Sunday, November 13, 2005

Llamas contra la crispación

El ministro José Montilla no puede con los medios de la derecha y acusa a Pedro J. Ramírez y a Federico Jiménez Losantos de ser los "estrategas de la derecha" y de hacer "chantaje moral y político (...) no hacen información sino que difaman, mienten y manipulan con el objetivo de intimidar a sus adversarios".
Inmediatamente El Periódico de Catalunya abona la tesis y busca explicaciones (Pérez Royo, cómo no) al fenómeno. La culpa es de la prensa, como siempre. No lo dice el catedrático sevillano, lo dice El Periódico.
Recuerdan el Gal, el ¡váyase sr. González!, las maniobras aznaríes y la guerra digital. Pero no recuerdan el maridaje del PSOE con Prisa, ahora más redivivo que nunca, ni las maniobras de la concesión de televisiones, ni las graciosas subvenciones a la prensa catalana y a las otras, los medios públicos, ni tantas cosas.
El Periódico no recuerda las informaciones y datos que inevitablemente el gobierno proporciona a El País en detrimento del resto de los medios, amigos y enemigos, de alas que también el diario barcelonés es víctima. Y no parece que la sustitución en el aparato de Comunicación de Moncloa haya mejorado mucho la política comunicativa.
Los periodistas tienen la responsabilidad de decir la verdad, y muchos no la dicen, a uno y otro lado. Los estrategas suelen estar en los medios cuando los políticos no tienen el cuajo y el cerebro suficientes. El peor problema de la prensa en España es su falta de independencia, pero eso afecta a los progubernamentales y a los opositores.
Por eso muchísima gente le vuelve la espalda y confía en medios alternativos. Por eso la gente es escéptica y no cree en lo que le dicen.
No defenderé nunca a los apocalípticos y a los heraldos del guerracivilismo, pero tampoco a los llorones, a los voceros de lo políticamente correcto, a los tibios y a quienes son incapaces de la autocrítica necesaria.
Los medios están primero para informar, luego para criticar y vigilar al poder. Su obligación con los ciudadanos y con la verdad pasa factura, sin duda.
Dice el gobierno que la gente "percibe la realidad, no la imagen que de ella dan los políticos" y yo sigo confiando en el juicio de los ciudadanos. Un repaso a las ventas y audiencias de unos y otros es muy revelador cuando se descuentan las trampas.
Los políticos deben respetar la crítica y están en su derecho de denunciar los excesos, pero en un país donde los intereses de los medios se juegan con licencias y dinero público, unos y otros deben ser transparentes y consecuentes.
Los medios no tienen derecho a mentir y los incendiarios acabarán devorados en sus cenizas. Pero los bomberos autistas no están libres de pecado.
Todos deben recordar que a todos llega el momento. Y no pasa nada. Luis María Anson deja La Razón tras fracasar sus negociaciones con José Manuel Lara. Cae uno de los próceres de la prensa gerrillera. ¿Y? Los periodistas harán bien en acordarse de la advertencia del César: recuerda que eres hombre. Cayó la letra y la voz de apaga. Y la vida sigue.
Seguramente esta crispación tiene su origen en una brecha social que unos y otros contribuyen cada día a ampliar por falta de verdades y argumentos.
Todos deberíamos repensar lo que estamos haciendo. Internet tampoco es ninguna panacea. A veces cuando entro en directorios de blogs y medios digitales tengo miedo, temor de la guerra cruenta allí librada y de cómo los más radicales ganan a costa de la verdad y los hechos.
Afortunadamente, los ciudadanos son cada día más escépticos, pero eso es malo para la democracia. El periodismo debe volver a ser un arte democrático, pero es muy difícil sin la reflexión, la independencia y la fidelidad intelectual y ética necesarias. Las lecciones del 11M siguen sin aprenderse.