"¿No crees que, finalmente, la obra de Yves-Saint-Laurent será más perdurable que la de Jean-Paul Sartre??"
El glamour de Sartre es ínfimo, casi ridículo y contrahecho cuando el compromiso anda en pos del marketing. El glamour era Simone, dueña del canon de los mandarines. En tiempos de política débil y filosofía seca no es extraño que las antieróticas mujeres de Lagerfeld sean más atractivas que un pensamiento de cuyas contradicciones escriben superventas elitistas.
I can´t believe life´s so complex
When just wanna´sit here and watch you undress
...
You´re the only story that I never told
Las palabras de Sartre nunca alcanzaron el misterio de las de Polly Jean ni la elegancia del negro de Lagerfeld.
Cuando la insignificancia del pensamiento manda, un vuelo de organza puede sustituir a una sonata. Pero sin Sartre una parte de la literatura occidental no sería más que frases. Y ¿cómo negar la visión de pasarela a quien rechazó un Nobel para no perjudicar su obra?