como España, con el nonato Consejo Audiovisual (CEMA) subsumido en el regulador único propuesto por el gobierno Rajoy.

La nueva regulación británica excluye a las televisiones y sus webs -sometidas a Ofcom, la autoridad de telecomunicaciones y audiovisual- a los blogs y medios digitales que no sean específicamente periodísticos. La opinión y la información digital seguirá limitada sólo por las leyes comunes. Cualquiera podrá tuitear o publicar cualquier injuria o calumnia, pero si lo hace un periodista se someterá a las sanciones del nuevo organismo.

El vigilante de la prensa nace con limitaciones para abarcar el ecosistema digital y atrapado por el pecado capital que tanto los políticos como el informe Leveson, origen de esta regulación, obvian en su acuerdo: el mal de la prensa está en la excesiva proximidad de políticos y medios unida a una ilegítima pasión por airear la privacidad de las personas en lugar de informar sobre lo que realmente afecta al interés público y se desarrolla en un espacio público.

El Gran Hermano de todos vigilando a todos nunca ha sido tan cotilla. No es nuevo, la historia de las dictaduras enseña que las miserias y las debilidades cotidianas son el blanco perfecto de los totalitarios y los censores.

El infinito ciclo de la información 24 horas alimenta al gran monstruo del comentario y la opinión permanente, la lucha por la primicia nimia y la frivolidad de las páginas vistas. La telerrealidad y la privacidad publicada en las redes sociales se enseñorean de la vida que compartimos y baten récords de audiencia.

Ningún organismo de control ha mejorado jamás las noticias, el derecho ciudadano a la información veraz ni a los medios de comunicación. Son la propia sociedad, la profesión periodística y el mercado quienes lo han hecho denunciando excesos, batallando con la propia competencia entre medios, aumentando los criterios de calidad y abandonando a las cabeceras que no representan el sentir y el pensar de su audiencia.

El gran fracaso de los reguladores, de Lehman Brothers a Bankia o Chipre, demuestra que solo funcionan cuando los regulados son transparentes y responsables. Cuando los reguladores no tienen intereses comunes con los vigilados. Cuando la sociedad participa activamente, vigila, reclama y demanda.

La furia por aumentar reguladores hace fruncir el ceño cuando día tras día, de los escándalos financieros a los políticos, los ciudadanos asisten al fracaso de las herramientas de control institucional teóricamente diseñadas para evitar los abusos y proteger a los ciudadanos, consumidores, ahorradores, deudores, etc.

No hay píldora para el déficit ético y democrático. Los organismos de control y regulación son a menudo un placebo para limpiar conciencias. Sin un periodismo crítico, responsable y transparente (escaso), sometido a leyes comunes aplicadas con diligencia (infrecuente), con principios claros (cada día más abandonados) y una separación nítida entre periodismo y política (un sueño), ninguna regulación funciona.

El manto deontológico del nuevo regulador británico esconde las cloacas del poder, compartidas por Murdoch y el resto de barones de la prensa con los políticos. Esa promiscuidad y el desbocado sensacionalismo de algunos medios destruyó al Press Council, antecesor de la Press Complaints Commission, moribunda por las mismas infecciones.

No somos ajenos. Las quejas sobre la credibilidad de la prensa y los medios crecen. La sospecha se extiende a las revelaciones y exclusivas que a menudo pasan de noticia a arma editorial de quienes defienden a unos partidos e intereses contra otros.

Las televisiones públicas languidecen con la amenaza de la privatización y el deterioro de su imagen como propagandistas del poder. Mediaset y Antena 3 han creado un duopolio televisivo sin parangón en los países desarrollados con la aquiesciencia de los gobiernos de Zapatero y Rajoy.

Con un gobierno encerrado en el silencio y la propaganda desbocada y una oposición cuyo partido principal tiene tantos problemas de comunicación internos como externos, el principal mal de la información son las ruedas de prensa sin preguntas y la manipulación burda y descarada de los hechos y el lenguaje.

Ni el nuevo regulador británico es tan malo ni nada hace suponer que mejorará el periodismo y el derecho a la información. Sólo la mayor transparencia de los propios medios a través de su conducta y de herramientas de interactividad con la audiencia previenen de los abusos. Las necesidades del periodismo y las demandas de la audiencia no caben en un órgano de control.

Análisis en ElDiario.es

Wednesday, February 20, 2013

La amenazada credibilidad del periodismo


La credibilidad y honestidad del periodismo está en entredicho. Los ciudadanos encuestados por Metroscopia confían más en los periodistas que en los diputados del Congreso (85% de reprobación) o en los banqueros (84% de desconfianza), pero menos que en policías, abogados o profesores y personal sanitario.
La credibilidad del periodismo tiene una relación directa con la calidad democrática, gravemente dañada. Afortunadamente los medios todavía están por encima de otras instituciones muy deterioradas en la estima pública, pero urge una ofensiva para la recuperación de la credibilidad.
El sectarismo político, que debe distinguirse de una transparente posición editorial, ha contaminado como nunca a la mayoría de la prensa y los medios digitales: la pobreza de las ideas y posiciones políticas malbarata también la calidad de sus propagandistas.
Tanto que incluso las exclusivas y triunfos periodísticos, como los del caso Bárcenas, denuncias de corrupción y otros temas de estos últimos meses no provocan un cambio de actitud suficiente en el público.

En 2010 los estudios del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) otorgaban a los medios de comunicación mayor credibilidad que a los partidos, gobiernos y a la mayoría de las instituciones, pero ya por debajo de otras profesiones y sectores. Al año siguiente, los barómetros del CIS (datos en la tabla adjunta) repetían prácticamente esa opinión sobre los medios, aunque con un ligero ascenso en la confianza.
La televisión, siempre muy por debajo de los diarios en credibilidad, se desacredita sobre todo con el sensacionalismo. El deterioro de los telediarios públicos, especialmente de TVE, acentúa la erosión de la confianza en los medios por su enorme impacto de audiencia y clima informativo general.
La mayoría de los medios sufren además un problema crónico de información parcial y sesgada, inundada y rodeada del exceso de opinión que es desde hace años una losa tanto en la calidad como en la credibilidad de los medios.


