El insulto nunca es un argumento y perjudica a quien lo emplea. La crítica mordaz y el lenguaje expresivo son legítimos y útiles, pero hay límites. Estos días, como casi siempre, se leen demasiados insultos y el lector sabe dónde encontrarlos: hay medios especializados.
Iu Forn escribió el jueves en Avui un artículo mordaz y provocativo, desafiante, con su Manual del buen golpista, en el que se coló alguna frase impropia e insultante. Hoy pide disculpas, como debe ser, y aclara que se refería sólo a los golpistas. Afirma que le "sabe muy mal que militares no golpistas, gente que trabaja en misiones humanitarias y que, en algunos casos, está dando su vida, pueda pensar que me refería a ellos".
Se afirma en sus ideas y retira lo mal escrito. Es más de lo que se suele oír o leer en otros medios abonados a los garrotazos verbales e ideológicos (Goya eterno). No le exculpa, pero todos tenemos prontos y errores, y mejor enmendarlos a sostenerlos.
Es de suponer que los agraviados se darán por satisfechos. Esta vez ha sido en el mismo lugar y relevancia, como mandan las normas de la buena rectificación.
Días atrás sucedió un caso parecido con el artículo de un juez en 20 Minutos. También el juez y la publicación se disculparon.
Demasiadas armas en las palabras. Andan los crispadores encantados, haciendo fama y riqueza a costa de todos, empantanando a la gente en un enfrentamiento que no merecemos ni queremos.
En El País escriben una nota editorial sobre el mal periodismo. Sorprende porque no estamos acostumbrados a verla y deberíamos leerla y escribirla más veces. La mejor vacuna contra el error es el autocontrol y la crítica de los propios periodistas, no embanderados, sino con argumentos e ideas.
Se puede defender casi todo, por muy cansino que a muchos nos resulte la repetición, pero cuando mejor se hace más posibilidades de entendimiento. De lo contrario los escritos son soflamas para militantes, y eso es cosa de políticos y evangelistas, no de informadores ni de comentaristas sinceros.
Saül Gordillo, periodista, exculpa a Forn y denuncia desproporciones y campañas. Lo peor es que existen a ambos lados y retroalimentan el extremismo.
Es muy aburrido, muy doloroso y terriblemente inútil. Pero además, no lo olvidemos, culpable. Son criminales que acaban llevando a mucha gente al choque en lugar de al diálogo. Y ese es un delito imperdonable en democracia.
Para quienes quieran leer un artículo sobre el asunto Mena de mayor información e inteligencia, recomiendo éste de Enric Juliana.
P21 | Las manos que empuñan los garrotes
P21 | Llamas contra la crispación
P21 | Avui une a Planeta, Godó y la Generalitat