Un gobierno que impulsa la ley antitabaco más dura nunca promulgada no puede vivir a caladas. Tiene que dar ejemplo. Por eso la ministra de Sanidad, Elena Salgado, comenzó desde su llegada al ejecutivo una dura campaña contra los ministros fumadores animada por el presidente Zapatero, fumador ocasional (de los que han dejado de comprar).
En lo de fumar el gobierno era más o menos paritario, pero ahora sólo uno de los miembros del gabinete sigue fumando todavía, la otra Elena, Espinosa, ministra de Agricultura, aunque no en el Consejo de Ministros. Hasta la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, amarrada sempiternamente a un cigarro, lo consiguió.
El presidente del Congreso, Manuel Marín, también estará contento. Fue otro el gran impulsor del Congreso sin malos humos desde su llegada al cargo. No ha sido fácil. En algunas cabinas de los medios se sigue fumando, como también lo hacen algunos diputados en sus despachos y en el reservado de su bar. Pero la ley se impondrá también en las Cámaras y las alfombras del Congreso y el Senado no volverán a sufrir las agresiones de la ceniza.
Está por ver si Mariano Rajoy deja el puro por la bicicleta o algún despacho de Génova sigue echando humos. En el remodelado Ferraz José Blanco ya ha dicho que de malos humos, nada.