En la era de la televisión los muertos no existen si no se ven sus imágenes en la pantalla. Sin imagen no hay realidad; principio de todas las dictaduras de la fuerza, la moral o la propaganda.
Por eso el presidente George W. Bush y su gobierno han intentado prohibir a los periodistas mostras imágenes de los cadáveres dejados por el huracán Katrina en Nueva Orleans.
Bush y su Casa Blanca se escudan en el respeto a las víctimas, pero la prensa y la televisión americanas son famosas por su reluctancia a mostrar los muertos propios, como ha ocurrido durante tanto tiempo con la invasión de Irak.
El presidente no quiere que los ciudadanos vean y sientan la dimensión de la tragedia. Y no se le ocurre otra cosa mejor que la vieja censura previa. El control de los movimientos de los periodistas, poner barreras a su trabajo en un área devastada y sumida en un caso organizativo que ha acabado con la destitución del responsable de las tareas de rescate.
Pero la misma televisión se revuelve. La Casa Blanca no puede jugar aquí la baza del patriotismo. Cuando el principal presentador de informativos de la NBC, Brian Williams, denuncia los obstáculos al trabajo de los reporteros, la Casa Blanca ha perdido la batalla.
Y la ha perdido también porque no puede controlar a los medios sociales y a los innumerables periodistas ciudadanos que cuelgan en sus blogs las imágenes de la devastación y envían a través de sus móviles las fotos de sus muertos y de los despojos.
P21 | Baja las armas, piensa en la gente
P21 | El dolor y la verdad de la imagen