Sin City es una película de viñeta precisa. Sus cuadros tienen el blanco y negro seco del papel salpicado por emulsiones de sueños en color. La película de Frank Miller y Robert Rodríguez devuelve el cine al cómic en una inversión estética que convierte al story board en la propia película.
Sin City rebosa el negro de la tinta de los tebeos de Frank Miller. Esquemas tenebrosos de tipos duros de mandíbula de hierro y gatillo fácil. Mujeres soñadas en noches de sábanas revueltas. Caligrafía pulp.
Por eso funciona el trío Miller, Rodríguez y Tarantino. Viven el mismo universo de mitos, cultura y estética desde hace mucho tiempo, como tantos adolescentes de los 80 y 90 que vivieron la última reivindicación del cine y la novela negra.
Sus sueños se hicieron cómic hace años y ahora son cine.
El gran acierto de los directores es mover las viñetas y aceptar su encuadre certero, sus límites estéticos y narrativos. Nada de la pretenciosidad barroca de Batman, ni del colorín popcómico de Dick Tracy, ni el empalagoso realismo de Spiderman. Sólo cómic, en blanco y negro, y disparos del color de los sueños. Y la lluvia. Como en Blade Runner, su verdadero precedente.
Como dice Francisco Marinero en Metrópoli, Rodríguez ha querido perfeccionar el cine con recursos del cómic. Sin artificios realistas, sin volver a la carne más que para hacer más deseables a las mujeres.
Una buena colección de enlaces sobre el cómic y la película.
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