Ignacio Camacho vuelve a ABC y se asienta con tempo y timbre quevediano en la página 5 con su columna Una raya en el agua. Recoge la herencia de los nombres ilustres que pasaron por esa tercera columna y se apresta para cruzar ideas con las "espadas de palo del poder y sus lacayos".
Ignacio Camacho vuelve a escribir renglones fluidos tras pasar por el poder pétreo de la dirección y la mancheta. Asume herencias de misión y estilo dispuesto a "luchar hasta por lo evidente" como sabe hacerlo, con una prosa cantarina afinada en las fuentes de su Sevilla.
Vuelve Ignacio Camacho arengando contra un poder que "gasta más dinero y más esfuerzo en someter la libertad de expresión que en garantizarla, y mucho más en controlar la información que en suministrarla".
Para Aleixandre los labios podían ser espadas y para Camacho, como para Quevedo, González-Ruano u otros transeúntes de sonetos y columnas, las palabras son "barricadas de la sensatez" que pueden hacer de los periodistas "francotiradores de la cordura".
Desde la dirección de un periódico uno se ha de preocupar porque la cordura no nuble la mente de los que se asustan de lo que ya a nadie espanta y de que datos y citas sean pertinentes y bienintencionados. Rectos y honrados, sí, porque los periódicos con saña acaban devorados por la tenia insaciable de su orgullo y su encono.
Pero como columnista, como articulista se puede vivir y escribir como González-Ruano, que prefería la crónica abstracta, "esa que uno se saca de la manga" al artículo escrito sobre algo.
"Lo personal, lo íntimo, es lo más universal y lo que mejor se lee y comprende la gente", decía el maestro en su Arenga sobre la crónica.
Y también se puede escribir para hacer crepitar "la llama de la libertad delante de un pelotón de oportunistas que ha convertido la responsabilidad pública en un sindicato de intereses y que además de una agenda política desquiciada pretende imponer la dictadura de la corrección ideológica".
Vuelve, espero, el mejor Camacho, porque no es tiempo de silencio cuando extramuros de Serrano y Sant Gervasi los cobardes apalean indefensos, y cuando en el poder y la oposición el verbo es a menudo sólo retórica y el mando anda a veces descarriado, alejado de las vidas de los ciudadanos y ensimismado como los periódicos escritos para sus periodistas.