El presidente del Congreso, Manuel Marín, no ceja en su empeño de sacar a los periodistas de los pasillos del Congreso, la famosa M-30. Marín arguye que eso no se ve en Europa (su anterior destino), pero el problema es que el Parlamento Europeo no importa ni a la prensa pese a los esfuerzos de Josep Borrell.
La última idea de Marín es que en el nuevo edificio del Congreso, todavía en obras, existan dos plantas sin acceso a la prensa. En una de ellas deben celebrarse las reuniones de la Comisión Constitucional, presidida por Alfonso Guerra (PSOE), cuya principal tarea será enmendar el estatuto catalán para someterlo a la Constitución.
Discreción para la negociación del estatut catalán, que se anuncia intensa. Sin periodistas en los pasillos nos perderemos los calentones de unos y otros, los disgustos, los pactos... ¿Se imaginan que la negociación de la Constitución no hubiese estado en boca de todos en aquellos lejanos días de la Transición?
Quizá el acuerdo hubiera sido más difícil.
Pero a Marín le parece que los periodistas quedan mal en los pasillos. Sus íntimos colaboradores dicen que no es aversión a la información, sino una cuestión estética y de protocolo (¡maldito protocolo, malditas relaciones públicas! siempre intentando remedar a la información).
Por cierto, que del pasillo del hemiciclo la emisión por televisión de los plenos ha pasado a la Sala del Escritorio, donde los diputados salen de vez en cuando del pleno a dar una pequeña rueda de prensa.
¿Es posible ver el pleno y atender a las palabras de sus señorías?
No, pero al presidente de la cámara no le importa porque tampoco le gusta que los diputados salgan corriendo a dar una rueda de prensa nada más bajar de la tribuna.
"Si ya han dicho lo que tenían que decir ante el pleno", comenta el presidente. Pero no, señor Marín, faltan las preguntas de los periodistas.
A lo mejor a su señoría no le parecen importantes.
P21 | Fuera reporteros del pasillo del Congreso