Un panorama preocupante (más datos de Metroscopia 2012 en el gráfico) al que se suman algunos elementos más que en mi opinión acaban de minar la confianza en el periodismo.
El primero es la falta de implementación de herramientas sociales, institucionales y técnicas para la transparencia. Los defensores del lector y las cartas no son suficientes en la era del tiempo real y los medios sociales. La gestión de los comentarios, la interactividad con los periodistas, la facilidad para la réplica, el contraste o la corrección de las informaciones son indispensables.
Como lo son también dos viejas tradiciones que se han perdido en la mayoría de los casos: la publicación periódica (al menos cada año) de los principios editoriales para que los lectores puedan comprobar su respeto o no por cada medio, y la publicación clara de los intereses económicos o mediáticos de cada medio o grupo.
El otro factor de pérdida de credibilidad permanente es la falta de legibilidad e inteligibilidad de muchas informaciones, sobre todo las de la información dura: política, economía, legislación, negocios, etc. pero también otras hard news como la ciencia, el medio ambiente y muchos problemas sociales.
La confusión de opinión e información está en el embrión del descrédito y es una de las mayores causas de la falta de interés y entendimiento de la audiencia.
A la confusión por la opinión se suma el mal estilo, la peor redacción, la falta de fuentes identificadas y la mala explicación de muchos acontecimientos y testimonios que a menudo desorientan al público en lugar de ofrecer una idea clara, cabal y práctica de lo acontecido. Resultado: el abandono del interés por las noticias y el aumento del recelo sobre el periodismo.

La situación se agrava con el control del lenguaje por el poder, sobre todo político, y por la falta de explicación -o las explicaciones contradictorias y nunca bien ponderadas- de muchos acontecimientos. El ejemplo de la crisis económica, las políticas para combatirla o el (mal) funcionamiento de la Unión Europea son ejemplos claros.
No se puede explicar bien lo que no se entiende. Un desafío cada vez más importante para los periodistas, sobre todo cuando la mayoría de los medios reducen plantillas y pierden especialistas en áreas cuyo conocimiento profundo es esencial tanto para conseguir las fuentes adecuadas como para poder explicar lo que ocurre sin la contaminación de las ideologías, los intereses particulares o los negocios.
La ideología no sólo ha tomado el lenguaje, también la realidad. La propaganda y la publicidad se extienden más veloces que nunca en los medios, las redes sociales y la vida cotidiana.
Algunas veces la desinformación y los errores se denuncian, pero para una mayoría del público se extiende permanentemente una capa de sospecha sobre gran parte de lo que se comunica.

La teoría clásica del periodismo busca una verdad práctica y democrática. Una visión humana, subjetiva, urgente, incompleta pero honesta de la actualidad. El posmodernismo periodístico ha multiplicado la carga de los elementos emocionales de la información sobre los objetivos, la subjetividad del lenguaje y el periodismo frente a la comprensibilidad y la inteligencia lingüística e informativa.
El desafío es volver a recuperar el equilibrio entre interés, atractivo, relevancia, contexto y autoridad en un escenario de abundancia y rapidez informativa, con un fuerte déficit de atención en el público y una selección cada vez más subjetiva de las fuentes.
Libertad, actitud crítica y profesionalidad son esenciales para aumentar la credibilidad. Separarse de los poderes y las ideologías, cada vez además más desacreditadas, y tomar partido por la gente y sus intereses para gobernar y gestionar la vida cotidiana es cada vez más urgente.

Como recuerdan los clásicos principios del periodismo redivivos hace unos años por el Committee of Concerned Journalists:
1. La primera obligación del periodismo es con la verdad.
2. Su primera lealtad es con los ciudadanos.

4. Sus practicantes deben mantener la independencia de aquellos de los que informan.

Sumar un esfuerzo en la calidad del reporteo, la edición, la separación entre información y opinión, y el uso de canales abiertos y transparentes con las fuentes y la audiencia ayudarán a recuperar la imprescindible credibilidad que justifica el oficio de informar.

Friday, November 30, 2012

Credibilidad y transparencia: debilidades del informe Leveson

El informe Leveson sobre la prensa británica (resumen) está escrito por un juez y se concentra en la prensa. De eso derivan sus principales debilidades: exceso de legalismo y falta de visión integral de una sociedad de la información abierta, donde todo el mundo comunica y la privacidad se publica.
Las recomendaciones para formar un nuevo organismo regulador independiente de políticos y periodistas dejan a la propia sociedad y a los medios digitales al margen. Un escenario imposible cuando la digitalización multiplica la información y la propia vida se publica. Esos medios aportan también algunas herramientas para la autorregulación ética de todos.
El juez Leveson sufre la misma miopía digital de una gran parte de la prensa. Su declaración de la imposibilidad de regular internet (págs. 164 a 179, volumen 1), la diferencia cualitativa (periodística) y cuantitativa (audiencia) que establecer entre prensa y medios en internet, unida a la afirmación de que la red se mueve en un "vacío ético" son argumentos del siglo XX. Muy lejos del presente y el futuro de una sociedad digital.

El periodismo, sea cual sea su naturaleza y soporte, no necesita más regulación que las leyes comunes: penal, civil, mercantil, protección de datos, etc. La mejor ley es la menos intervencionista y la que más rápido y con eficiencia actúa cuando es necesario.
Ahí es donde está la debilidad de la justicia. A menudo contaminada por los poderes y su influencia y relación con algunos medios. Otras por la falta de adecuación a una sociedad moderna que requiere una justicia más rápida y eficiente. Y a veces por la diferencia de criterios entre jueces sin una jurisprudencia clara.
Ninguna reparación es posible cuando pasan cuatro o cinco años desde la denuncia de los hechos.

La principal responsabilidad del periodismo es social y democrática. Por eso requiere exigentes criterios éticos en la industria, la profesión, la práctica y un consenso directo y transparente con el público.
Nadie queda excluido de esa responsabilidad, papel, audiovisual, digital, etc. La ética no tiene soporte. La responsabilidad no está en un papel ni en una pantalla, sino en la relación entre quienes informan y opinan y quienes reciben, leen o ven sus mensajes.
La pérdida de la credibilidad del periodismo actual es sobre todo responsabilidad de medios y periodistas. Pero la falta de control social es palpable. Internet y los medios digitales actúan en dos direcciones: por una parte mejoran el control, la crítica y la corrección de errores, pero por otro aumentan el sensacionalismo, el rumor y la superficialidad de la información.
Corregirlo es una tarea de todos, social y democrática.

