España se enfrenta de nuevo a los piratas (del mar, no de internet). Esta vez en el Océano Índico, en las costas del Cuerno de África y en el mar de China. El gobierno estudia enviar una fragata a Somalia para proteger a la flota pesquera. En el último año se han registrado más de 40 ataques piratas.
Los modernos bucaneros persiguen a los barcos españoles, especialmente a los grandes atuneros, y abordan a mercantes y petroleros como antes perseguían el oro de la flota de las Indias.
La historia de España es en parte la lucha contra los piratas y los corsarios de los codiciosos países ambiciosos de oro y tesoros. Francia e Inglaterra cuidaron bien sus armadas corsarias y a sus capitanes mientras no pudieron acabar con la hegemonía española del mar.
El romanticismo recuperó los piratas y Espronceda en su canción olvidó los pecios hundidos en el Atlántico para recuperar la imagen de la libertad:
"Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar".
Habían pasado ya los tiempos en los que hasta el malvado sir Francis Drake se atrevía a atacar las ciudades españolas, donde sólo gracias a heroínas como María Pita se salvó A Coruña y el honor de la tierra mancillada por los corsarios.
Los piratas modernos singlan por el estrecho de Malaca, el mar de Java y las costas de África, como tan bien cuenta William Langewiesche en The Outlaw Sea, un retrato de la moderna piratería sin parche en el ojo ni pata de palo, más bien de condenados a la charca de la pobreza -como el pobre Pata Palo de Kiko Veneno- y ávidos de botín en mares donde la civilización todavía vive las historias de Joseph Conrad, príncipe de los escritores del mar.
Tampoco cabe olvidar que, como en la Canción del Pirata, la flota española es considerada bucanera en mares donde el pescado aún es abundante.
Los piratas siguen usando muchas banderas.