"Es evidente que hoy estamos peor que ayer. La determinación del gobierno y de todas las instituciones es que en el futuro estemos mejor y acabemos con esta lacra (...). Ganaremos esta batalla".
La bomba de ETA en Barajas ha obligado al presidente José Luis Rodríguez Zapatero a anunciar esta tarde la suspensión de todo tipo de iniciativas para el diálogo con ETA.
Con violencia no hay diálogo, ha repetido desde La Moncla el presidente un día después de celebrar un mejor 2007 con más esperanzas de paz.
Zapatero estaba obligado a reconocer que la ruptura del alto el fuego es un parón en el proceso de paz. Pero sus primeras palabras de esta tarde insisten también en mantener la voluntad de encontrarla. Suspensión, no renuncia.
Arnaldo Otegui ha dicho que "el proceso de solución al conflicto no está roto" y ha vuelto a la tesis de los "bloqueos estructurales" para demandar gestos al gobierno.
Pero Otegui volvió a perder la oportunidad de condicionar a ETA con un paso político audaz. Reconoció y se solidarizó con las víctimas (heridos leves y dos desaparecidos a esta hora), pero no fue más allá. La tensión entre quienes saben de la necesidad y la comodidad de la democracia y quienes siguen con las armas en ristre es un vacío para la paz.
Las dificultades de un diálogo para el fin del terrorismo son casi insalvables con la desunión del Partido Popular, cuyo líder Mariano Rajoy corrió esta mañana para demandar, ahora con causa, lo ya dicho durante la tregua: "pido al Gobierno que suprima cualquier contacto con la organización terrorista ETA".
El fin de un alto el fuego no es el fin de la búsqueda de la paz.
Lo peor es la pérdida de credibilidad de los principales protagonistas de este intento. Quizá el próximo requiera nuevos actores: una interlocución más clara en el mundo abertzale capaz de imponer la vía política frente a la violencia y un portavoz gubernamental con la libertad y la capacidad necesaria para recorrer ciertos pasos sin comprometer al propio gobierno, que debe mantenerse firme en la defensa de la legalidad y preservado de errores tácticos hasta los movimientos finales y decisivos.
Para reanudar el diálogo son necesarias dos condiciones: un nuevo cese mantenido de la violencia y un acuerdo político amplio de los partidos democráticos. Un proceso de paz no se puede hacer con el principal partido de la oposición en contra.
La paz siempre es posible. Pero es imprescindible quererla y trabajar por ella. Los ciudadanos la han querido, apoyado y anhelado. Todos los políticos deberían revisar sus pasos para no volver a tropezar en las mismas piedras.
P21 | ETA rompe el alto el fuego