El Consejo Audiovisual de Cataluña (CAC) exige a TV3, la televisión publica catalana, que se excuse por los insultos e imprecaciones del actor Pepe Rubianes y la emisora se niega.
No acepta el texto del CAC porque dice que el director y presentador de El club (el programa donde Rubianes se desahogó sin límite), Albert Om reaccionó de forma "contemporizadora y desatendió el establecimiento de los límites que son exigibles en una TV pública".
O sea, que no reaccionó, vamos.
TV3 defiende que la actitud del presentador fue la correcta y que no tiene inconveniente en pedir disculpas, "pero no en estos términos".
Chill out mediático. Nadie tiene la culpa. La culpa es sólo del desaforado y lenguaraz Rubianes, que se ha disculpado a medias. Bueno, y del entorno, pero ahí nadie se mete.
Una cosa es lo que Rubianes piensa y otra los insultos y ofensas que profirió. El CAC cree que los medios se deben hacer responsables de los exabruptos de sus entrevistados, o al menos llamarles la atención.
Es una buena norma: piense usted y diga lo que quiera pero sea respetuoso. A eso debe aspirar la función publica de la radiotelevisión, y también la otra. Si Rubianes quiere demostrar el ruido que anida en su cabeza, allá él, pero su rabia no debe arrastrar a la televisión que lo albergó.
Pero la aplicación debe ser para todos, con los asuntos políticos y los demás.
El puritanismo del CAC sólo es apropiado si se observan los contenidos y declaraciones de muchos programas donde no se habla, o poco, de política, pero donde se arrastra el honor de los otros por la cochambre y donde el respeto a los demás, a su vida y opiniones, es no sólo escaso, sino que se hace audiencia con verbo de zafios e incumpliendo las más elementales reglas de la inteligencia y la convivencia.
Cuando la política se hace personal aparece siempre la tentación del insulto. Y hacen falta frenos, para eso están los conductores de programas.
En el foro de El Club hay una discusión al respecto.
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