Los viajeros de Air Madrid están desconsolados. Muchos no podrán viajar a sus países de origen o volver a España tras la suspensión de actividades de la aerolínea.
Lo peor es que la mayoría son inmigrantes. Air Madrid había convertido a los trabajadores latinoamericanos y europeos del este en el centro de su negocio. La tragedia es mayor, porque muchos compraron sus billetes con mucho esfuerzo, algunos después de años de trabajo sin ver a su familia.
La espantada de la aerolínea tras la amenaza de suspensión del Ministerio de Fomento el pasado 12 de octubre revela otro abuso económico contra los más desfavorecidos.
Air Madrid no era una aerolínea de bajo coste al uso. Gran parte de sus vuelos eran un cayuco aéreo. La compañía nació bajo la égida de Herminio Gil (Air Europa, Viva Tours) para luego quedar en manos de José Luis Carrillo Benítez. Nació con la estela de las modernas compañías de bajo coste que transportan turistas, estudiantes y cada vez más viajeros de negocios en Europa. Pero este empresario turístico, ayudado por capital procedente de empresas hoteleras y de viajes atisbó otro mercado en crecimiento y menos explotado.
Frente a su competencia de vuelos baratos, aerolíneas eficientes en muchos casos, Air Madrid tenía desde hace tiempo la peor nota de los usuarios.
El problema parece estar en los viajes intercontinentales y sus exigencias para aviones, tripulación y logística.
Air Madrid no fue capaz.
No lo era desde hace meses. Fomento ha actuado tarde. No es de extrañar, es la primera vez que un gobierno español se ve obligado a retirar la licencia a una compañía aérea.
El caos y la espantada de Air Madrid son una metáfora de una economía especulativa basada en negocios con una demanda y clientes a los que muchos no reconocen los mismos derechos por falta de visión o prejuicios.
Parece también que algunos problemas (transporte, vivienda, seguridad, educación, laborales, etc.) para capas de la sociedad como los inmigrantes son detectados con mucho retraso y a menudo con menos urgencia que cuando afectan a otros ciudadanos.
Esta vez la libertad de empresa y la cautela ministerial para esperar a tomar una decisión tras meses y meses de quejas, retrasos y cancelaciones ha dejado un reguero de tragedias personales, un enorme problema público y otro para los trabajadores de la aerolínea, tan abandonados como los frustrados viajeros.
P21 | Superados por la inmigración