"El País ha sido muy arrogante en demasiadas ocasiones". Lo confiesa Juan Luis Cebrián al repasar el trigésimo cumpleaños del periódico líder desde la Transición.
El consejero delegado de Prisa, ex director de El País y fundador del periódico reconoce haber llegado a "cometer errores, a publicar noticias falsas, a no querer reconocer los errores a veces y a un cierto distanciamiento de la opinión pública".
Cebrián ofrece una visión algo más crítica y realista del periódico que el editorial de celebración de un cumpleaños del que estar satisfechos, pero valioso para reflexionar con transparencia con los lectores, que son el mayor activo de cualquier medio.
El País es historia viva del periodismo moderno en España. Para lo bueno y para lo malo. Ha sido innovador, es un líder informativo, político, cultural y social. Ha conseguido un éxito envidiable fortalecido por sus aciertos y por la estulticia de otros.
"El País fue un intento cívico y profesional para hacer un periódico nuevo que apoyara las libertades y la democracia, del que salió una gran empresa de comunicación". En ese resumen de Cebrián se atisba lo mejor y lo peor de estos 30 años.
Lo mejor suele estar bajo la inspiración del periodismo comprometido. Lo peor ha nacido del encastillamiento corporativo y de la arrogancia de un líder convencido a veces de ser más importante que la información y el público al que se debía. Es la condena de un Prometeo periodístico cautivo de su propio éxito y sus cadenas.
Javier Moreno asume hoy la dirección de un periódico obligado a enfrentar los retos de un cambio generacional de profesionales, lectores y anunciantes en un escenario común informativo y mediático marcado por el asalto ciudadano a los medios, la concentración mediática y la convergencia multimedia.
Lo mejor de El País es su relación íntima y estrecha con dos generaciones de españoles agrupados en una galaxia ideológica, cultural y generacional común. Todo diario (o medio) deber construir una cultura propia y expansiva si quiere ser un referente.
El universo El País o universo Prisa lo ha conseguido.
Muchas personas viven en una galaxia (algunos creen que es un agujero negro) dominada por El País, la Ser, Alfaguara, As, Cuatro y el largo etcétera de medios y empresas del grupo de Jesús Polanco. El gran grupo de comunicación no era el objetivo, según Cebrián, pero su consolidación cimenta el presente y el futuro de El País.
Y es también su condena.
El País es desde hace tiempo un gran defensor de la libertad siempre que no afecte a sus negocios. La democratización y el socioliberalismo económico de su línea editorial son amplios siempre que no lleguen allá donde los intereses corporativos mandan.
El universo de El País es expansivo pero endogámico. Por lucha de ideas pero también de intereses y porque sus mentores han comprendido que los líderes deben soportar con buena disposición las obligaciones que Maquiavelo imponía a su príncipe.
Para mantener unida la república (el negocio) el Príncipe (El País) debe ser fuerte y no temblarle el pulso (muy afectado por la corrección política) ni con la violencia (arrogancia informativa y cultural) ni con las armas (de la información al marketing pasando por la consanguinidad política).
"Un príncipe que en todo quiere hacer profesión de ser bueno, cuando está rodeado de gentes que no lo son, no puede por menos que caminar hacia su ruina". El consejo del florentino es la maldición de El País. Y como comentaba Napoleón Bonaparte, "los más perversos son los que a menudo aparentan ser los mejores".
Los aciertos de El País son suyos y de sus profesionales. Hasta para lo malo, para lo que engrandece la cabecera y su editora pero nos ata y limita a todos.
Sus fracasos son propios. Algunos tan íntimos que pertenecen al carácter de sus personajes. ¡Y han ayudado tanto otros!
Lo mejor para El País es su liderazgo. Lo peor es la paisitis endémica de tantos profesionales, competidores y admiradores del diario. La paisitis, la impregnación del modelo El País en la prensa española ha arruinado la diversidad de los diarios, de las audiencias, de los estilos, de los conceptos.
El mismo periódico es todos los periódicos. Y ese monocultivo monótono ha estrechado la audiencia, la información y el mercado. Una gran parte del periodismo español vive atrapado en la jaula dorada de otro.
Peor, en barbecho de modelo y ambición informativa.
30 años de El País son indudablemente 30 años de España y sus medios. Felipe González y Joan Manuel Serrat comentan qué ha sido para ellos el diario y su vida. Afortunadamente no le han pedido lo mismo al presidente actual. José Luis Rodríguez Zapatero se ha declarado generación El País y lector ferviente desde el número uno. Es un éxito y una condena.
La socialdemocracia como producto de consumo. Es el legado envenenado de El País a un partido, un país y dos generaciones.
Pero hay más, 30 años dan para mucho. Y en gran parte son la historia de los cambios en los medios:
De la cultura de la prensa de calidad a la multimedia corporativa y el entretenimiento.
De la prensa y los libros, los ejes del negocio y luceros del universo original, al audiovisual bien favorecido por el poder y las promociones.
De la formación educativa y democrática a la concentración de medios y las vinculaciones políticas. Unas sanas y transparentes; otras, no.
La apropiación del idioma español como gran arma de poder y negocio. Impulso para el idioma, pero ninguna lengua está sana cuando vive encerrada en un imperio donde sus escritores transitan por las palabras de una Real Academia ahora editadas por Prisa.
El País se ha convertido, como caballero defensor de Prisa, en un activo líder de la lucha contra la cultura libre. Un manipulador sin vergüenza del complicado debate entre los derechos de autor y la salud de la innovación y la creación cultural, por los nuevos medios y por los viejos.
José Luis Aranguren lo definió una vez como "intelectual orgánico", y a pesar del voto recatado del editorial conmemorativo se ha convertido en un propagandista de la candidez cívica y el consumo del universo Prisa.
La voz de un nuevo despotismo ilustrado.
Los nuevos lectores comienzan a viajar más allá de su universo. Diez años de ElPaís.es son un éxito, pero en la arrogancia o en el error está no recordar que un día fue cerrado a cal y canto con el modelo de pago para luego abrirse con una modosa y algo tramposa estrategia.
Muchos lectores están contentos con su diario. Pero muchos le piden que sea más nacional, que aborde con mayor profundidad la actualidad de esta España plural, nación de naciones o lo que sea. Lo piden cuando el diario hace poco retiró sus cuadernillos regionales. Vivimos una nueva era de triunfo del particularismo. Pero las leyes del papel son férreas.
¡Vengan otros treinta! Y mejor si los podemos celebrar con menos arrogancia y alguna lección aprendida, y corregida. Los lectores lo agradeceremos. Los profesionales que sabemos qué debemos a quién, también.
Artículo en Chasqui | EL PAIS de Madrid y su liderazgo
P21 | El País 10.000
P21 | El País, ¿renovación o endogamia?