Tuesday, May 02, 2006

Cercados

M-30, vallas. El Prado, vallas. Retiro, vallas. Puerta del Sol, vallas. Plaza de Oriente, vallas. Atocha, vallas. Y así cualquier calle, las plazas, las avenidas, las carreteras. Años y años igual.
Llego a El Prado y comulgo con la baronesa. Pero el problema no son sólo los árboles, es la vida cercada por las vallas y los coches. Que entierren a los coches, por favor. ¿Por qué vivir cercados?
La baronesa Tita tiene razón. Espe hace bien en escucharla. Tita es Carmen y baronesa por belleza y por oportunidad. Una reina del glamour. No sé si sabe de árboles, pero sí de estética y buena vida.
¡Que Gallardón entierre los coches!. Si los entierra por todo Madrid, ¿por qué no en El Prado?
Enterrados se podría pasear de El Retiro al Palacio Real sin humos. El centro de Madrid y de España (con perdón) sin semáforos.
Ahora el único lugar libre de humos en todo el trayecto es el Ministerio de Sanidad, fortificado por la ministra Elena Salgado. Pero sólo dentro. Espacio sin humos, anuncia un gran cartel. Sales del ministerio y te polucionas sin medida entre los árboles polvorientos de El Prado. No necesitas fumar para ser un urbanita envenenado. Aspiras y te ahorras la cajetilla de Marlboro.
Velázquez está negro. No es para menos.
Tita tiene razón, aunque sea baronesa y por eso la oye Esperanza Aguirre con más preocupación.
Que entierren los coches y dejen la raíces de los árboles donde están. O que pongan otros nuevos y más sanos, pero que se lleven las vallas. Ahora hay tantas que hasta tapan a las musas del Museo. A la altura de la cintura, no sé si por obras o por castidad.