"¡Rusty James, Rusty James!". El grito de pánico resuena mientras patean a Rusty con furia. Como tantas veces, en tantas malas calles, en otros tiempos, a tantos.
Y el Chico de la Motocicleta no puede hacer nada. La madera vigila. Estás marcado.
Muchos jóvenes de hace más de veinte años reconocían retazos de su vida en Rumble Fish (1983), la magnífica película de Francis Ford Coppola basada en la obra de S.E. Hinton.
Aquellas calles y aquellas bandas, y un chico que ve todo en el blanco y negro de su vida menos a aquel pez acotado en una existencia de acuario, cuando las flores de aquella era se habían marchitado en las canciones de Patti Smith y los extraños viajes del Mayor Tom de David Bowie.
Rumble Fish tenía algo de Street Fighting Man, aquella rebelde canción de los Stones. Un retrato de una generación podrida entre el power flower y el optimismo cínico de la new wave.
Y además lanzó a toda una generación de actores: Matt Dillon, el recuperado Mickey Rourke, un jovencísimo Nicholas Cage, la Diane Lane que presagiaba la bella de Cotton Club, el oscuro Tom Waits y mitos como Dennis Hopper, ya bajado de la moto de Easy Rider y convertido en padre jodido.
El otro día la vi en un centro comercial con los DVD de rebajas. Y casi me enfado.