La revolución social digital obliga a revisar el modelo de la obra, la autoría y el negocio. En el nuevo paradigma de más acceso, capacidad de edición y copia, creación y distibución colectiva caen muchos de los principios sobre los que se edifica la cultura y el negocio tradicional.
Juan Freire propone algunas ideas en El doble reto del open source para el arte. ¿Una doble oportunidad?
Juan destaca dos aspectos: la creación colectiva (el tinkering y el bricolaje cognoscitivo) y un nuevo modelo de negocio, pero creo que no aborda lo fundamental: la nueva relación entre precio y valor (rentabilidad) y el papel de la comunidad o distribución en red (paradoja del control).
El entorno digital facilita la creación a partir de materiales existentes, de la tradición, sin que el uso de citas y fragmentos deba ser considerado copia, como ya explicaba Lawrence Lessig en Free Culture.
Pero la obra digital puede ser colectiva o individual. El valor de la comunidad y la participación es alto para algunas obras y para otras no.
Contrariamente a las acusaciones de muchos, la facilidad de encontrar, copiar y mezclar ha potenciado también el reconocimiento y la atribución, como prueban tantas obras digitales y ya también las tradicionales.
La cultura digital abre nuevas posibilidades de creación colectiva y remezcla, pero ambas no son un valor en sí mismas, aunque el estímulo y la facilidad son innegables.
Sobre el modelo de negocio tengo más dudas. Juan caracteriza el modelo de negocio abierto con "mayor creatividad", "oportunidad de rentabilizar obras parciales" y "reducción de costes y reproducción".
Mayor creatividad: no necesariamente. Más disponibilidad de materiales y facilidad de colaboración, sí; pero muchas de esas obras acaban en simple copia o versión, sin grandes aportes creativos.
Obras parciales (modulares): la creación compartida puede crear obras unitarias o fragmentarias de la misma forma que la creación individual. La creación colectiva no puede, ni debe, acabar en un mashup de fragmentos. Esa mezcla crea a menudo valor por sí misma, pero no es un rasgo esencial en la creación colectiva.
Por ejemplo, la mayoría de wikinovelas dan como resultado una obra íntegra, participativa pero unitaria.
En las viejas escuelas de pintura se sabe mucho, antes del advenimiento digital, de cómo la obra de un autor es resultado de la iconografía, bocetos y ensayos de muchos. Y lo mismo ocurre con las imágenes, metáforas y citas de tantas escuelas poéticas o narrativas.
Reducción de costes y reproducción: la ventaja digital es clara, pero aquí está la clave del futuro de la cultura digital.
Es más fácil producir y comercializar (la larga cola de Chris Anderson) pero si los grandes medios y negocios tradicionales controlan las herramientas de distribución y comercialización el modelo es muy similar al actual y aparece la paradoja del control 2.0: aumentan los creadores y las obras pero el control de la comercialización y rendimiento económico sigue en manos de pocos.
Por eso las televisiones disputan con Google el control de la televisión 2.0 mientras el gran buscador actualiza su estrategia empresarial para convertirse en mediador y comercializador de contenidos: informativos, de entretenimiento, publicitarios y de servicios.
Del control de las viejas productoras y comercializadoras al de los nuevos conglomerados de la convergencia tecnología/comunicaciones/medios.
La clave para el futuro de los medios de negocio abierto es la creación de redes, medios y servicios independientes más allá de los grandes medios y sus comercializadoras (Openserving, por ejemplo, el último proyecto de Jimmy Wales). Acompañado por nuevos modelos de propiedad intelectual y derechos de autor.
De lo contrario la comunidad puede convertirse en un commodity (materia prima), como alerta Charlie Leadbeater. Por eso demanda "un grado de autogobierno más allá del alcance de las grandes marcas".
Imprescindible.
De ahí la importancia de mantener la neutralidad de la Red, vital para garantizar el acceso a nodos y servidores que puedan alojar y distribuir obras independientes.
"El valor de las redes sociales, el contenido generado por los usuario y los medios participativos descansa en su habilidad de crear comunidades pegajosas -en el sentido de Malcolm Gladwell- alrededor del contenido, actividades y prácticas".
En definitiva el desafío es: mantener canales de distribución y comercialización independientes para obras de cultura abierta y crear un público dispuesto a valorar y rentabilizar la creación.
Nuevos métodos y herramientas para el desafío de siempre. Recuérdese el fracaso de las editoriales independientes, las radios libres, los fanzines y la absorción por las grandes compañías de sellos discográficos indies.
Muchos últimos movimientos del mercado y la crisis de éxito o notoriedad apuntan en esa dirección. Vivimos la era de la explosión de autores. Veamos si el futuro digital es diferente al de los fracasos del pasado.