Independencia de los poderes y transparencia. La mayor crítica de Leveson y su investigación es a la excesiva cercanía e influencia entre políticos, polícía y prensa. Cierto. Pero hay muchos olvidos en las 2.000 páginas del informe. Entre otras la influencia de los poderes económicos -sobre todo los financieros y las grandes empresas- en una prensa acechada por la crisis y siempre pendiente de los beneficios económicos.
No es un problema de la prensa. La concentración y esclerotización del poder en ciertos núcleos e instituciones es un déficit democrático histórico. Afecta a todos y el periodismo no se libra. Cuando los medios actúan como poderes -el caso Murdoch- se comportan igual que el resto. Ese es el demonio interno de unos medios que muchas veces son más negocio que periodismo.
La cura es la misma que la de la propia democracia: transparencia, accountability, más pluralismo y una sociedad crítica que defienda la importancia y los valores de la información de calidad.

Todo es periodismo. Al menos nadie debería quedar excluido de comportarse como tal y por tanto con las obligaciones consiguientes. Ese es el terreno común de los medios, los blogs, las redes sociales, los ciudadanos, etc. Cuando se hace periodismo, es decir, se comunican información y opiniones sobre hechos y personas de interés público, todos los que ejerzan esa actividad -sea ocasional o permanente- están obligados por la ética de la información y por tanto sometidos a las mismas reglas y criterios sin división por soportes ni canales.
Sensacionalismo, opinión infundada, rumores, invasión de la privacidad sin interés público, manipulación, propaganda, etc. son iguales para todos los que comunican.
La sistematización de esa actividad a través de una entidad institucional o comercial sólo aumenta la exigencia de transparencia y responsabilidad. Pero no excluye a las personas privadas ni a otras entidades.

Herramientas para la transparencia y la responsabilidad, mejor que leyes y reguladores sectoriales. El juez Leveson repara en algo importante: "Rebuttals and denials of allegations can take place instantly, helping if not to kill a story at least to provide the subject of the story with a voice and make users aware that the veracity of the allegation or story may be in doubt".
Los medios digitales aumentan la interactividad, reaccionan en tiempo real y permiten sistemas de transparencia y control por el público y los propios periodistas más eficientes.
El gran desafío ético del periodismo es incorporar esas herramientas de transparencia y control social de la información en todas sus plataformas y soportes. Sin excluir la televisión, la radio ni el papel.
El control del rigor y los errores, pero también del respeto a la privacidad y el derecho a la réplica y la corrección de datos debe ser incorporado en todos los medios digitales -como muchos hacen ya, al menos en sus más básicas formas- pero también en el resto de medios, donde la incorporación de esas enmiendas y críticas de valor del público son esenciales.
Incluso en los formatos no digitales y donde la gestión del tiempo o el espacio complica estas prácticas se pueden usar direcciones (URL) cortas, códigos QR y otros símbolos y herramientas que marquen la información objetada y lleven a la audiencia fácilmente al soporte más adecuado para sostener esa labor de control social y democrático.

Una parte de los 4,8 millones de euros (3,9 mill. de libras), el tiempo y los expertos que se han empleado en el informe Leveson hubieran sido de mejor provecho si hubieran servido para que un grupo de expertos diseñara y propusiera varias herramientas de control, réplica y contraste de la información con el objetivo de ser consensuadas e implementadas por los medios.
Será más fácil lograr un consenso ético e instrumental de este tipo que cerrar la Press Complaints Commission y crear un nuevo órgano regulatorio.

Como en el propio periodismo, los medios y también en los poderes públicos, la demanda de más exigencia, responsabilidad y transparencia es ineludible. Como en la propia producción y edición de la información, no son necesarios más procesos complejos, órganos y burocracia.
Necesitamos criterios eficientes y herramientas adecuadas para garantizar la calidad y la transparencia.
Existen o tenemos la capacidad de crearlas. No compliquemos la vida, el periodismo y la democracia con más regulación: aumentemos el control y la participación social. Es la mejor forma que conocemos de aumentar los criterios y exigencia para todos y de minimizar los daños.
Menos leyes, más responsabilidad, apertura y participación.
Como decía Walter Lippmann y siempre repito: "La calidad de las noticias en la sociedad es un índice de su organización social".
Esa es una tarea de todos en la que a los periodistas, sea cual sea su medio de llegar al público, profesionales o aficionados, nos corresponde mayor responsabilidad y luchar para aumentar la comprensibilidad, utilidad, rigor y eficiencia de la información.
Apliquemos a los problemas de la sociedad de la información soluciones del siglo XXI.

Tuesday, November 27, 2012

Objetivo: aumentar la legibilidad de la información


El periodismo tiene un grave problema: los temas más importantes para la democracia y la vida pública sufren un déficit de legibilidad y claridad. La dificultad para la comprensión de esta información es un problema de competencia de los periodistas y los medios, no de la naturaleza de las noticias. Superar la brecha de la comprensibilidad es indispensable para no sucumbir a la manipulación, la propaganda o la irrelevancia del propio periodismo.

Un estudio de la Universidad de Bristol analiza el estilo de los medios británicos y estadounidenses para sancionar algunas conclusiones ya sabidas, como la mayor carga emocional y la más fácil lectura de los diarios populares frente a los serios.


Pero el análisis de 2,5 millones de artículos de casi 500 fuentes a través de inteligencia artificial y métodos cuantitativos alerta de la urgencia de aumentar la comprensibilidad de los temas más vinculados con la vida pública (política, economía, negocios, medio ambiente o ciencia) si no queremos sufrir un empobrecimiento de la importancia de la información para la gobernanza y gestión de los asuntos de todos.

La otra conclusión, repetida pero no menos importante, es la enorme brecha de género que los medios continúan proyectando sobre toda la sociedad. El resultado es la perpetuación de la desigualdad entre hombres y mujeres y la proyección de una imagen machista de la actualidad.

