El debate sobre el impacto de Twitter o Facebook en la información es inútil. La realidad es que aumenta cada día. Y crece más entre quienes participan más en el flujo social.
En los medios con los principales medios con los que trabajo, Facebook oscila entre un 4 y un 8% del tráfico indirecto a la información. Twitter está todavía entre el 1 y el 3%. La diferencia de usuarios es enorme y el efecto del botón de Me gusta de Facebook es por ahora dominante.
En el caso de Periodistas 21, con mi participación social mucho más orientada a Twitter por afinidad de públicos, los resultados son muy diferentes: en el último mes casi el 20% del tráfico indirecto proviene de Twitter frente a un 6% de Facebook.
Cuando se profundiza en los datos para analizar el valor de los enlaces y las diferentes redes sociales, los resultados son dispares. En la mayoría de los medios informativos, los usuarios de Twitter pasan más tiempo en el sitio que los de Facebook, y también son más los nuevos usuarios que se reciben de la red de microblogging.
Mis datos en este sentido coinciden bastante con los que la radio pública norteamericana NPR publicó hace unos meses. Facebook aporta más tráfico por público total y la participación se concentra en la propia red social.
Caso aparte en España es la influencia de Menéame, mayor todavía que cualquiera de las anteriores cuando una noticia llega a su portada. Una red de recomendación que requiere participación activa y es útil sólo para ciertos tipos de información, debido al perfil de sus usuarios.
Twitter es un medio para la información y no retiene la participación, sino que la redistribuye.
Pero el tráfico no es lo único importante. El mayor desafío para los medios es convertirse en un nuevo espacio público y aumentar la participación de calidad.
Sólo entonces se aumenta el compromiso (engagement) y relación con el público. Para conseguirlo es necesaria una participación activa y creativa de cada periodista.
Permitirá aumentar la participación social antes de la publicación de la información, pero también rentabilizarla después, en la conversación, la redistribución y el marketing viral tras la publicación. En los mejores casos se consigue realimentar la información y se obtienen datos, informaciones y criterios nuevos tanto para las noticias como para el análisis.
Para lograrlo es necesario convertir a los propios medios y a cada periodista en un nodo de la red social. Sólo si el periodista aprovecha los medios sociales como fuente, como herramienta de relación directa con fuentes y público, como agregador, como buscador, como herramienta informativa en tiempo real, como ensayo de estilo, atento a los criterios sociales en función de intereses segmentados y como ojeador de tendencias, entonces el valor de las redes sociales para el periodismo crece exponencialmente.Por eso la cuestión no es tener community managers, como ahora ha descubierto The New York Times y otros a su estela. El desafío es aumentar la presencia e integración de la redacción y los periodistas en las redes y en el flujo social para optimizar y hacer más eficiente su uso en la información.
La participación es distribuida por definición, no concentrada. Los gestores de comunidad o animadores sociales sirven para formar al resto de la redacción y para aumentar la eficiencia de la participación social mientras la integración del medio en el flujo social no es suficientemente efectiva. Son útiles también para tareas de moderación, gestión de recursos y participación común, además de una tarea clave de evangelización interna y externa.
El mejor indicativo de la optimización social es la respuesta real del público a través de información ciudadana y su integración en la oferta de los propios medios. Pero también la incorporación de criterios en el reporterismo cotidiano y la detección de fuentes e informaciones a través de las redes.
El problema para muchos periodistas es animarse y no perder el apetito por aprender, voluntad para abrirse a la participación y crear su propia red, la que pueda serles más útil. Sin miedo. Todos nos equivocamos, pero los periodistas deben tener en cuenta que las redes tienen propiedades emergentes: aportan más valor que la suma de sus miembros. No se puede estar al margen, aunque debe elegirse con buen oído cómo y a quién se escucha para no distorsionar la información y los intereses del público objetivo real por el sesgo de los más participativos en las redes sociales.