En la segunda victoria no hay duda ni error. La primera entrevista para amortizar la esperanza de la paz es para El País. Cuando Zapatero ganó las elecciones el talante era el mensaje obligado tras una victoria ajustada, y entonces El Mundo de Pedro J. Ramírez fue el elegido. Cuando el anuncio de alto el fuego de ETA promete cambiar la política española, el presidente acude sin duda al diario líder y más cercano a sus tesis.
En la entrevista coinciden dos directores: el que se va, Jesús Ceberio, y el ya nombrado, Javier Moreno, que se estrena en una ocasión única. Los arropa uno de los pocos periodistas a quienes el presidente llama personalmente, Luis R.Aizpeolea, vocero habitual de las tesis estratégicas de Presidencia.
José Luis Rodríguez Zapatero aparece seriamente vestido. Las ojeras muestran el cansancio de unos días llenos de reuniones y conversaciones endurecidos por el viaje a una cumbre europea convertida en la mejor operación propagandística de la esperanza y de su gestor.
El presidente repite los argumentos a favor del deseo. Anuncia un camino de diálogo abierto y sin demasiadas condiciones más allá de la ley: fin de la violencia, política para cerrar las heridas (la democracia tiene "tiene el alma y las reglas para integrar a todo el mundo que use medios democráticos para defender las ideas que quiera") y consenso y tiempo para una reinserción tras un "un pacto de memoria y apoyo" para las víctimas.
Y otra vez la mano tendida y asfixiante para el PP: "No avanzaremos si no están todas las fuerzas políticas". El presidente reclama el mismo apoyo que él otorgó en el 2000 a José María Aznar. Y los populares no tienen salida.
El proceso va a ser "largo, duro y difícil" (eslogan de Zapatero) para el PP.
"Espero que el martes el presidente me diga cuáles son sus planes y, puesto que al Gobierno le corresponde decidir la política antiterrorista, una vez conocidos los planes del Gobierno, me posicionaré. Quiero ser constructivo y lo seré para ayudar al Gobierno a lograr el fin de ETA". Las palabras de Mariano Rajoy en La Vanguardia también repiten sus mensajes del 22, día del anuncio. La entrevista estaba prevista para hablar del estatuto pero la actualidad y la esperanza se imponen.
El PP está atrapado por sus propias palabras y por la estrategia del presidente. Rajoy quiere ser duro, pero sólo pide lo que Zapatero ya promete. Otra cosa serán los cumplimientos.
Los españoles quieren unidad política para acabar con el terror (encuestas en El País y El Mundo) y no están dispuestos a dar a los terroristas el control del futuro. Las heridas y las flores de los cementerios están demasiado frescas. No estamos preparados todavía para el perdón, aunque sea selectivo.
El presidente dirigirá la negociación y el líder de la oposición no debe perder la oportunidad de convertir la posible paz en la victoria de todos. No debe renunciar a nada más que a algunas crispadas palabras, sólo vigilar y ayudar en el proceso para cumplir la ley, asegurar el futuro y conseguir un perdón sin desmemoria.