La Cámara de Comercio de Barcelona pide lo que todo el mundo espera: que la nueva licencia de televisión en abierto que se concederá próximamente será para una o varias empresas catalanas. El conseller en cap de la Generalitat, Josep Bargalló, apostó por "ganar la revolución de la televisión digital" y se lamentó de que "no se nos dejará ganarla si desde el Govern no ponemos las herramientas y la empresa privada no participa".
Pero la cuarta licencia de televisión analógica comercial, que por motivos técnicos no llegará a todo el territorio, está diseñada desde el principio para Cataluña. Fue una de las peticiones que el president Pasqual Maragall le hizo a José Luis Rodríguez Zapatero y fue luego repetida por Esquerra.
Las instituciones y las empresas catalanas saben de la importancia de conseguir un buen puesto en la sociedad de la información, donde España no anda muy floreciente.
Para ser una nación también hay que serlo digitalmente, una nación debe ser capaz de proyectar su lengua y sus contenidos informativos, de ocio, promocionales, etc. Es el futuro de la sociedad de la información, o eres una presencia en las pantallas de los ciberciudadanos o no estás más que en los viejos mapas físicos, como esos trazos imprecisos de la cartografía antigua.
La identidad se construye en el universo digital, repositorio moderno del imaginario colectivo.
Que Cataluña y sus empresas tengan presencia en el mapa audiovisual español e internacional no es ningún problema sino al revés, una buena noticia. De hecho ya lo tiene con sus productoras, su radiotelevisión autonómica (la más grande y potente del estado) y su tradición de agencias publicitarias y promoción cultural.
Otra cosa es ese empuje gubernamental que anima la operación, una coincidencia más de intereses políticos, empresariales y comunicativos en un potaje de ingredientes poco definidos (deconstruidos al modo de la cocina de autor) y que, cuando te descuidas, lo que creías un garbanzo acaba siendo una lenteja hinchada genéticamente.
Zeta comenzó siendo la elegida y Antonio Asensio Mosbach, su presidente y heredero del creador, apuesta todo a esa conquista. Pero en el PSC y en Esquerra no se fían de la catalanidad de una empresa con una dirección partida entre Barcelona y Madrid, y en la que empieza a no estar claro quién o quiénes son los referentes.
Una parte del Tripartito catalán y del gobierno socialista apostaron siempre por Globomedia. El dimitido secretario de Estado de Comunicación, Miguel Barroso, fue señalado como el principal instigador de una maniobra que pondría la futura televisión en manos de una productora más centrada en el dinero y la comercialización que en los contenidos informativos. Más cómoda políticamente.
Zeta esperaba controlar los informativos pese a sostener una participación accionarial baja en un modelo similar al de Vocento en Telecinco.
Pero los socialistas y el Tripartito quieren una tele más catalana y más fiel. Para reducir riesgo y enfatizar la visión colectiva promovieron la entrada de otros socios como el Grupo Godó, además de otras empresas de medios más pequeñas.
Globomedia sigue en cabeza de la carrera para liderar la nueva tele y corren rumores sobre una presunta salida de Zeta y Godó del proyecto, que más parecen la disculpa para una futura decepción porque en este momento sin la productora de José Miguel Contreras no hay cuarto canal.
Godó estrecha además sus lazos con José Manuel Lara tras la alianza en Avui.
Cataluña tendrá televisión privada, semipública, apadrinada o como acabe esta ensalada. José Manuel Lara, dueño de Antena 3 y convertido al catalanismo gracias al Avui financiado por la Generalitat, está apaciguado. ¿Vale Planeta como empresa catalana o su origen charnego es un estigma de cuna?
Cataluña será digital y televisiva y el resto, a espabilarse.