Música | John Coltrane. A love supreme
Paul Auster es el nuevo Príncipe de Asturias de las Letras. Lo apuntará en el cuaderno azul de La noche del oráculo. Un cuaderno de Portugal, donde le ha sorprendido la noticia filmando su segunda película.
Auster es un narrador de la melancolía del hombre moderno. Comprometido lo justo, con problemas de relación social, urbanita (neoyorkino), introvertido y amante de mujeres más fuertes que él. Un letraherido. Como tantos. Unos leen, otros escriben. Algunos hasta lo hacen bien.
Paul Auster a menudo encuentra historias en los libros y las cuenta con ese instante suspendido del cine de Jim Jarmusch.
Le ganó el Príncipe de Asturias a Philip Roth y al israelí Amos Oz. Todos judíos. Unos más desligados, como Auster, otros con el ojo americano de Roth y Oz con la mirada atenta al Israel de hoy.
Roth está mayor. La tesis pudo con la historia en La conjura contra América y la sexualidad de los viejos verdes aflora en Everyman (el último Vargas Llosa, y antes García Márquez, será la edad).
Auster es un letraherido que escribe de libros, autores y lectores. Inacabable. Tan previsible y sorprendente como un Woody Allen, otro Príncipe de Asturias.
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