Música | Marianne Faithfull. There is a ghost
Marcelino Iglesias, presidente de Aragón, suele defender la creación de una nueva televisión autonómica con el objetivo de vertebrar la comunidad y defenderse de la invasión de otras autonómicas como la catalana y la valenciana, sintonizables en la región.
Justificaciones del poder político y sus apelaciones a los medios como redentores de la tierra y el espíritu cuando luego el servicio público se traduce en deportes, sucesos y política, con una extraña predilección por el gobierno de turno, además de series y telerrealidad.
Con esos mimbres arranca el viernes sus emisiones regulares Aragón Televisión. "La televisión ya está aquí", gritaba en la presentación el director Pepe Quílez anunciando el maná sanador de todos los males aragoneses.
La nueva cadena tiene un presupuesto de 50 millones de euros para 2006 y los contenidos se han externalizado, de los informativos al entretenimiento, y serán realizados principalmente por las productoras Mediapro (fusionada con Globomedia y concesionaria de La Sexta), Telefónica Audiovisual y CHIP (participada por Caja Inmaculada, Heraldo, Ibercaja y Prisa).
Es la fórmula impulsada por el PSOE en sus nuevas televisiones autonómicas (Aragón, Asturias y Extremadura). El objetivo es no caer bajo el enorme peso de personal que lastra a RTVE y el resto de las cadenas públicas y provoca, unido a los gastos de programación y estructura, un enorme agujero de más de 3.000 millones de euros anuales y una financiación de mil millones del erario público cada año.
Y así todos contentos. Negocio para las productoras y algo (veremos) de ahorro para las arcas de los ciudadanos. Mediapro, encargada de los informativos (paradójico que la productora catalana de Jaume Roura sea la encargada de vertebrar con la información cuando todavía no emite informativos en su cadena, pero tiene la experiencia tercerizadora de España directo) ; Telefónica y Prisa (Sogecable), se enraizan en la tierra y amplían su negocio y lazos con los poderes.
Servicio público privatizado por un gobierno socialista impulsor de la gran reforma de la radiotelevisión pública, uno de cuyos ejes es acabar con la redundancia televisiva mientras completa el telestado autonómico.
El entramado medios/políticos se fortalece y surgirá la preocupación por el respeto de los objetivos y espíritu del servicio público audiovisual. Todo sea por la televisión, cimiento de las nuevas nacionalidades y sosiego de los ciudadanos.
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