Marbella es hace años la tragicomedia hecha ciudad, corrupción, excesos y componendas alejadas de la justicia y muy cercanas a los medios del corazón entripado, la televisión de los gritos y las acusaciones, y el cuché del cutrerio rentable.
La última operación contra la corrupción se va a convertir, seguro, en un nuevo show en los programas y la prensa del corazón que pondrán a prueba las normas propuestas por el Fiscal General del Estado, Cándido Conde-Pumpido, para evitar el sensacionalismo y lograr la transmisión de una información objetiva a los informadores y a la sociedad sobre los procesos judiciales.
En Salsa Rosa y otros programas del estilo han aireado los protagonistas de la Marbella más sospechosa sus trapos sucios y pendencias. Los juicios se han celebrado en las ondas y el cuché mientras esperan en los juzgados.
Los excesos del sensacionalismo conducen a veces a limitaciones sobre el derecho a la información y la búsqueda legítima de noticias por los medios informativos. Es momento de separar claramente la información sobre la causa y el entramado político urbanístico de los líos del famoseo.
Algunos personajes de la farsa marbellí son especialistas en utilizar el griterío de los medios de bajo criterio para tapar y desorientar las acciones de la justicia y la búsqueda de auténtica información.
P21 | Fiscales más discretos y menos sensacionalismo
P21 | La revuelta de los famosos