Horas y horas de tribuna para tan poca cosa. El presidente Rodríguez Zapatero, rey del talante, contestó a todos con amplitud, y la cosa se prolongó. Tanto que sólo se llegó hasta ERC cuando en otras ocasiones entraban en el primer día hasta los canarios, siempre en el coche escoba gracias a su hora de menos, garantía de una audiencia ahora pendiente de si ese negro que viene hacia mí es de cayuco o de Birmingham.
A Mariano Rajoy no le da el tiempo. El tiempo es del gobierno. Rajoy pataleó en la tribuna contra los apremios de Manuel Marín, presidente del Congreso, y bajó del podio enfadado y ofendido.
Perdió su tiempo y quizá no lo vuelva a recuperar. El pasado lo ahoga y el futuro no acaba de nacer para este proyecto de heredero aznariano non nato.
Aznar. Su gobierno otra vez. ¡Qué pereza, presidente Zapatero! ¡Qué pereza! Vuelvo al debate del 2002 y casi podríamos cambiarlo por el de ayer si le sumamos a Joan Puigcercós y la sociovergencia. El líder parlamentario de ERC es otro político sin tiempo. Esquerra aprovechó su período en el tripartito catalán para tocar poder de verdad y para empujar un estatut que ahora no reconocen. Otro non nato.
No hubo mariposas gamma en el Congreso. Hubieran muerto de aburrimiento. El debate excede su ciclo vital, como la postergada discusión sobre la paz con ETA.
Hoy más. Y serán muchas horas.
Cambien el formato, señores políticos. Abrevien. Interesa el telediario y para eso este debate es excesivo. Acorten, señorías. Cuando se les observa tanto tiempo se les ven las vergüenzas y los periodistas acaban pensando en las sandalias de las ministras.
Y total, los convencidos son fieles (Rajoy, ZP).