Las conclusiones del estudio urgen a trabajar en mejorar el estilo, la claridad y los contenidos de la información en un tiempo de lectura rápida y déficit de atención. La misión de los periodistas es hacer comprensibles y acercar a los diferentes lectores la información sin renunciar a la profundidad, pero aumentando la comprensión y reduciendo el ruido que entorpece la inteligencia y el juicio del público. Claridad y concisión. Si los grandes diarios tienen un déficit de legibilidad están en problemas.



La distorsión y opacidad de la información tiene dos componentes principales: la calidad del reporteo y del estilo. No se explica bien lo que no se entiende, una máxima conocida por todos pero a menudo transgredida, tanto por los déficit del reporterismo -propios del periodista, mala organización de la redacción, escasez de recursos o de criterios periodísticos- como por el dominio de las fuentes sobre el contenido, el mensaje y el lenguaje.

El análisis de los investigadores se centra en dos parámetros muy sencillos: la comprensibilidad lingüística de las noticias y la subjetividad (fundamentalmente emocional) en el lenguaje. Tan sólo con esos dos ejes surge claramente la falta de legibilidad de las áreas informativas tradicionalmente denominadas duras (hard news) frente a las blandas (soft news).

Frente a un tronco central de contenidos con legibilidad y subjetividad media (deportes, tiempo, tragedias naturales) aparecen las áreas de cultura y moda con fuerte subjetividad pero lectura fácil. Al otro lado están la politica, la economía o la ciencia. Áreas de lectura complicada aunque el grado de subjetividad no es muy alto en la media de las fuentes examinadas: centrada en las noticias, no en la opinión y otros géneros más personales.

Como comentaba hace unos días el periodismo necesita repensar la forma de abordar contenidos como los políticos. El problema fundamental es la cada vez menor calidad y cantidad de información (en su sentido periodístico, no cuantitativo) frente a la abundancia de propaganda, declaraciones, rumores y especulaciones que a menudo no tienen un correlato real, fáctico, en la vida real de la sociedad.

Es el control del lenguaje por el poder: los políticos y sus asesores, pero también los poderes económicos e intelectuales. Una gran parte de los medios y los periodistas se dejan contaminar -inconscientemente o como parte de la maquinaria de propaganda- de un discurso que erosiona la confianza de los ciudadanos en la política y en el periodismo. Con su enorme impacto en la calidad democrática y en la utilidad de la información para la vida de las personas.

Algo parecido ocurre cada vez más con la economía y los negocios. Más allá de los tecnicismos y la complejidad de algunos temas, una gran parte de la información económica podría dividirse hoy en dos grandes áreas: la ideológica y la endogámica.

La ideología ha suplantado la racionalidad del lenguaje y la información económica. El fracaso del periodismo económico -como de una gran parte de la economía y los economistas- es patente sobre todo desde el origen de la crisis financiera y su incapacidad para no ya preverla, sino alertar de los peligros de la conductas económicas que acabaron con la explosión de las burbujas financiera e hipotecaria.

La información endogámica se presenta equivocadamente como especializada o segmentada, pero en muchos casos no es más que la conversación onanista de un grupo de interés encerrado en la protección de su espacio e intereses económicos, sociales o políticos. Una tendencia en aumento en parte por la tribalidad de las comunicaciones y redes digitales, un mecanismo de reafirmación y protección frente a la saturación informativa y la fragmentación social y de la propia información.

En España y muchos otros países el fracaso del periodismo político y económico se agrava en estos primeros años de siglo XXI por su irrelevancia e ineficacia frente a la mala gestión y el disparatado uso del dinero público por muchas administraciones y cargos públicos.

O acabamos con esta brecha de información y comprensión o no hay arreglo para el periodismo de calidad. Walter Lippmann se pasó la vida alertándonos sobre la maldición del estereotipo y el prejuicio para la calidad de la información. Otros como John Dewey, Jurgen Habermas y tantos más (entre ellos nuestro Manuel Vázquez Montalbán, ejemplo de claridad) nos recordaron con persistencia de la ocupación de la inteligencia -personal y democrática- por el lenguaje del poder.

Lippmann aseguraba que "la calidad de las noticias en la sociedad es un índice de su organización social". Esa es la enorme responsabilidad del periodismo. La renuncia de la inteligibilidad es uno de sus mayores pecados y un índice del fracaso de la profesión periodística. La rebeldía de la inteligencia y el trabajo periodístico es irrenunciable para filtrar la publicidad y la propaganda, mensajes emocionales e interesados legítimos en otras áreas, pero que nunca deben confundirse con la información periodística.

Coda para reflexionar: No es desdeñable que de nuevo los medios satíricos como The Onion, Revista Mongolia o muchos programas y talk shows de televisión sean más claros para muchos ciudadanos que los grandes medios informativos.

Monday, November 05, 2012

Demasiado deporte y política, pocas mujeres en la televisión pública


En las televisiones públicas sobran deportes (fútbol) y políticos y faltan mujeres. El último Informe sobre pluralismo político del Consejo Audiovisual de Andalucía vuelve a reafirmar algunos problemas endémicos del servicio público de radiotelevisión: el excesivo control y manipulación política, pero también unos telediarios demasiado volcados en la información deportiva y con un déficit de género persistente cuando las mujeres ocupan menos de una cuarta parte del tiempo de palabra en los informativos.
Tres datos preocupantes para el servicio público y la construcción de la realidad que los informativos más vistos crean en una población donde la televisión es el medio de información preferido para más de la mitad de la población (datos 2011).
El informe del Consejo Audiovisual de Andalucía muestra el dominio de los políticos en los informativos andaluces de acuerdo a su representación parlamentaria e institucional en los diferentes gobiernos y vuelve a denunciar la utilización de las televisiones locales como arma de propaganda municipal.


El partido que gobierna el ayuntamiento concentra el 84% del tiempo de palabra frente a un 16% de la oposición. En algunas televisiones como Fuengirola TV o Telemotril la oposición es casi inexistente en unas televisiones locales en las que los ciudadanos no confían: un 52,4% de los andaluces consideran que se utilizan para hacer propaganda de los gobiernos municipales.

En el gráfico superior se observa el reparto de contenidos en los informativos regionales de La 1. Los deportes ocupan un 20% del tiempo. La proporción prácticamente se mantiene en los informativos de Canal Sur donde los deportes ocupan un 18% del tiempo de los telediarios.


