La Sexta comienza a emitir y se anuncia como la televisión para los que les gusta de verdad la tele, sin complejos. "Sal del armario. Di: Me gusta la televisión. ¿No te sientes mejor? La Sexta - La televisión de los que disfrutamos haciendo la TV", es el grito de Emilio Aragón, Televisa y las productoras dueñas de la última cadena privada analógica.
Humor, comedias, series, telerrealidad y fútbol son la receta. Los teleadictos podrán aplastarse en el sillón hasta convertirse en parte de la tapicería, no cabe duda. Ni informativos, ni alta cultura, ni todos esos líos pesados que hunden las audiencias y encabritan a los fanáticos de la tele hasta hacerlos preferir la carta de ajuste a cualquier programa o formato que atente contra el entretenimiento multiplicado por 625 líneas.
La apuesta es fuerte y se ha reforzado con el anuncio de la compra de los derechos del Mundial de Fútbol de Alemania que podrían compartir con una cadena de pago excepto la apertura, la final y los de la selección española, obligados por ley a la emisión en abierto.
Cuando hasta la altiva y admirada BBC reconoce que el entretenimiento es el futuro, que nadie se arrugue ni se avergüence.
¡Abajo el tedio! ¡Viva la tele del entretenimiento desaforado!
Pero, un momento. "La finalidad de la televisión como servicio público ha de ser, ante todo, la de satisfacer el interés de los ciudadanos y la de contribuir al pluralismo informativo, a la formación de una opinión pública libre y a la extensión de la cultura".
¿Pluralismo informativo, formar la opinión pública, extensión de la cultura?
Pero, ¿sabían los redactores de la Ley de Televisión Privada de share, de hacer estallar los audímetros, de pasarlo como loco espiando vidas ajenas inventadas en un reality show?
Quizá no. La ley no está preparada para la tele de los fanáticos de la tele. Y la reforma del Plan Técnico de Televisión Privada no cambia ese concepto de servicio público, cada día más maltratado e incumplido pero aún vigente en la legislación.
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