La gente no se pone de acuerdo sobre si la cobertura de televisión sobre la muerte del papa es excesiva. Los profesionales, tampoco. Y los políticos, como siempre, aprovechan el óbito, el luto, el dolor, la tele y lo que haga falta para tirarse los trastos a la cabeza.
En medio, Televisión Española, que indudablemente ha sufrido una conversión repentina. Posiblemente para preparar el talante de la reunión entre el nuevo jefe de los curas en España, Ricardo Blázquez, y el presidente Zapatero.
TVE ha desbordado devoción en su cobertura. Menos que Papamadrid, pero ahí, ahí. Antena 3 tampoco va a la zaga. Telecinco ha sido la más comedida, primero con algún apunte menos apologético y después por devoción y audiencia de la Fórmula 1, que ganó el domingo por varias vueltas la carrera de la audiencia.
El papa Juan Pablo II ha sido una figura histórica, pero además ha sido el gran pontífice de la televisión. En ella, en su sed de imágenes, en su pasión por los jóvenes, en su fascinación por los enviados especiales y el directo desde zonas exóticas se apoyó Wojtyla para difundir su mensaje.
La tele lo amó. Un papa viajero, políglota y atleta, de gestos entusiastas. Nada de oscuros pasillos vaticanos y la quietud románica de otros pontífices.
Y además, la telerrealidad y sus devociones. ¡Qué más quiere la tele! Espectáculo y emoción en directo investidos de criterio informativo. ¡Cómo no exagerar!
Y ahora va y se muere Rainiero, último condottieri, heredero de la dinastía reinante más vieja (700 años), príncipe de Grace Kelly la Divina, monarca del lujo y la Costa Azul.
¡Qué dilema para los programadores!
Antena 3 lo vio claro en el telediario de hoy y ya adelantó el llanto de los ricos del mundo sobre las largas colas de los peregrinos llegados a Roma. Los cardenales pueden comenzar su cónclave, a Carolina y Estefanía les dará tiempo de hacer alguna trastada.
Telerrealidad y tertulia a raudales con el príncipe monegasco. Y de Rainiero se puede decir y mentir lo que nunca nadie osaría del papa.
Pierde otra vez Carlos de Inglaterra, el pobre, con su Camila camino de convertirse en doña Inés a fuerza de no encontrar fecha propicia para la boda.
Y pierde el cuché, sin tiempo para preparar,distribuir y vender tanto especial de exequias y matrimonios con tanta saturación de acontecimientos históricos.
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