El reparto de contenidos es similar en prácticamente todos los telediarios, tanto públicos como privados. La dieta informativa de los españoles es abundante en fútbol y política, pero muy deficiente en otros temas y mantiene una abusiva desigualdad de género.


Con menos de una cuarta parte de presencia en los telediarios (gráfico de La 1, los datos en el resto de cadenas son aún peores), el papel de la mujer en la sociedad se reduce abusivamente y contribuye a mantener una situación de desigualdad muy perjudicial para el desarrollo de una sociedad avanzada.
Esa falta de representación informativa es el retrato de la desigualdad real en la sociedad, pero los informativos públicos deberían hacer un esfuerzo especial en reducir la brecha de géneros y en superar los roles más tópicos y convencionales asignados a la mujer.
En la información política el problema principal continúa siendo la manipulación, pero también la persistencia de cuotas en función de la representación que se alejan a menudo de la importancia e interés real de la actividad y los hechos políticos.
La manipulación exige reforzar la independencia de las televisiones públicas. Pero también cuestionar un sistema hinchado políticamente para extender el control y propaganda de los partidos.
Las cuotas son un atentado al derecho de información de los ciudadanos y la impugnación del periodismo. Los grandes partidos se aseguran el control de la información y la necesidad de reflejar su actividad y posiciones en función de su representación institucional contribuye a desviar el enfoque de la información de lo que se hace a lo que se dice: de los hechos a la propaganda.
Las cuotas empeoran el periodismo porque obligan a cubrir lo que no merece ser reflejado en los informativos y a incluir un exceso de opiniones en lugar de centrar la información en los hechos.
La solución a estos problemas en las televisiones públicas es más periodismo y menos política. Una redefinición del servicio público para asegurar la independencia de la radiotelevisión pública y mejorar los contenidos.
La discusión sobre la televisión pública no deben ser sólo los costes ni una privatización que en muchos casos encarece el servicio público y aumenta los riesgos de corrupción y manipulación politica enmascarada. El debate debería ser el concepto y ámbito del servicio público y cómo mejorar su eficiencia y costes.
La necesidad del servicio público existe, contrariamente a lo que sus opositores denuncian. Pese a todos sus problemas, los informativos públicos son los preferidos por la mayoría de los ciudadanos, por eso es importante aumentar su independencia y calidad.


Los telediarios de las televisiones públicas eran considerados más plurales y objetivos que los privados con una diferencia de 15 puntos en 2011. El cambio en RTVE y la erosión de su independencia por el PP está cambiando esa situación, que se refleja en la pérdida de espectadores. Pero el pluralismo no está garantizado en la televisión pública con el duopolio Mediaset/Antena 3.
La necesidad del servicio público pervive, como la urgencia de mejorarlo.

Thursday, February 23, 2012

Protestas transparentes

Un libro en la cara de un policía es la imagen de la protesta de los estudiantes valencianos. Una foto imitada en las manifestaciones y multiplicada en internet. Junto a ese icono, la manipulación de medios como las televisiones autonómicas de Valencia y Madrid, negando por obediencia política una realidad multiplicada por las redes sociales.

En ciertos diarios y radios la información se humilla ante la opinión. Un conflicto entre información y propaganda que aumenta la desconfianza en el periodismo de parte del público mientras otros se conforman con los medios que reafirman su opinión.

Salir con el móvil, fotografiar, grabar y a las redes sociales. Es la estrategia de las ciberprotestas, que atraen usuarios reconvertidos en una gran máquina de información y activismo. La democracia no sólo se televisa ni depende de los medios tradicionales. Es transparente. Está en las calles, los móviles e internet.

Para muchos, una oportunidad para encontrar información, aunque desbrozando rumores y manipulaciones. Para los medios, una exigencia de mejor periodismo cuando las noticias pueden ser comprobadas por todos. Para la justicia, un reguero de pruebas e indicios.

Los estudiantes del instituto Lluís Vives se echaron a la calle el pasado día 15. Entonces aparecen los primeros vídeos en YouTube de la protesta y de la indignación de algunos padres y profesores por la actuación policial. Día a día creció el apoyo en Twitter y Facebook con etiquetas como #IESLluísVives y #primaveravalenciana, tanto de ciudadanos como de formaciones políticas. Las declaraciones de algunos protagonistas como el responsable policial de Valencia ya se han fijado en la memoria colectiva.

En la red las fronteras entre ciudadanos, políticos y medios se borran. Los ciudadanos buscan y producen información, detectan la manipulación denunciada por los propios profesionales en los medios públicos y rastrean pruebas en el gran archivo de internet. Cada día es más difícil engañar, pero también más fácil repantigarse en el prejuicio. Un desafío para el periodismo y la democracia.

Columna en los diarios del grupo Vocento

Tuesday, September 27, 2011

Brecha digital en la información local

Internet desplaza a la prensa local en las preferencias informativas del público más joven. Y también como fuente de la información de servicio para la vida cotidiana. Un nuevo estudio del Project for Excellence in Journalism (PEJ)y Pew Research marca una separación clara en el consumo de información entre los menores y mayores de 40 años. Internet avanza junto a las redes y medios sociales como primera fuente de información o como complementaria de otras.
Los problemas principales para los diarios son que el interés por algunos de sus contenidos tradicionales disminuye, los diarios digitales no son suficientemente atractivos para la audiencia digital y, sobre todo, dos tercios de los encuestados no creen que la desaparición de los diarios locales afectaría en exceso a su dieta informativa.

El panorama de la información local se diferencia de España o Latinoamérica por la fortaleza de la televisión local, la principal fuente para el 74% de los norteamericanos de las noticias locales mientras la radio es consumida por el 51% de la audiencia, el 50% se informa a través de los diarios y el 47% lo hace en internet.

El mapa de las noticias locales está muy repartido, con el boca a boca en segundo lugar con un 55% de adultos que conocen las noticias por la conversación con amigos, compañeros de trabajo y familia.
Para los diarios se vuelve a reafirmar la necesidad de innovar en los contenidos y en la forma de comunicar la información. Todavía es la fuente más confiable en áreas de información tradicionales como sucesos, política, cultura o finanzas municipales, pero internet se acerca y los nuevos medios y las redes sociales desplazan a los diarios digitales.
En España y Latinoamérica todavía no está tan desarrollada la competencia de medios digitales locales o hiperlocales independientes. La radio local tiene un papel preponderante en España y los diarios son todavía dominantes en algunos mercados de Latinoamérica.

