¿Viste Prada el Papa? se preguntan en The Wall Street Journal (en español en ElPaís.es). Los mocasines rojos de la lujosa firma delatan a Benedicto XVI. Vivimos en la economía de la atención y nada como uno de los mayores símbolos mediáticos internacionales para aprovechar el product placement. Comercial o no. Consciente o no.
El Vaticano niega el marketing a pesar que Su Santidad calza Geox -en cuyo comité ético está Joaquín Navarro-Valls, el portavoz papal-, usa iPod y los fabricantes de coches como Mercedes, BMW o Volkswagen se pelean por donar papamóviles.
Las marcas regalan sus productos al Papa y él elige lo que usa. En ningún caso hay ningún acuerdo comercial, según fuentes vaticanas.
Pero los gustos de Benedicto contrastan con la austeridad de Juan Pablo II, el hombre que convirtió el papado en un icono de la sociedad mediática.
Quizá los rumores son el precio que hay que pagar. Antes en los rosarios las viejas beatas hablaban de los excesos glotones del cura o de la caída de unos ojos libidinosos sobre algún feligrés. Comidillas de sacristía y reclinatorio.
Ya estoy deseando leer el artículo de Juan Manuel de Prada, nuestro más reciente campeón propagandístico de la fe, en defensa del Papa y contra difamadores.