Deberían cambiar los plenos del Congreso de hora y ponerlos por la mañana. Así a lo mejor se evitaría que la cercanía del crepúsculo despertara a PP Hyde en la personalidad de Eduardo Zaplana y otros duros de este Partido Popular de centro reformista escorado a la derecha.
Las diputadas del PSOE y de Izquierda Unida abandonaron esta tarde la Cámara Baja (cada vez más baja debido a la estatura intelectual y moral de nuestros políticos) después de que Zaplana acusara a la vicepresidenta María Teresa de la Vega de "disfrazarse" en su reciente viaje a Kenia y Mozambique.
La vicepresidenta De la Vega le contestó que prefería vestirse como una africana en Maputo el Día Internacional de la Mujer a ser protagonista de la foto de las Azores (la que no salía en la exposición de la convención del PP sobre los años de su gobierno), aquella donde George W. Bush, Tony Blair, el portugués José Manuel Barroso y el ex presidente José María Aznar acordaron invadir Irak en 2003. Una decisión que le costaría gran parte de su gobierno al PP.
A Zaplana le traicionó el ramalazo de machismo que siempre hace que se hable de las vestimentas y moda de las políticas cuando no se hace nunca (o casi nunca) con los señores políticos. Y eso se llama machismo, aunque sea de baja intensidad. Pero el subconsciente traiciona, no hay duda.
El PSOE se acuerda del error de las fotos de las ministras en el Vogue, aquel arranque primerizo de socialismo fashion que algunos aún defienden. También algunos dirigentes como Pedro Zerolo han cruzado la frágil línea de ejemplificar ciertas políticas exhibiendo su intimidad.
Pero ninguna de esas posturas tienen relación con el arranque de "ignorancia, que sería inexcusable, de maledicencia, que sería intolerable, o de machismo detestable", en palabras de la vicepresidenta.
No se recuerdan críticas del PP a los disfraces oficiales cada vez más usados por los políticos varones por mor de unos minutos de televisión y la instantánea para las portadas. Sin imagen ya no hay política, es la era del gran espectáculo. En realidad nunca la ha habido porque las ropas siempre distinguieron a los poderosos, los políticos y los militares desde lo más profundo de la historia.
Sólo las políticas de la izquierda o los mandatarios como Evo Morales sufren la crítica y mofa del PP por su vestimenta. No se recuerdan glosas populares sobre la moda de baño de Aznar en sus vacaciones ni sobre sus sombreros tejanos con Bush, algún que otro disfraz de Ana Botella y ni siquiera cuando el presidente norteamericano se viste de sedas technicolor en las cumbres asiáticas.
La crítica de la moda diplomática traiciona y revela los oscuros pensamientos de PP Hyde.
P21 | PP Jekyll y PP Hyde