Internet vive una de sus peores amenazas: el acecho a la neutralidad de la Red. Los operadores de telecomunicaciones han descubierto el poder del contenido (como los magnates de la Red) y quieren controlarlo para conseguir la doble comercialización durante tanto tiempo disfrutada por los medios: cobrar por el contenido (precio) y por la audiencia (publicidad).
Cuando la Red ha explotado en crecimiento debido a la banda ancha y a las tecnologías que permiten difundir contenidos audiovisuales y aumentar la interacción y participación de los usuarios, los operadores de banda ancha reclaman su derecho a un trozo mayor del pastel.
Para lograrlo quieren cobrar en función de los contenidos y servicios que transporten dejando de ser canales, red o common carriers, como se prefiera, para oficiar de dueños de la velocidad y el acceso a la información y a los datos.
La intención de las empresas de telecomunicaciones es cobrar al usuario final por sus servicios (las tarifas que ya paga el abonado a la banda ancha) y a los productores de contenidos y servicios de internet por el material que envían a través de las redes.
Quienes paguen disfrutarán de una red más rápida y capaz de soportar contenidos audiovisuales que requieren de banda ancha. Los demás sólo tendrán una red lenta y obsoleta donde el acceso a contenidos y servicios (el principio de end-to-end, Lessig pdf) no será elegido por los internautas, sino por las empresas y sus relaciones comerciales.
La democratización de la Red desaparece porque los ciudadanos que producen páginas webs, blogs, y cuelgan fotos, vídeos o música no pagarán por la Red de primera velocidad que asegura llegar con efectividad a los usuarios. Adiós a los servicios de creación gratuitos y al P2P (peer-to-peer, intercambio de archivos).
Tampoco podrán hacerlo las asociaciones, ong´s y entidades no comerciales que han encontrado en internet su mejor forma de desarrollo y de fomento del activismo social.
Internet será un negocio para los dueños del dinero, no el mayor foro de información e intercambio de nuestra época.
La amenaza es tan grande que algunos le han llamado el fin de internet y no les falta razón. Para discriminar por qué contenidos y servicios se cobra y por cuáles no, las operadoras de telecomunicaciones (telefónicas, cable, ADSl, y el resto de la banda ancha) tienen que controlar y conocer el contenido y establecer perfiles de usuarios, una línea de trabajo de varias empresas (Allot, pdf).
Ahí anida el corazón de los peligros. La amenaza al servicio público de telecomunicaciones y el acceso universal, según la legislación española, a la libertad de internet fijada por la Federal Communications Commission norteamericana y a las disposiciones de la Unión Europea, que ya en la última revisión de legal de la Televisión sin Fronteras incluyó a los contenidos audiovisuales de banda ancha en la Red, la televisión por internet, en su regulación.
Los contenidos audiovisuales (el cine, las series y otros programas de televisión, la música) y el spam son los argumentos invocados por los defensores de las empresas de banda ancha para justificar el fin de la neutralidad y el pago por distribuir contenidos en internet.
El futuro de la banda ancha es la televisión por internet. Las telefónicas y los servicios de cable y ADSL temen la creación de nuevas redes con nuevas tecnologías directamente por las grandes empresas de internet como Google, Yahoo o Microsoft.
Mantener la libertad de acceso a los contenidos, de usar aplicaciones, de conectar aparatos a la Red y para disponer de diversos servicios con varios niveles de acceso (las cuatro libertades de internet defendidas por Michael Powell en la FCC) le parecen a los lobbies de la industria un freno a la innovación mientras pioneros como Vinton Cerf (pdf) defienden lo contrario: Estados Unidos "está arriesgando la pérdida de un catalizador (de crecimiento y prosperidad) justo cuando la era de la banda ancha debería crear más beneficios para la gente".
El audiovisual y la interactividad son las claves del desarrollo de internet tanto para los usuarios como para las empresas nativas de la Red. Las telecos lo saben y no renuncian a su vieja política de sacrificar la libertad de todos por el interés de sus accionistas.
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