Crecen las amenazas contra la información y el periodismo. El último informe de Reporteros sin Fronteras (RSF) cuenta 63 periodistas muertos junto a cinco colaboradores más, hay más de 807 detenidos, más de 1.300 agresiones y un millar de medios han sido censurados en 2005.
El Comittee to Protect Journalists (CPJ) es más cauto: 47 muertos, pero coincide en la intención de silenciar a la prensa y en el aumento de las medias estadísticas del terror contra los periodistas.
Para RSF es el peor año desde 1995, y es la segunda vez, porque 2004 ya había sido el peor año desde entonces.
Los periodistas siguen siendo objetivo del poder antidemocrático, de la violencia terrorista y de la delincuencia organizada.
126 periodistas y 70 ciberdisidentes han comenzado el año encarcelados. En algunos sitios donde la prensa libre no existe los blogueros y ciberactivistas son perseguidos con la aquiescencia criminal de las grandes compañías como Microsoft o Yahoo.
La información se ha convertido en objetivo y la superabundancia ha difuminado la inmunidad de los periodistas, respetada durante mucho tiempo excepto en las situaciones más deterioradas.
La falta de prestigio de la información, el desprecio por la prensa de ciudadanos y poderes tiene mucho que ver con esa desacralización de la figura del periodista como observador neutral en los conflictos.
Aumenta la impunidad de los censores y los perseguidores de la información tanto en los regímenes totalitarios, en las nuevas guerras informales o antiterroristas, pero también en las democracias, formales o reales.
La crisis del periodismo arrastra a su escudo protector porque la movilización para proteger la información es tibia y débil. Pocas instituciones, organizaciones o ciudadanos se la juegan por los periodistas.
El mal de la pérdida de credibilidad mata con las armas de quienes se ven impunes. Pierde la verdad, por frágil y volátil que sea; pierde la democracia, la ciudadanía y los propios derechos humanos.
En Irak mueren más periodistas que en Vietnam a pesar de los empotrados, en México el asedio a la información es permanente a imitación de Colombia, en Rusia el poder y las mafias no toleran a los informadores, China despierta con la información sojuzgada a su particular vía al capitalismo. En Filipinas hace tiempo que la ley no protege a la prensa y en África el desprecio por la vida alcanza a los reporteros.
Una ola de descrédito, censura y ataques a los periodistas recorre el mundo con diversos acentos en función de las libertades y la violencia de cada sociedad.
En algunas sociedades las tutelas y los miedos ponen a los medios bajo la égida del poder, por muy democrático que sea, y en otros son simplemente un punto en el objetivo de las armas.
Y mientras, algunas intimidades alojadas en la crisis interna de los medios hacen perder a los ciudadanos toda sensación de realidad y los censores y perseguidores despiertan en una profesión enredada en sus contradicciones.
Un manto de impunidad protege a los censores y a los asesinos de la información. Luchar contra ellos y todas sus cambiantes metamorfosis son un objetivo primordial de quienes creemos en la libertad y el juicio de los ciudadanos como clave para una sociedad libre.
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