La reacción contra la representación de los partidos nacionalistas y de determinadas fuerzas locales es ya un clásico de la democracia española. En un sistema donde algunos apuestan al blanco y negro del bipartidismo, la realidad de un país plural ideológica y territorialmente no es bien aceptada por muchos. Por eso en cada elección se vuelven a oír las protestas contra los pactos, las coaliciones y la fuerza de partidos minoritarios.
Nuevos estatutos autonómicos como el valenciano resucitan la pretensión de limitar la participación a fuerzas que consigan un mínimo del 5% de los votos frente a las elecciones generales, donde rige el mínimo del 3%.
En el sistema electoral español, como en tantos otros, cuanto más se concentre el voto el circunscripciones pequeñas y poco pobladas, mejores resultados se consiguen. Lo saben bien los herederos de nuestros caciques de siempre y por ahí sigue engordando el clientelismo más terruñero.
Por eso algunos partidos nacionalistas obtienen más representación que los minoritarios nacionales (el caso de Izquierda Unida).
Pero ese efecto es una elección política que buscaba la protección de las minorías y una mayor representación territorial a través del sistema D´Hont (simulador para entenderlo) y de la delimitación de circunscripciones electorales.
Malaprensa hace cálculos y descubre lo de siempre: el problema no es la sobrerepresentación de unos, sino acaso la subrepresentación de otros. Y, como ya sabíamos, que el sistema electoral se diseñó en su día para lograr una mejor representación de todos los ciudadanos en un sistema autonómico.
¿Favorece un cambio hacia sistemas mayoritarios el pluralismo o la concentración de poder en manos de los grandes partidos?
La respuesta tiene mucho que ver con la calidad de la democracia.
Malaprensa | Una vieja batalla
P21 | Ataque al pluralismo
P21 | Estatutos menos pluralistas