Hoy, el Estado tras la Política de ayer. El presidente José Luis Rodríguez Zapatero y el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, continúan un largo diálogo en el que el político trata al periodista más como oposición que como informador. Quizá sea lo mismo.
Pedro J. planteó la entrevista como un debate del estado de la nación (hasta en su cadencia de dos días, conveniente operación de marketing periodístico) y una medición de fuerzas de los dos años restantes de legislatura con grandes cambios políticos y sociales en marcha y por delante. Un repaso a los grandes temas del gobierno del PSOE criticados diariamente por El Mundo.
Zapatero ha contestado con el "saludable deseo de convencer mediante la réplica a quienes no pensamos como él", en palabras del propio periodista. La agenda de El Mundo y la del gobierno escrutadas con pullas políticas, personales y periodísticas incluidas.
El hombre que junto a Federico Jiménez Losantos personifica la más cruda oposición contra Zapatero y su ejecutivo mide sus fuerzas de información y opinión contra la estrategia y proyectos del presidente.
La era del talante zapateriano es una vuelta a la ideologización de los grandes medios. La victoria socialista de hace dos años llegó aupada por un movimiento popular y espontáneo (pese a las sospechas conspiratorias) en contestación a la política de los últimos años del gobierno de José María Aznar. Un gobierno que explotó con los atentados del 11M debido a su mala gestión de la crisis terrorista y a la sombra de desinformación posada sobre tantos ciudadanos.
Entonces los grandes medios (MSM, en el argot ciberperiodístico) no entendieron las raíces y alcances de la revuelta y la condena de un gobierno perdido en su sueño autoritario después de una primera legislatura mecida por un suave marketing político.
Aznar diseñó una segunda transición con una política mediática que empujó a la manipulación descarada a los medios públicos y fortaleció a los más cercanos a sus posiciones. Nada nuevo respecto a la época de González, excepto el surgimiento de la necesidad de la convergencia multimedia y la aceleración de la consolidación de los grandes grupos mediáticos en España y el resto del mundo.
Los enormes cambios estructurales en el mercado de los medios (productos, audiencias, hábitos, uso de los propios medios), la necesidad de compaginar el periodismo con los intereses empresariales (muy dependientes del dinero y las licencias controladas por los políticos) y la crisis de la mediación (la revuelta de los ciudadanos contra unos medios que sienten lejanos y poco representativos) han empujado a la endogamia al periodismo dentro de su hábitat político cuando encuesta tras encuesta demandan (con un enfoque a veces borroso) más vida privada y menos pelea pública.
Hay más medios y menos periodismo, como dice un reciente y reputado informe.
Con Zapatero, la crispación es la estrategia del Partido Popular y los medios contrarios a las tesis del gobierno para luchar contra sus políticas. El vaivén y la reubicación temblorosa del PP y su liderazgo ha fortalecido a los prebostes periodísticos sobre los políticos en equilibrio.
La historia de la oposición de estos dos años es la lucha entre PP Jeckyll y PP Hyde. Los intentos centristas de Mariano Rajoy frente a las duras embestidas de Aznar y sus más predilectos seguidores.
Dos años después el anhelado cambio en los medios ha derivado hacia una mayor polarización política que impregna una parte de la sociedad, sea por decisión propia o por la invasión del fragor políticoperiodístico sustentado por un ambicioso programa de cambios sociales y políticos dirigidos por Zapatero (democracia social y deliberativa, la llama el presidente).
Tanto ruido y furia que la propia derecha mediática ha estallado hasta romper su frente unido. El empecinamiento sobre la responsabilidad conspirativa del 11M, bien alentada por El Mundo, el anuncio del alto el fuego de ETA y la lucha por la misma audiencia y recursos enfrentan a unos con otros.
Y la situación y la historia medios/política es similar en muchas autonomías (Cataluña, Madrid, Galicia, La Rioja, las televisiones públicas, las subvenciones a la prensa, etcétera, etc.)
"Un periódico responde ante sus lectores, un gobierno ante todos los ciudadanos, decía ayer el presidente halagador de la II República, una época de esperanza, crispación y falta de talante con la que ZP gusta de compararse.
Sí. Pero el periodismo también debe rendir cuentas ante los ciudadanos. De veracidad y de transparencia. A partir de ahí, la opinión es libre y las posiciones críticas y duras, por estentoreas que sean, vigilan la democracia y a sus actores.
Ni unos ni otros deberían olvidar esa responsabilidad. Unos no deberían aspirar a una tutela manipuladora y opresiva, y los otros están obligados a representar adecuadamente el derecho a la información de los ciudadanos más allá del show y los intereses corporativos y económicos.
P21 | Talante de Zapatero con El Mundo