"Sí, a mí también me apetece un cigarrillo, ven". Y así el presidente José Luis Rodríguez Zapatero y el líder de CiU, Artur Mas, dejaron el salón oficial donde pactaban el nuevo estatuto de Cataluña para pasar a la zona privada del Palacio de La Moncloa.
Los líderes políticos sortearon la prohibición de fumar de la ley antitabaco cambiando el área de trabajo de Moncloa por las dependencias personales del presidente, ubicadas en el mismo piso principal de Palacio.
A Mas, fumador, le pudieron las ganas después de discutir durante tres horas el uso de nación en el texto. Para lo que quedaba, la financiación, el relax de un pitillito era imprescindible. Zapatero, al quite, recordó que todo se sabe y tuvo reflejos para evitar las previsibles protestas y denuncias.
Tiene práctica. Lleva desde que llegó al gobierno huyendo de la presión de la ministra de Sanidad, Elena Salgado, que impuso la ley sin humos en el consejo de ministros desde que aprobaron el anteproyecto de la ley.
La denuncia del Club de Fumadores por la Tolerancia quedará en humo.
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