El oasis catalán parecía indestructible como las plazas duras y el tiralíneas rectísimo del nou urbanisme. Cataluña vivió muchos años de la unidad de intereses y de una supuesta fortaleza de la sociedad civil. Frente a las tensiones de otros territorios, todo allí parecía remanso del seny con el catalanismo como argamasa social.
La reforma del estatut debería fortalecer esa comunidad, pero está actuando como un disolvente.
El sí y el no están enfrentando a la sociedad catalana como nunca. Lo peor es que aparece cierta sociedad civil bien dominada e impulsada por los partidos y muchos acusan los empujones con mañas de búsqueda de la verdad pero también cierto tufo a comisariado político.
Culpa de ellos y de quienes no reconocen con claridad sus intereses. Hay demasiada ligazón entre las campañas cívicas (Vota Indepèndencia, Stop Estatut) y las posiciones de los partidos a favor y en contra.
El sí y el no han saltado al ciberespacio y a los manifiestos y plataformas en una resurrección de estos movimientos cívicos y transversales ya observada en las elecciones gallegas, estrategia importada a su vez de los Ciutadans pel Canvi, los castellers de Maragall.
Una nueva plataforma por el sí aparece con ciudadanos de varios partidos y el empuje del PSC, como desvela Vicent Partal.
Mal los partidos por no decir a quién apoyan, y el caso del PSC no es único. Mal la necesidad de la búsqueda de malas raíces. Indica una opacidad no deseable.
Stop a la guerra sucia de unos y otros. Todavía hace poco ERC buscaba venganza sobre quiénes habían filtrado sus intentos de financiación clientelista y encontraba apoyo de algunos medios y periodistas. Otros medios y sus empresas matrices están bien engranados con la política de las plataformas.
El oasis siempre fue un espejismo anhelado y bien proyectado. Vuelve a surgir un enfrentamiento que recuerda otras persecuciones y traiciones fraternales de la historia de Cataluña y de su izquierda.
Más transparencia ayudaría a todos.