Lo que más me molestaba era la música de los pubs y discotecas de tras la pantalla. Tanto que dejé de ir al cine por las noches. Sólo entraba al Equitativa en sesión de tarde. A las butacas viejas nos habíamos acostumbrado y ya ni nos olían. Entre el Rex, el Finisterre y el Equitativa recorríamos un mundo de secretos, historias y fantasmas. El Equitativa cierra y ya no existe ninguno de los cines de mi adolescencia.
La ventaja del Equitativa es que los sueños habitaban dentro y fuera. En la sala vivíamos historias y emociones que los traficantes de sueños mercadeaban fuera, en la Plaza de Vigo. No sé cuántas de las grandes películas de los 70 y parte de los 80 vi allí, pero unas cuantas.
"Cada época y lugar esconde secretos que sólo una persona puede contar", dice James Ellroy en Hollywood Shakedown. Sé de unos cuantos que podían contar muchas historias y que guardaban secretos entre las butacas del Equitativa. A veces había que esperar a la sesión siguiente para compartirlos.
Después fue multicine, pero las salas tan pequeñas no tenían la gracia de las filas chirriantes y las viejas luces, la pantalla grande y mucha gente con la que disfrutar el poco cine bueno que por entonces llegaba a A Coruña.
Tenía razón el informe sobre el cine de los teólogos para Su Ilustrísima. Carlos Casares cuenta las acusaciones: el cine producía aflojamiento de la voluntad (si venías de la Plaza de Vigo, más), obnubila el discernimiento (las películas malas, sobre todo) y crea el espejismo de una falsa realidad (sustanciosa y trabajada entre volutas de ilusión).
Pero sobre todo a los teólogos les preocupaba la oscuridad, abrigo de excesos pecaminosos.
Cuando tomé la decisión de ir al Equitativa sólo por la tarde para evitar la música descubrí la posibilidad de tener dos novias. Una de tarde, de cine y palomitas, de besos antes de dejarla en casa porque sus papás no le permitían gozar de la noche.
Luego volvía a la calle de atrás, a los tugurios de Pintor Joaquín Vaamonde, para trastear con otros amigos y novias menos protegidas.
Ventajas de cuando para ver películas era obligatorio salir de casa.