¡Hoy marchamos, mañana votamos!. El grito de tantas manifestaciones de hispanos por todo Estados Unidos (Chicago, Washington, Nueva York, Los Ángeles) alza una voz oída ahora por muchos. Los inmigrantes hispanos han demostrado cuánto los necesita el país que los acoge.
Quieren personas y ser ciudadanos, no mano de obra ilegal y casi esclavizada.
En Estados Unidos, en España, en Europa, la patria se lleva en el afán de vivir dignamente allá donde se pueda trabajar y seas respetado como persona. Un debate donde el peligro de la criminalización, la xenofobia y el populismo acechan la dignidad de todos.
Frente al miedo de Samuel P. Huntington y las manipulaciones xenófobas del congresista Tom Tancredo, uno de los promotores de la criminalización de los ilegales, los inmigrantes gritan a los norteamericanos que quieren ser ciudadanos con los mismos derechos y deberes.
Y por eso el objetivo es convertir la protesta contra la explotación en un movimiento político. Animar a los inmigrantes legales a registrarse y votar. A ejercer la ciudadanía para defender sus derechos y los de los suyos.
Sólo el 39% de los 41 millones de latinos de Estados Unidos están registrados para votar (76% de blancos y 65% de negros) y sólo la mitad de esos 16 millones votaron en las últimas elecciones.
Huntington alertó contra el surgimiento de una nueva nación latina dentro de Estados Unidos. El hombre que teorizó el choque de civilizaciones defiende el derrumbe del sueño americano por los hispanos. La resistencia lingüística, cultural, familiar y emocional de los inmigrantes mexicanos rompen la tradición WASP, la sociedad anglosajona.
Pero los hispanos también son Estados Unidos, como defiende The New York Times. El editorial del diario recuerda las oleadas de inmigrantes, el melting pot, sobre los que se cimenta la tradición norteamericana.
Los inmigrantes ilegales no son "criminales, terroristas potenciales ni invasores (sino) gente corriente", editorializa. "El mensaje es claro: somos América. Queremos unirnos a vosotros".
Por eso dejaron sus casas y su pobreza. Sus países asolados por la miseria, a sus políticos corruptos y a sus policías mafiosas. Para ser ciudadanos, gente corriente.
"A menudo el debate ha sido conducido con miedo irracional y disgusto por El Otro", escribe Los Angeles Times, el diario heredero de los pioneros que un día crearon la mayor ciudad de la Costa Oeste y que durante mucho tiempo defendió la repoblación de su territorio con anglosajones.
Pero ellos han cambiado. Una parte de la sociedad norteamericana, no.
El periódico californiano resalta el rostro humano de los inmigrantes. "El singular triunfo de esta protesta es que ha puesto rostro humano a un debate dominado por la deshumanización de palabras como ilegales o extranjeros". Ningún ser humano es ilegal.
Hasta el conservador Chicago Tribune destaca los riesgos de provocar una reacción en contra de los norteamericanos pero reconoce la inevitabilidad del día sin inmigrantes: "Los inmigrantes tienen pocas opciones. El cambio social raramente se consigue por esperar educadamente a que los otros hagan lo correcto. Como no pueden votar, millones de trabajadores indocumentados deben encontrar una forma de ser oídos".
Votar. Ejercer como ciudadanos. Defender legalmente sus derechos y los derechos de todos porque un día cualquiera puede ser extranjero en su tierra.
Huntington puede seguir temblando porque la nación latina despierta y quiere expresarse, en la calle y en la política. La última vez que algunos americanos se sintieron amenazados en su propia tierra fue cuando los negros también quisieron ser una nación. Ciudadanos con plenos derechos.
La lucha por la igualdad racial todavía no ha acabado. Pero la lucha de los hispanos no es racial. Los negros no tenían una cultura común. Los hispanos, sí. Lo que inquieta a Huntington es la evolución de un país que crece en riqueza, material, espiritual, cultural, como siempre lo ha hecho: británicos, franceses, irlandeses, holandeses, italianos, centroeuropeos, árabes y tantos otros.
Algunos ya ven en el movimiento hispano la resurrección de los movimientos cívicos por los legítimos derechos ciudadanos.
Primero de mayo. Chicago. 1886. La lucha por la jornada de ocho horas y los derechos sindicales renace con ímpetu.
El objetivo es ser personas y ciudadanos, no trabajadores extraños.
Las radios y los diarios hispanos defienden la conversión de los trabajadores en ciudadanos.
El himno americano sí se puede cantar en español, defienden. Y hay quien le recuerda a George W. Bush que el himno americano ha sido cantado en varios idiomas para asumir sus valores.
Bush sólo necesita mirar la página del Departamento de Estado para encontrar varias versiones de La bandera de barras y estrellas.