Sunday, May 14, 2006

El código Da Vinci del marketing

Misterios, religión, acusaciones, el Opus Dei, una novela de éxito, obispos condenando, sospechas y conjuras. Y una grandísima operación de marketing convertida en varias con muchos a la búsqueda de ganancias y defendiendo sus convicciones e intereses.
La controversia sobre El Código Da Vinci y su película ha desatado un vendaval de discusión sobre el cristianismo como hacía tiempo no se veía. Muchos sospechan que tanto Dan Brown, el autor; como Ron Howard, director de la película; Sony, la productora; y la propia iglesia y el Opus Dei se benefician del revuelo.
La iglesia y el Opus Dei piden que la película aclare con un rótulo expreso que se trata de una obra de ficción. El director Ron Howard se niega. "Esta es una obra de ficción que presenta personajes afectados por la conspiración (...) Las obras de espionaje no aclaran que son de ficción".
Varios cardenales y obispos encabezan la maldición contra la obra, recrudecida con la película tras el éxito de la novela.
Los principales contendientes e implicados en la disputa han encontrado un buen filón.
Sony Pictures ha convertido las críticas y el rechazo de los cristianos en una fórmula de marketing magistral. Publicita las críticas para alimentar el éxito de su estreno cinematográfico.
Incluso ha creado una web, El diálogo Da Vinci -también admite la url desafío Da Vinci: http://www.thedavincichallenge.com/- donde una serie de expertos católicos (periodistas, teólogos, propagandistas, sacerdotes y hasta un obispo) difunden sus opiniones y dialogan con la audiencia.
Marketing integrador para sacar petróleo de las críticas.
El Opus Dei ha reaccionado con inteligencia y ha construido un especial en su página web donde se aportan todo tipo de argumentos y recursos contra la película y la novela.
"Podíamos haber lanzado un grito profético o una respuesta profesional. Hemos optado por lo segundo. Hemos dado una respuesta profesional a un problema de comunicación, no una respuesta religiosa a un problema religioso", explica Juan Manuel Mora, director de comunicación del Opus Dei en la oficina de prensa de Roma.
La actitud del Opus coincide con la de prelados como monseñor Francis J. Maniscalco. El obispo norteamericano explica que "si una sola persona sale con una impresión distorsionada de Jesucristo o su iglesia, nuestra preocupación por esa persona es como si fuera el mundo entero".
Lo dice en Jesús decodificado, la web que la conferencia episcopal norteamericana ha puesto en marcha. Se suma a otras como el Antídoto Da Vinci, donde se ofrecen libros y dvd´s para revelar la mistificación.
La gnosis en calderilla y los millones en caja. Es la explicación de Rafael Gómez Pérez en Aceprensa, una agencia de información católica, donde destripa las razones del éxito de una obra varios elementos clave: la nostalgia de la creencia en un mundo descreído pero a la búsqueda de magia, la tentación gnóstica de conocer la verdad oculta, el espiritualismo new age y la creencia a capricho, personalizada.
Son lo que el autor llama la religión-ficción, aupada y bien difundida no por la voz de la verdad y la esperanza sino por la del marketing.
Los rumores y la polémica son el epílogo de la conspiración del código Da Vinci. La historia en marcha como reacción de los conspiradores a la revelación del elegido Dan Brown.
Revistas como la prestigiosa Time se han unido al run rún y la rentabilidad del misterio.

Una respuesta profesional a un problema moderno. El problema es la mezcla de realidad y ficción sin distinción, un torrente en Estados Unidos. James Frey admitía hace poco sus invenciones en su pretendida y exitosa autobiografía. Ocurrió lo mismo con JT LeRoy, el literato chapero y heroinómano inexistente.
Los críticos del Código denuncian sus inexactitudes y alteraciones históricas. Pero también sus invenciones sobre las creencias y los evangelios. Ficción sobre textos religiosos, no fácticos.
La no ficción gana a la ficción cada vez con más rotundidad. El problema es la falta de claridad, la ruptura del pacto con el lector. ¿O esa ruptura sólo la entienden como tal quienes se sienten agredidos? ¿Entiende el lector las novelaciones del Código o se confunde entre sus fantasías y los hechos reales?
Un sólo confuso es todos los confundidos, argumenta el obispo Maniscalco. La verdad religiosa e histórica no puede ser alterada ni en una sola conciencia.
Tomás Eloy Martínez reflexionaba recientemente sobre las ficciones verdaderas con la vieja polémica de la distinción entre realidad, ficción y simulacro.
"El simulacro -la ficción de una imagen- se construye sobre la disimilitud, implica una perversión, un desvío que lo modifica todo", dice el argentino, y recuerda la denuncia de Platón: "es preciso impedir que asciendan a la superficie y se irradien por todas partes, como una enfermedad". Esa es la intención de los críticos del código Da Vinci.
"A veces, el simulacro sigue un camino inverso al de la ficción verdadera: parte de una fuente imaginaria y encuentra su sentido último en el caos de la realidad". Vale la pena diferenciar la intención de Brown de la de noveladores de la realidad como el propio Eloy, Norman Mailer, Don DeLillo, Vargas Llosa, Javier Cercas y tantos otros. Estos buscan en la ficción un sentido a la realidad. Brown es sólo un mistificador persiguiendo la fórmula exitosa del best seller.
La revelación de Tomás Eloy Martínez alumbra la clave de la controversia: la disputa sobre El Código Da Vinci es un problema religioso. La novela y la película de Dan Brown atacan el cristianismo porque crean una fe y un evangelio ficticios sobre la fe y el evangelio revelados de los creyentes.
Marketing para viejos problemas.

P21 | Un código con sentido
P21 | El Código Da Vinci convence a la iglesia con dinero