Pero la brecha digital de edad y contenidos se amplía.
Los medios digitales se consolidan como más confiables para los jóvenes en los intereses informativos más útiles y cotidianos, desde el ocio y el entretenimiento hasta la educación, el trabajo o la vivienda.
Pero también en la política o los espectáculos, además de la información en tiempo real.
Las tendencia reveladas por los datos coinciden con otros estudios sobre el consumo local. Sancionan la necesidad de reiventar los medios locales para atraer a los nativos digitales y a los usuarios más intensivos de internet, que crecen y van acaparando la mayor cuota de audiencia.
A los diarios no les llega con ser digitales. Están obligados a renovar su estilo, su agenda temática y su relación con la audiencia para mantener su posición en el mercado local.
A los medios digitales todavía les falta desarrollar el periodismo que pueda abordar los contenidos de importancia para la comunidad tradicionalmente cubiertos por los medios tradicionales.
El consumo de información diversifica las fuentes, pero se tiende a una especialización y a una complementariedad que cada medio tiene que analizar para hacerse su hueco en la atención y el consumo de la audiencia, y en el mercado publicitario.

Friday, April 08, 2011

Menos creíbles por falta de transparencia

Los principales diarios pierden credibilidad por no ser suficientemente transparentes para el lector, con su propia redacción y con sus procesos informativos, de corrección de errores y publicidad. Es la principal conclusión de un estudio de la Fundación Compromiso Empresarial que vuelve a poner de manifiesto la falta de códigos claros en los medios españoles.
El informe analiza cinco áreas: contenidos, producción editorial, publicidad, relación con los lectores y sistemas de control. Los autores reclaman libros de estilo y criterios claros sobre contenidos de riesgo, veracidad e independencia en la información, publicidad con criterios claros y responsables, más sistemas de relación con los lectores (faltan las nuevas herramientas de las redes sociales y la web) y cómo se vigila ese cumplimiento.
De entre El País, El Mundo, ABC, La Vanguardia, El Periódico, La Razón, Público y La Gaceta, sólo el primero tiene acceso y posición clara en su libro de estilo sobre asuntos como suicidios, violación o lenguaje.
Los autores, como los lectores, no encuentran compromisos explícitos de los diarios con los principales criterios deontológicos, aunque algunos los tienen en sus documentos, poco accesibles.
En la falta de publicidad responsable y límites a las presiones comerciales sobresale la publicación de anuncios de contactos por todos menos Público, La Razón y La Gaceta. En el gráfico, los últimos ingresos anuales conocidos por anuncios de prostitución:

El informe defiende la existencia de canales de rectificación claros, como los que ahora se pueden implementar en la web de forma sencilla. Sólo El País y La Vanguardia tienen la figura del defensor del lector.
Por último, el informe constata la falta de auditorías informativas y de calidad, así como el segumiento de un código ético, manifiesto y no sobreentendido, de cada publicación.
Aunque algunas conclusiones del estudio pueden ser objetables, la mayoría van en la buena dirección de implementar en los medios sistemas de transparencia, deontología, autocontrol y responsabilidad cada vez más necesarias cuando la presión del negocio o del tiempo real aprieta.

