Unas pocas monedas han acabado con la resistencia de la iglesia anglicana a El Código Da Vinci, una de las obras contra las que más ha luchado en los últimos tiempos.
La novela de Dan Brown ha sido acusada de herejía y de distorsionar el mensaje cristiano. El enorme éxito del libro ha hecho más daño a la religión que muchos argumentos mejores.
Por eso no sorprende que la abadía de Westminster se negase a dejar rodar escenas de la película intramuros. La sede anglicana ha instruído a sus guías para refutar las inexactitudes históricas de la novela y ha negado los misterios que el libro sitúa en sus estancias.
Pero la firmeza religiosa se derrumbó en la catedral de Lincoln, convencida con 140.000 euros por los productores de la superproducción.
La fe vendida por los mercaderes a los pies del templo.
Menos mal que nos queda la hermana Mary Michael, de 61 años, dispuesta a impedir, brazos en cruz, la entrada de los equipos de rodaje en la iglesia.