Evo Morales, presidente electo de Bolivia, llegó a España vestido de jersey a rayas, modoso e informal, para representar a su pueblo y buscar la salida a un gran fracaso de 500 años. La construcción de un país que cuente con todos, indios y criollos, donde acabe la herencia del virreinato oligárquico y comience la construcción institucional para el desarrollo de una ciudadanía real y participativa.
Morales almorzó con los empresarios y viene a hablar de dinero, el elixir poderoso para que la hoja de coca no tenga que seguir matando el hambre que sigue devorando el fondo del estómago.
Causachun coca! (¡Viva la coca!) es el grito a callar en Bolivia, pero no por la droga, sino por la dignidad de la gente y la superación de una necesidad ancestral nacida de la altura y la pobreza.
Esa miseria cosechada hoy en cada fracaso del libre comercio, fortificado con políticas agrarias de ricos en los países desarrollados y barreras a la importación de los productos de los países que necesitan ese comercio para dar trabajo y sentido a la vida de sus pobladores.
Bolivia necesita dinero para alimentar, educar y sanar a su gente, pero también justicia, ley, integración, ciudadanía y respeto de los ajenos: de los de dentro, los poderosos que nunca se han sentido bolivianos; y de los de fuera, quienes han tenido matar el monstruo de la necesidad en tierras como las nuestras, y de la comunidad internacional, países e instituciones con sus empresas y acreedores y urgencias de mercado bursátil.
Tomás Eloy Martínez ha dicho de Morales que "es hábil, megalómano, mujeriego, de rápida simpatía". Indio rebelado por orgullo de raza y pasión de necesidad. "A fuerza de negociar, ha aprendido los trucos de la política", sentencia el escritor.
Morales llegó a Caracas y encendió la Venezuela bolivariana, como corresponde al primer aymará elegido presidente en el país que toma su nombre del líder de la liberación criolla contra la metrópoli.
A Madrid ha llegado sigiloso y con el rostro confiado. Hacen falta muchas dotes negociadoras para superar 500 años de incomprensión.
Sentido en la Cope entretanto, que ya hemos hecho suficiente el indio.