Más responsabilidad, con Sostres y sin él

Responsabilidad. Es la mayor carencia de una gran parte del periodismo de estos días. El problema del periodismo, también si es de opinión, no es sólo lo que cuenta o argumenta, sino asumir su responsabilidad y sus consecuencias. Debería, además, ser siempre veraz. Una obligación de la que no está eximida la opinión.
Las palabras no son inocuas. Matan como las balas. Hieren como aquellas espadas como labios de Aleixandre. En una democracia con libertad de expresión no es el poder ni la justicia quien debe vigilar y asumir las consecuencias de la opinión, sino el propio público y los responsables de los medios.
En el cálculo de la responsabilidad y su asunción está la verdadera diferencia entre el periodista y los medios profesionales, y el resto.
El caso Sostres es lamentable no sólo por la polémica generada por un artículo comprensivo con la violencia machista, sino por la hipócrita irresponsabilidad de los responsables de su publicación y de una gran parte del público que lo defiende.
Lo comenta la ministra de Sanidad e Igualdad, Leire Pajín, en su blog: a muchos nos sorprendió hace unos días observar como el maltrato, la violencia y los asesinatos contra las mujeres son una preocupación menor para la sociedad. Del cero al 0,1% en las respuestas espontáneas del último barómetro del CIS.
Con 74 mujeres muertas en 2010 y 17 este año, con jueces remisos a imponer pulseras electrónicas a los maltratadores -la disyuntiva entre libertad y responsabilidad- y con cien mil mujeres con protección policial, el mal es enorme.
Una parte de la sociedad no puede volver la cara. Es responsabilidad de todos denunciar y condenar al maltratador y a quienes lo defienden.
Era buen chico, normal. La frase se repite en los testimonios de los vecinos en televisión entre los llantos por cada muerta sin que los editores de los telediarios se preocupen de su valor informativo, pertinencia y responsabilidad. Sostres la utilizó para titular su artículo.
Es la comprensión de la sociedad. El círculo vicioso de la banalización del mal que muchos comprenden y ante el que asienten, resignados como los confesos hipócritas en el reclinatorio.
Es la comprensión de Sostres hacia un chico malherido por la violencia del desamor. Es la falta de responsabilidad que victimiza al asesino, al maltratador, para extender la sospecha contra la víctima. La arpía escondida en las raíces más profundas de nuestra cultura milenaria.
Es la técnica más antigua de la propaganda.
Los testimonios cándidos de los vecinos y la comprensión de Sostres son el medidor de nuestra hipocresía.
Contra ella, responsabilidad.
Pedro J. Ramírez, asumió ayer una parte al retirar el artículo de la web. "Ayer fallaron nuestros controles. Vuelvo a pedir disculpas", dijo en Twitter.
Tarde e insuficiente. Se lo dijo su redacción, se lo han dicho muchas personas de El Mundo los últimos meses, se lo dice la competencia.
Pedro J. Ramírez sabe a qué juega con Sostres, como lo sabe este polemista.
A mí no me importa Sostres. Coincido con la ministra Pajín. A mí me importa la sociedad inconsciente del significado y las consecuencias de las palabras. Del jolgorio irresponsable, a menudo mentiroso y siempre maledicente e inquisitorio de tantas tertulias televisivas y radiofónicas, de tantos blogs y tuits que se creen ocurrentes cargando contra la políticamente correcto, contra tanta sociedad que sigue sin sentirse responsable y que se escandaliza ritualmente ante el lloro de los huérfanos. Entre los sollozos se sigue oyendo la sospecha contra la víctima.
La redacción de El Mundo le recuerda a su director que ya habían protestado el 17 de noviembre contra la irresponsabilidad y le piden que prescinda de su colaboración. "En contra de lo que sostiene Sostres, en la violencia machista no hay descontrol de la ira. Hay afán de dominación". La redacción del diario explica claramente el origen del cáncer machista.
Y su analogía con el terrorismo es pertinente: "Mientras en este país la apología del terrorismo siga siendo delito, entender un crimen, como afirma Sostres en su columna, debería estar perseguido por la ley".
Recuerdan que las vilezas y exabruptos de Sostres son constantes. Su irresponsabilidad y la de quienes lo amparan y publican, también.
Yo defiendo a Sostres y lo acuso.
Yo quiero que Sostres siga escribiendo para gritarle a la cara que es un cobarde.
Yo quiero que Telemadrid y Pedro J. continúen albergando sus opiniones para denunciar su vileza moral y la de quienes lo jalean.
Yo quiero que Sostres escriba y hable para que nos empuje a todos a perseguir con justicia, implacables, a quienes creen tener el poder de acabar con la vida de quienes creen suyos.
Yo quiero que Sostres escriba para poder seguir escribiendo en contra.
Yo quiero poder gritarle a quienes lo aplauden que son cómplices de esos asesinatos. Peor. Irresponsables, refugiados en la inocencia de quienes no dan la cara.
A mí no me importa Sostres. Me importa poder decirle a algunos que cuando lo comparan con el mal descrito en tantas obras, de Sade a Capote, de Bernard Hénry-Levine a Céline, de Martínez-Santos a Panero, todos, todos esos son responsables.
Unos escribieron para denunciar e intentar comprender las razones de la maldad. Otros para sacarla de las entrañas de lo humano y arrojarla ante los demás. Otros, simplemente, para confesar su fascinación y su responsabilidad.
El problema no es Sostres ni lo que piense. Ni la demora compasiva y comercial del director de El Mundo. El problema es no darnos cuenta de la raíz y los males de una sociedad que asiste horrorizada e impotente, pero trémula y compasiva, al desfile del horror cotidiano y su banalización en los medios y las opiniones.
Dejar la impunidad, aumentar la responsabilidad, es la obligación de una sociedad democrática y responsable. Para que dentro también puedan vivir nuestros monstruos. Y más que perseguirlos, los estudiemos para evitar que mañana vuelvan a ser, para evitar que mañana todos seamos impunes.
Seamos lo que queramos ser. Digamos lo que pensemos. Sin renunciar al dolor, la depravación, el vicio, la mentira y la violencia. Porque existen y son parte de lo nuestro. Pero seamos responsables. Ante nosotros y los demás.
El resto es hipocresía.

Thursday, December 09, 2010

Medios para controlar al poder

La responsabilidad de los medios crece con el descrédito de los partidos y la clase política. La ciudadanía apela al periodismo para el control de los políticos y el poder. El 46% de la población confía en los medios para controlar al gobierno, por encima de la oposición y el resto de instituciones, según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).

Una responsabilidad que avala el cuarto puesto en la lista de las instituciones con mayor credibilidad. Aunque con una pobre nota del 4,58 de confianza, por detrás del ejército, la monarquía y el Defensor del Pueblo.
La oposición y el control del poder están en los medios, por vocación y falta de alternativa. Los ciudadanos buscan en el periodismo lo que no encuentran en la oposición y en un sistema político que proponen revisar y reformar. Dos tercios de los ciudadanos condenan la situación política y casi uno de cada cinco lo considera uno de los principales problemas del país. Hasta tal punto que la insatisfacción con el funcionamiento de la democracia roza la mitad de los encuestados.

El poder está en la banca, el gobierno y las grandes empresas. Una visión realista de los males del supercapitalismo –la privatización de la democracia y su control por los poderes económicos, en palabras de Robert Reich- y su abolición de la división de poderes tradicional. Los medios aún son el cuarto poder para los ciudadanos. Y el único que la población percibe de su lado, o al menos útil para limitar los abusos de otros.

Medios y periodistas están obligados a no traicionar esa confianza. Ambos suelen abusar de la importancia de su función como vigilantes del poder. Pero es su deber y el público lo reclama. En la baja nota de credibilidad de los medios está su condena y el reproche democrático contra sus debilidades: la sumisión a los poderes que les ayudan a sostenerse económicamente y el exceso de partidismo.

Los ciudadanos perciben que con una clase política tan devaluada como la actual, la presión mediática es eficaz. No hace falta siquiera buen periodismo, los políticos son demasiado dependientes de la opinión. Cuanto peor es el político, más preocupado está por las sentencias de los diarios y las tertulias, amplificadas por internet y las redes sociales.

La nota de los medios es baja. Pero la calificación de los demás no redime de los males propios. Falta periodismo de calidad y los ciudadanos lo reclaman sin preocuparse de las estrecheces del nuevo negocio de la información y del impacto de la crisis en los medios. Miden el resultado, como es lógico, no los problemas del coro de mendicantes de la crisis de la información.

Por primera vez en años, la función democrática del periodismo es discutida en todo el mundo. El debate sobre cómo sostener la información de calidad impulsa el respaldo a los medios públicos, el periodismo sin ánimo de lucro o el patrocinio de medios independientes y de calidad. Crece la fractura entre la confianza de la audiencia en medios públicos como RTVE o TV3 mientras baja en otros autonómicos y en los sensacionalistas y banales telediarios de las televisiones privadas.

