Miguel Barroso, secretario de Estado de Comunicación, deja el gobierno. Ya ha pactado su salida con el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, al que dirigentes del partido y el gabinete le demandan un comunicador más político, y ése será Fernando Moraleda.
Un político y sindicalista (atentos a RTVE) sustituye a un experto en comunicación.
Barroso afrontó su llegada a La Moncloa como la antítesis de los portavoces de los gobiernos de Aznar. No sería Miguel Ángel Rodríguez, pero tampoco Mariano Rajoy ni Eduardo Zaplana. Nunca fue la voz del gobierno.
Zapatero se distanció de José María Aznar nombrando un secretario de Estado y no un ministro para dirigir la comunicación del gobierno. Barroso y la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega hicieron pareja desde el primer día, pero ambos son gestores, no políticos.
La planificación sutil de la revolución del talante, la invasión del área de comunicación con profesionales procedentes de Prisa (Javier Valenzuela, uno de los más protestados, también deja su cargo), la telepropaganda con oficio, la campaña de la euroconstitución y, sobre todo, el nuevo mapa audiovisual, han sido sus tareas.
La comunicación política se resintió por falta de perfil y continuidad. Al principio no importaba, el talante era Zapatero. Pero con el tiempo los agujeros se abrieron. José Blanco, desde el PSOE, y Alfredo Rubalcaba, desde el grupo parlamentario socialista, han intentado ser la voz política donde Zapatero no podía, o no debía, llegar.
Pero el gobierno seguía callado.
Ahora el melón televisivo está partido y a punto de ser devorado, Jesús Polanco ya tiene televisión en abierto y todavía no está clara la composición accionarial de la cadena aún por adjudicar. Las presiones son muchas. Sube Globomedia, baja Zeta, quieren contentar a todos con una accionariado imposible. "Movimientos empresariales normales", el gobierno no tiene nada que decir, afirman fuentes de Moncloa. Presiona el tripartito y los otros. Barroso no es ajeno, por pasado y por futuro.
Por eso debe marcharse, y lo hace.
Moraleda debe convertirse en el susurro constante del ejecutivo sin sofocar el talante. Tapar los agujeros de comunicación y ser la voz de un ejecutivo socialista que registra niveles muy bajos de notoriedad pública: de 16 ministros sólo aprueban cinco en el último Barómetro del CIS.
El futuro del gobierno necesita voz política. El de Barroso, tranquilidad y no incumplir las incompatibilidades.