El líder del PP, Mariano Rajoy, fue entrevistado por El País. Sólo uno de sus dos directores, Jesús Ceberio, el saliente, ofició de entrevistador acompañado por un subdirector, Félix Monteira. José Luis Rodríguez Zapatero contestó a dos directores hace algo más de un mes. Los acompañaba Luis R. Aizpeolea, el encargado de difundir las grandes tesis del gobierno en su diario más cercano.
Mariano Rajoy debe ser el pasado para El País porque Javier Moreno, próximo director, no sufre la urgencia de presentarse. Las dudas sobre el futuro liderazgo del hombre elegido por Aznar para ser presidente no acechan sólo al diario de Prisa.
El mensaje de Rajoy es el pasado -"defiendo la existencia de la España constitucional, que haya un Estado fuerte, con competencias, con recursos"-, pero no porque la España plural de Zapatero sea el futuro, sino porque el discurso bifronte del PP no convence ni ilusiona para aumentar sus simpatizantes.
Todos quieren más y la estructura política territorial se lo permite (o lo hacían los fondos europeos, veremos cuando en breve no existan). "Se está tratando de liquidar por la puerta de atrás el modelo constitucional que nos dimos en 1978". Aunque Rajoy y el PP tengan razón parecen incapaces de articular una nueva idea de España y de convivencia.
"Lo que estamos haciendo ahora es fijar las competencias del Estado desde los estatutos de autonomía".
Rajoy acierta. España reformada desde la periferia. Acechada por la necesidad de muchos de protegerse con lo cercano y el mito ante el abismo incierto de la globalización. Una inquietud propicia para aumentar el poder de las baronías de una política hiperprofesionalizada.
La apelación a la ciudadanía de Rajoy vive bajo la sombra del bigote amenazante de José María Aznar.
"La reflexión que también es bueno hacer es qué ha pasado estos dos últimos años: lo que ha habido es un intento perfectamente dirigido de marginar al PP de las grandes decisiones nacionales". Rajoy se enreda en su soledad. Vivió los pactos con los nacionalistas del primer gobierno Aznar y el despliegue neoimperial de la segunda legislatura y la mayoría absoluta.
Y echa de menos ser el centro de una España inventada desde La Moncloa y su control mediático, señorío en los públicos y con la afinidad de muchos privados.
Pero no se puede ser centro de nada cuando la oposición sólo se funda en la batalla contra las iniciativas del gobierno y sus socios. Los populares necesitan un discurso convincente y saneador de su pasado.
No se atisba en la entrevista pese a la apelación a la igualdad de los españoles y el fundamentalismo constitucional.
Domingo 30 de abril en mitad del puente de mayo. No es buen día para Rajoy. Mucho puente, pocos lectores. Una entrevista en El País con el líder conservador debe dar para más. Para dirigirse a una mayoría de no votantes con un mensaje para cautivar.
Zapatero lo hizo hace unos días en El Mundo. Pedro J. Ramírez dijo entonces que el presidente contestó con el "saludable deseo de convencer mediante la réplica a quienes no pensamos como él".
Zapatero se definió entonces como un "demócrata social". En las grandes ocasiones el presidente siempre lanza un nuevo lema para abrir caminos. Del talante al republicanismo pasando por la recuperación de la memoria histórica.
El líder de la oposición se encierra en su impotencia. Rajoy no explica cómo un gobierno obligado a pactar con varios socios ha conseguido aislar al PP. ¿Será sólo mérito del PSOE?
Este mismo domingo el director de ABC, José Antonio Zarzalejos, alertaba: Zapatero no es un «bobo solemne», sino un táctico de la política, un oportunista de la semántica y, seguramente, un hombre con sugestiones mesiánicas. O sea, un adversario al que hay que combatir con inteligencia porque mientras se le negaban sus cualidades más básicas, él se ha encargado de demostrarlas, en silencio, segando la hierba bajo los pies de sus enemigos".
Quizá por eso son suficientes un director que deja de serlo y un domingo de puente para entrevistar al líder de la oposición.
P21 | Dos directores y un amigo para Zapatero