En esa función de control del poder hay algo que los medios no deberían olvidar: cuando se cruza la raya entre información y partidismo, entonces la mejor opción es presentarse a las elecciones. En las urnas, no en el kiosco.

Columna en Estrella Digital

Monday, September 14, 2009

Cae la credibilidad de los medios



La credibilidad de los medios ha llegado a su nivel mínimo en Estados Unidos. Sólo un 29% de los ciudadanos cree en el rigor y precisión de los medios mientras una gran mayoría cree que son tendenciosos, según un estudio de Pew Research. Una tendencia también visible en España, donde la prensa e internet sufren los mayores problemas y críticas.
Los republicanos son los más críticos, pero aumenta la desconfianza entre los demócratas, más identificados con una prensa en general más liberal que sus lectores.
La televisión mantiene su poder como principal medio de información, tanto nacional e internacional como local. Los diarios siguen perdiendo poder en la agenda informativa e internet ya los supera como principal medio en información general, aunque no en la local.
Baja también el reconocimiento de la profesionalidad de los periodistas y sólo un 59% del público estima su conducta profesional. Pero donde la nota es más baja es cuando se juzga la voluntad para reconocer errores: uno de cada cinco encuestados cree que los medios encubren sus equivocaciones.

Los resultados presentan a unos norteamericanos mucho más críticos con los medios que los españoles, aunque cada vez se iguala más la percepción del rigor y precisión de cada medio.
Según el Informe sobre la credibilidad de los medios 2008 de la Asociación de la Prensa de Madrid, la televisión es el medio informativo preferido para informarse (83%), seguido de los diarios (46,5%) y la radio (41,7%). Internet crece, pero menos de uno de cada cinco españoles se informa a través de la Red.
La credibilidad es paralela al consumo de información. La televisión es el medio más creíble para un 32,6% de los españoles, seguida de los diarios (29,9%) y la radio (23,7%). Internet sale muy mal parada. Con credibilidad para sólo el 4,7% de los ciudadanos, una desconfianza que casi no se recupera entre los más jóvenes, donde esa tasa sólo sube punto y medio, hasta el 6,2% para los consumidores de información de entre 18 y 29 años.
La debilidad de los diarios e internet se refleja también en otras encuestas como la realizada por IG Investiga en junio del año pasado. Sólo el 7,1% de los encuestados confiaba en la información en internet frente a un 38,2% de la televisión, la radio con un 23,1% y el 20,6% de la prensa.
Estadounidenses y españoles coinciden en perder más confianza en los diarios que en resto de medios. Pero en España destaca además la pérdida de credibilidad de internet, muy lastrada por banderías políticas que se notaron especialmente en 2008, año de elecciones generales y autonómicas. Mientras la prensa española perdió menos de un punto de credibilidad entre 2006 y 2008, la ya exigua de internet cayó en el mismo período casi dos puntos, en parte hundida por la propia caída de la prensa al concentrar las webs de los diarios la mayoría del consumo de noticias.
Una encuesta del CIS posterior a las elecciones generales señalaba que la televisión y los diarios fueron los medios preferidos para informarse sobre la campaña electoral mientras sólo uno de cada diez ciudadanos se informó por los medios digitales. Y de ellos más del 80% lo hicieron a través de las webs de los medios convencionales mientras los blogs sólo atrajeron a un 22% de los consumidores de información política en internet.

Para Soitu.es

Monday, June 16, 2008

Losantos, condenado por insultar a Gallardón

Condenado. El látigo de la crispación, Federico Jiménez Losantos, ha sido condenado a una multa de 36.000 euros por insultar al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón. La sentencia es contra las expresiones "insultantes o hirientes" dirigidas a "vejar la imagen y dignidad del querellante en forma innecesaria y gratuita y desacreditarle públicamente en su condición de Alcalde de la Villa de Madrid y de miembro del Partido Popular".
Losantos pierde otro proceso. Como ya le ocurrió cuando llamó terroristas a los dirigentes de ERC o impulsó una campaña contra ABC.
En otros juicios se ha arrugado y acobardado para no hacer frente a sus responsabilidades.
Pero su periodismo mafioso no acaba en las diatribas contra los políticos. Las amenaza los más débiles, como los inmigrantes, son rasgos propios de ese supuesto periodismo con el que la emisora de los obispos obsequia todas las mañanas, por el bien del cepillo y los fondos de la iglesia.
Condenado de nuevo. Condenado no por informar, sino por insultar, injuriar y mentir. Condenado no por opinar, sino por manipular y tergiversar.
La condena de Jiménez Losantos no es ningún atentado contra la libertad de expresión, como dicen sus agradecidos tertulianos, compañeros de diatribas mañaneras. Esta condena reafirma que la información debe ser veraz y que en la opinión cabe todo menos la injuria y la calumnia. Todo el mundo tiene derecho a la crítica, hasta la más desabrida y desaforada. Pero no hay un derecho para pisotear la vida y el nombre de los demás con acusaciones torticeras y falsas.
La sentencia (pdf) recuerda que los personajes públicos y los políticos deben soportar un grado mayor de intromisión en su vida privada y en su honor, pero sin llegar a la legitimación del insulto.
Con esos argumentos, la sentencia es un misil más contra la teoría de la conspiración y sus portavoces. No hay veracidad en sus informaciones y el recurso al insulto y la manipulación sobrepasa los límites de la libertad de expresión y el derecho a la información.
No callarán, pero es bueno que se sepa y se deslegitime su conducta y sus mentiras.

Friday, December 07, 2007

Medios corruptos

Los medios deben ser vigilantes de la democracia. Pero es difícil serlo cuando el 44% de los ciudadanos piensan que son corruptos.
Esa es la opinión de los españoles sobre los medios de comunicación según el informe 2007 de Transparency International.
Los medios son el sector más corrupto para los españoles por detrás de los partidos políticos (63%) y las empresas privadas (54%). Es el trío de lo peor de la corrupción en España.
La percepción de los ciudadanos sobre los medios es la segunda peor de toda Europa, sólo por detrás de Grecia.
Los ciudadanos no se fían de los medios. La crisis de confianza es una de las peores lacras del fin de la era de la prensa.
Los medios repiten nota con el informe de 2006, su credibilidad no mejora.

Transparency International | Informe global sobre la Corrupción en España 2007 (pdf)