José Luis Rodríguez Zapatero tiene un gobierno eminentemente político. Está formado por representantes de varias sensibilidades del PSOE, es sexualmente paritario, debe atender a una minoría parlamentaria obligada a hacer virtud del talante y de la relación con sus socios. Tan político es que durante este primer año se ha liado con la gestión, donde no anda tan fino. Los atascazos del puente de mayo son otra mácula como ya lo fueron las nevadas del invierno que dejaron a los automovilistas tiritando en las carreteras.
Tan obligado anda este gabinete a desandar los años de José María Aznar y aprobar leyes de progreso que cuando la gestión demanda esfuerzos los ministros están agotados.
No es de extrañar, con tanta euroconstitución, culpable de un ralentizamiento gubernamental de varios meses. Y luego el plan Ibarretxe y las elecciones vascas. Y ahora las gallegas. Y las reivindicaciones del tripartito catalán y las urgencias en las reformas de los estatutos.
Demasiada política. Poca gestión.
Entre tanta decisión trascendental las cosas del día quedan desatendidas. Una pena. No sólo de política vive el hombre ni la democracia. Los ciudadanos quieren gestión, un país y un gobierno eficiente.
Cuando uno se pasa nueve horas para salir de Madrid, el talante disminuye y la confianza también.
Esperemos que no pase lo mismo con la sequía que se avecina, la peor de los últimos 60 años, dicen. No será porque no está anunciada.
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