Los editores de diarios, revistas y libros forman una Santa Alianza para hacer frente a la invasión del negocio de los contenidos por los buscadores y grandes portales de internet con la intención de llegar a un acuerdo para compartir los beneficios de la Red.
Los productores de contenidos se enfrentan a los buscadores cuando los nuevos magnates de la era digital comienzan a ofrecer contenido propio. ¿Medios contra buscadores o medios tradicionales contra medios digitales?
La era digital es la era de la saturación y la gratuidad. Los medios tradicionales, acostumbrados a la doble venta de producto/contenido (precio) y audiencia (publicidad), están desbordados por la dificultad de rentabilizar sus contenidos. La publicidad en internet crece muy despacio y la conversión del negocio tradicional en el digital no conlleva un traspaso de ingresos suficiente para financiar la cara creación de contenido original y los viejos márgenes de rentabilidad, superados por los beneficios de los grandes motores y portales digitales.
El pago en internet sólo ha funcionado hasta el momento para unos pocos. Muchos han fracasado en el intento.
A su lado y gracias en parte a ellos han crecido las empresas de la Red, que conducen a los internautas hacia los contenidos y consiguen fidelidad, audiencia (usuarios) y publicidad gracias a sus servicios.
Pero los buscadores saben que tienen que ofrecer más y se han lanzado a los contenidos, propios o ajenos. El ejemplo iTunes ha convencido a casi todos: con buenos contenidos, tecnología accesible, buena distribución, precio adecuado y soportes (aparatos) cómodos se puede refundar el negocio.
Parece cierto para el audiovisual tras la larga e inútil lucha contra las redes de intercambio de archivos (P2P), que sólo han comenzado a decaer cuando hay contenidos de calidad accesibles y legales a disposición de los usuarios.
Pero, ¿también es verdad para el texto y la información?
La gente parece dispuesta a pagar por canciones, series, películas o vídeos deportivos pero los ejemplos de pago por contenidos textuales son mucho menores. La redundancia de tantos medios, la multiplicación de la información común (premiada por los buscadores de noticias) y el sacrificio de la propia y diferencial (por recursos, enfoque o intención) deja a muchos diarios y revistas huérfanos de atractivo y argumentos.
Por primera vez, el primer principio de la mediamórfosis de Roger Fidler (los nuevos medios no reemplazan a los anteriores, sino que conviven y se transforman mutuamente) puede ser una falacia.
Más bien se impone lo que he llamado la Tercera ley de la convergencia | La propiedad de la distribución o la fortaleza de un producto en un determinado medio no garantizan el éxito en otro. Cada medio y cada producto se miden según sus ventajas dentro de su entorno específico.
Fidler ya anunciaba hace años que la convergencia puede hacer que por primera vez los medios no convivan sino que los digitales subsumen a los otros, sobre todo en el dominio documental, el propio del texto.
La Santa Alianza de editores ha formado un grupo de trabajo bajo la égida de la World Association of Newspapers (WAN) para "explorar maneras de oponerse a la explotación de contenidos por parte de motores de búsqueda sin compensación para los detentores de los derechos de autor".
La Santa Alianza está confusa. ¿Son similares los problemas de sus dinastías?
>> Los diarios se benefician, como reconocen, del tráfico que les envían los buscadores de noticias. El problema llega cuando algunos de esos buscadores comienzan a publicar contenidos informativos propios (basados o no en los de los medios) y establecen relaciones comerciales con unos y otros no.
>> Las revistas se sienten subrepresentadas en un mercado donde la actualización continua sólo respeta los contenidos de gran valor (a menudo fagocitados en forma de cita por otros medios) y a las que se actualizan en la Red.
>> Los editores de libros se quejan de las iniciativas de digitalización de los textos y de la venta fragmentaria de las obras, al estilo de las canciones que ya han deconstruido aquel viejo hallazgo de los álbumes de la era dorada del disco.
Los editores sienten, en palabras del presidente de la WAN, Gavin O'Reilly, una "napsterización" de contenidos y recuerdan que los nuevos conglomerados digitales carecen de valores y colocan el negocio por encima de los principios y los derechos, como ha ocurrido en China y otros regímenes represivos.
Hay más información que nunca, pero cada vez es más un commodity, una materia prima. Google News ya no es beta en inglés, pero no resiste el análisis informativo por mucho que sus creadores presuman de algoritmo. Es una herramienta magnífica para buscar, pero prima la cantidad y la redundancia por encima de la exclusividad y el valor informativo, que suele coincidir muchas veces con lo que pocos cuentan.
La iniciativa de los editores, aupada a lomos del caballo de la Unión Europea (estudio sobre la competitividad de los periódicos en pdf), empeñada en poner coto a las grandes empresas digitales norteamericanas, apuesta por la mejora de los contenidos digitales, del mercado de nuevos medios y soportes, y de la protección de los derechos de autor, como ha expresado reiteradamente la comisaria Viviane Reading.
El contenido es el rey, proclaman muchos ($), pero unos han aprendido y saben como se distribuye y comercializa en la era digital y otros van a rastras y malviviendo de sus progenitores tradicionales.
Como la Santa Alianza, los editores reivindican su legitimidad y su soberanía, creen en el equilibrio y las alianzas entre pares. Pero como las revoluciones liberales y burguesas se llevaron el absolutismo a la guillotina y el exilio, la revolución digital pone ante la reinvención o el cadalso a los viejos señores del contenido.
Los editores quieren una nueva era del pacto y los congresos para mantener el equilibrio del mercado. Defienden que la exuberancia irracional es un mito y la vieja máxima de zapatero a tus zapatos.
Pero quizá es demasiado tarde.
La pregunta es: ¿seguirá habiendo gente dispuesta a invertir grandes recursos para crear contenidos de calidad gracias a un modelo de negocio sostenible?