Parafraseo el título de un artículo del director de La Vanguardia, José Antich. Ha visto el anuncio de Castilla-La Mancha donde se publicita la gratuidad de los libros de texto, y por tanto de la educación, y se pregunta por qué los políticos catalanes no se preocupan de estas cosas de la vida diaria, además de tanto estatut.
"En algún sitio tiene que estar la salida del círculo vicioso en el que nos encontramos y de la falta de recursos económicos de la Generalitat", dice.
Bueno, podemos empezar por las subvenciones a la prensa y por la deuda de la Corporación Catalana de Radiodifusión (sólo en 2003, último informe publicado, perdió 182 millones de euros a los que hay que sumar una deuda anterior de otros 417 millones total: casi 600 millones de euros), como por la de Telemadrid (153 millones de euros de pérdida sólo en 2004), a los que ahora habrá que sumar los de La Otra.
La deuda de la televisión valenciana ya va también por los 670 millones oficiales o los 800 que denuncia la oposición.
La nueva autonómica balear, IB3, fue presentada ayer en Madrid. Su directora, María Umbert, ex jefa de gabinete del presidente autonómico, Jaume Matas, anunció que en 2006 tendrán un presupuesto de entre 50 y 60 millones. Prodigio de ajuste y previsión, lo mismo dan diez millones arriba o abajo, es dinero público, no hay responsables. Este año ya se han gastado 40 millones de euros, pero presumen de Ciudad de la Imagen.
Y así todas las autonómicas.
Ayer no se aprobaron los presupuestos de RTVE, que preveían un déficit de más de 801,7 millones (10% más que en 2004) y una pérdida de ingresos de casi otro 10%.
¡Y querían aprobarlos!
Pues sí. Sumando, sumando se puede encontrar la salida a muchos círculos viciosos.
No se trata de negar las radios y televisiones públicas, aunque no hace falta tener tantas y deberían cumplir con el servicio público, sin delirios de grandeza que no respondan a una clara eficiencia: económica y social.
Es todo un misterio la gran rentabilidad de las televisiones privadas y las pérdidas enormes de las públicas. Es cierto, muchos no tienen rubor, como dice el director de La Vanguardia.
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