Los teléfonos móviles avanzan para convertirse en nuestro auténtico ciborg. Por ahora exógeneo, pero puede que en un futuro también se puedan implantar dispositivos internos para no olvidarlo nunca.
Quizá el gran dilema del futuro más cercano es si el teléfono móvil se convierte en un gran conector social, de personas, o se liga irremediablemente a las grandes telefónicas y distribuidores de contenidos cuando la paradoja del control, versión 2.0, avanza: cada vez hay más creadores en el universo digital y menos empresas e instituciones controlan internet.
Quizá incluso es peor. Pueden ser el auténtico Panopticón de Foucault, donde unos pocos vigilan a muchos.
Pero también mejor, el Sinopticón de Zygmunt Bauman, donde son "los muchos los que vigilan a los pocos". En la metáfora de Bauman la capacidad de observación (cámaras integradas) y comunicación (voz, sms, mms, conexión a través de varias redes: celular, fija, wifi o wimax) permiten al ciudadano tomar la posición del vigilante para controlar el poder.
La gran ventaja de los móviles es ser un elemento de conexión de personas y cosas. Por eso puede ser el auténtico gadget social de la Red Social Universal si escapa al consumidor ciborg, compulsivo e insaciable.
Los nuevos teléfonos móviles y los que vendrán (buen artículo en The Economist) son el equipo perfecto para el ciudadano interconectado.
De ahí su éxito universal: en los países desarrollados para trabajar y relacionarse desde cualquier sitio, en los subdesarrollados como equipo de pago y conexión. Ya son auténticos life recorders, máquinas capaces de replicar tu propia vida y la realidad inmediata con la ventaja de poder distribuirla fácilmente a los demás.
Es una revolución en la comunicación interpersonal, en el trabajo (hasta el punto de caer en el síndrome BlackBerry y provocar incluso huérfanos), en el periodismo, en las finanzas (medio de pago, cuenta bancaria e inversor), en la política y en el consumo de todo tipo de contenidos digitales.
La convergencia con el iPod anuncia un universo de contenidos audiovisuales capaz de estar en un solo aparato. El almacenamiento es barato. El consumo móvil, constante, de cualquier contenido digital.
La cuestión es cómo se controla el uso: lo dejamos abonado a los contenidos distribuidos por las operadoras o llevamos la Red Social (web 2.0) a los móviles para romper la tiranía de quienes controlan los cables y las ondas, cada vez más integrados con los medios para llegar a la concentración vertical de los contenidos.
Los móviles siguen creciendo hasta en los mercados saturados. Es hora de comenzar a crear redes que permitan sacar el teléfono unipersonal, el autor del gran cambio de llamar a personas en lugar de a lugares, para convertir al ciborg en un asistente personal y social.
De vigilados y consumidores a liberados y creadores.