El presidente electo boliviano, Evo Morales, se presentó ante los periodistas con su programático jersey a rayas tras su entrevista con el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, apuntó concienzudamente todas las preguntas y las contestó una a una. Sin dudar y con mensajes claros.
El secretario de Estado de Comunicación español, Fernando Moraleda, anunció una condonación del "grueso de la deuda". Pero no supo a cuánto ascendía la deuda ni la cantidad a condonar.
Más tarde los servicios de prensa de Moncloa harían llegar a los periodistas la cifra de 120 millones de dólares como deuda de Bolivia con España.
Moraleda tampoco supo responder las preguntas de los periodistas bolivianos sobre inmigración. Las cifras españolas no coincidían con las de la embajada del país andino, ni se detalló si habría acuerdos de cupos, oferta de empleo en origen, etc.
Las imprecisiones de Fernando Moraleda alarman. Surge la pregunta de si se deben a la Secretaría de Estado de Comunicación o son responsabilidad de los ministerios y departamentos encargados de esos asuntos.
La respuesta es preocupante en ambos casos, bien por falta de concreción en la gestión o por agujeros y falta de rigor en la comunicación.
El gobierno buscaba una voz política única ante la opinión pública que evitase la erosión de un presidente enfangado en demasiados asuntos, pero la bisoñez de Moraleda no madura por mucho que multiplique su presencia en los medios. Y mientras, otros portavoces, a veces del partido, a veces del propio gobierno, se arrogan una voz que debilita a la del secretario de Estado.
El gobierno Zapatero sigue sin resolver su problema de comunicación.
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